miércoles, 15 de marzo de 2017

Me prohibieron el café

Me prohibieron tomar café. Bueno, más bien me dijeron que no lo tomara a diario, que no lo tomara después del mediodía, y que cuando lo tomara, lo rebajara con leche deslactosada.

El motivo de la prohibición es porque tengo el cortisol demasiado alto, la hormona del estrés, y que el café lo empeora. Además porque sufro de insomnio crónico.

Así que desde hace una semana le he bajado un 90% a mi consumo de café y lo echo mucho de menos. No tanto porque me haga falta la energía que me da, sino por su sabor.

Me hice adicta al café a los 30 años. Antes de esa edad no sentía la necesidad de tomarlo diariamente. Aunque claro, disfrutaba mucho tomarlo, sobre todo en las reuniones con mis amigas. Pero tomarlo todas las mañanas no lo hacía, simplemente porque no estaba acostumbrada.

Después a los 30 empecé a trabajar en una empresa cuya hora de entrada era a las 7 de la mañana, y estaba muy lejos. Para llegar a tiempo tenía que levantarme a las 5 de la mañana. Por eso llegaba somnolienta y sin energía. Y lo primero que me recibía en la oficina era el cálido aroma del café recién hecho, en esas cafeteras metálicas grandotas que había en la oficina. Además, no sé que tipo de café compraban pero tenía un ligero toque a canela, así que sabía delicioso.

Fue ahí donde me volví adicta al café. A eso súmenle el hecho de que ese trabajo era muy demandante, mi jefe de aquel entonces era muy exigente, y el estrés se me disparó cañón. Ahí fue cuando empecé a tomar dos tazas diarias, a sentir una ligera gastritis, a sufrir insomnio todas las noches y mi nivel de cortisol se elevó tanto que se quedó en modo de que #debo de estar alerta todo el tiempo".

Después de ese trabajo tuve un año sabático, donde volví a prescindir del café, porque ya no lo necesitaba. Pero cuando volví al mundo laboral otra vez volvió mi adicción al café. En esta otra oficina tenían café soluble, no había cafetera y tenía que poner una olla de agua en la estufa para prepararlo. Después opté por los cafés agua de calcetín Andatti del oxxo y al final encontré los deliciosos cafés del Seven Eleven.

Pero como tampoco podía estar gastando tanto en cafés, me compre una cafetera bien padre, pequeña, con un termo incluido. Y todos los días la conectaba y hacía mi propio café en mi escritorio, despertando un poco la envidia de mis compañeros.

Adoraba mi pequeña cafetera, pero no me duró mucho el gusto. Un día la señora de la limpieza, una señora bien machetona para hacer el aseo, jaló la mesa donde tenía la cafetera dizque porque quería trapear. Pero la cafetera estaba conectada, así que se estrelló en el suelo y se quebró. (Y con eso se me rompió el corazón porque de verdad amaba a mi cafetera).

Y aunque sí me la pagó, yo ya no encontré otra cafetera igual. Volví a los cafés comprados, porque mi ex jefe ya no compraba café ni del nescafé, o porque las secretarias se lo robaban, que se yo. Además el café preparado en microondas sabe horrible, y su apariencia es de agua mutante (a veces pensaba que después de tomarlo me saldrían tentáculos o alguna mutación extraña, no confío mucho en los microondas).

Pero bueno, ya no estoy en ese trabajo. Ahora soy independiente. Y rescaté del olvido otra pequeña cafetera que tengo por ahí, no tan padre como la anterior pero al menos cumple su cometido. Y me preparaba mi propio café y lo ponía en un termo. Pero mi insomnio seguía y la sensación de estrés también. Así que fui con el médico y me lo restringió.

Ahora he sustituido el café mañanero por jugos o por agua. Pero estos no suplen esa sensación de calidez que me da el café, esa sensación de que pase lo que pase, todo estará bien.

sábado, 11 de marzo de 2017

Día de la mujer

En esta semana se celebró el día de la mujer, y en las redes abundaron múltiples opiniones acerca de lo que es el feminismo.

Algunos consideran el feminismo como un movimiento que busca para las mujeres igualdad de oportunidades laborales, sociales, políticas y económicas. Otros consideran el feminismo como un montón de mujeres locas que se la pasan criticando y denostando a los hombres tildándolos de machistas. Otros más consideran el feminismo como libertad sexual y reproductiva.

Sin embargo, me he dado cuenta que el feminismo se divide en dos bandos. Para ponerlo en términos más sencillos (y espero no ofender a nadie), hay feministas santas y feministas putas.

Las feministas santas son las que abogan por la mujer, como un ideal de pureza, y belleza. Ellas apelan a que la mujer sea considerada líder, que destaque en las ciencias, en la política, en el arte.

Las feministas putas son las que por otro lado exigen libertad sexual y derechos reproductivos. Son las que se desnudan cuando protestan, las que abogan por causas como el aborto, o la libertad de tener las parejas sexuales que quiera y cuando quieran.

Y ambas tienen razón. Cada una desde su trinchera pelea un aspecto de la mujer. El problema está en que unas a otras se desprecian y se critican las unas a otras, lo que hace que los hombres por ende no nos tomen en serio.

El ejemplo más claro está en la figura de Emma Watson. Esta joven actriz, reconocida por sus discursos feministas, fue criticada duramente por una serie de fotografías donde aparece sin sostén, dejando entrever sus senos desnudos.

Lo peor es que las críticas más crueles provinieron precisamente de otras mujeres. La tacharon de falsa, de hipócrita, de libertina. Porque muchas feministas santas la tenían como ídolo de pureza, y cuando vieron que ejerció un pequeño acto de feminismo de puta, ya no les cayó en gracia.

Sin embargo, Emma Watson respondió a las críticas con una frase muy sabia: "El feminismo no es una vara con que las mujeres pueden golpear a otras mujeres".

Muy bien dicho. Porque hay muchísimas mujeres que critican a otras por su aspecto, por su estado civil, por su conducta, por su vestimenta, por su trato con los hombres. Lo que no sucede así con los hombres.

Hace poco hubo una noticia de tres muchachos de Monterrey que agarraron la parranda y se largaron a Matehuala o Real de Catorce, no recuerdo,  y no se volvió a saber de ellos. Por las redes sociales se difundieron sus fotos y los comentarios decían "pobrecitos, ojalá no les haya pasado algo". Al final resultó que se habían ido a seguirle a la parranda y a seguir tomando y echando relajo y que no se comunicaron con sus familiares porque se les había pasado la noción del tiempo. Y los comentarios fueron de "que bueno que estan bien".

En cambio, en las noticias de desapariciones de jovencitas, las primeras en criticarlas son las mujeres. "Seguro se fue de puta con el novio", "Yo a esa edad ni siquiera me maquillaba ni usaba tacones", "Denle unos buenos chingazos para que se le quite lo puta". Y en varios de esos casos la niña solamente fue víctima del crimen, seducida por algún padrote o secuestrada en contra de su voluntad, o sustraída con engaños. Y las mujeres lectoras en vez de sentir pena, la critican duramente.

Por eso no creo mucho en el feminismo, porque ni las propias mujeres se solidarizan con otras mujeres. Hasta que no vea que existe realmente el ánimo de luchar juntas sin criticarse unas a otras, hasta ese momento creeré en el feminismo.