jueves, 19 de enero de 2017

Balacera en Colegio Americano del Noreste

Hace meses, en una cena, la esposa de mi ex-jefe nos contó que su hija, de 12 años que cursa 1ero de secundaria, le contó que estaba muy preocupada porque se dio cuenta que su mejor amiga se cortaba las muñecas con navajas, y que ocultaba las cicatrices con pulseras o las mangas de su suéter. La hija de mi jefe estaba preocupada porque la niña le había hecho jurar que no se lo dijera a nadie, pero ya no podía cargar con ese secreto así que se lo contó a su mamá.
Al parecer la niña se automutilaba como una manera de escape de lo que vivía en casa, ya que sus padres estaban divorciados.
También hace tiempo conocí a una doctora que una vez me platicó que descubrió a su hija adolescente que tenía planes de suicidarse. Afortunadamente la chica no logró su cometido, pero eso preocupó muchísimo a su madre. Tuvieron que ir a terapias psicológicas para lograrla sacar de su depresión, ya que la chica sufría porque su padre se había ido de la casa con otra mujer y se había divorciado de su madre. En cierta forma, la jovencita se sentía culpable del divorcio de sus padres y sus intentos de suicidio eran una manera de autocastigarse.
Saco estas historias a colación por los eventos ocurridos el día de ayer, donde un alumno del Colegio Americano del Noreste disparó a sangre fría a tres de sus compañeros y a su maestra, para acto seguido suicidarse dándose un balazo en la boca.
Admito que vi el video, y varias veces. Me costaba trabajo entender lo que ocurrió. Una mañana normal de clases, donde todos apenas están sacando sus libros, ese niño se ve que se aisla del grupo y se agacha para sacar algo de su mochila mientras la maestra ni en cuenta. Y de la nada, y con mucha seguridad, el niño saca el arma y dispara a su compañero, el gordito de la clase en la frente. El niño de desploma. La maestra por un segundo se queda paralizada del miedo. En vez de reaccionar, solo se queda parada sin comprender lo que ocurría. El niño le dispara a ella. En seguida, y con una asombrosa puntería, dispara a otros dos compañeros. Los cuerpos se caen. Los demás niños se echan pecho tierra. El niño homicida intenta dispararse una bala en la sien. Lo intenta dos veces, pero se da cuenta que se le han acabado las municiones. Con tranquilidad regresa a donde estaba su mochila, recarga la pistola mientras los demás niños lo observan aterrados. Finalmente el niño mete la pistola en su boca y se da un disparo. Su cuerpo cae y es ahí donde los demás niños salen en desbandada del salón.
Después se sabe que el niño agresor falleció. Los otros, incluida la maestra, siguen graves.
El niño homicida sufría de depresión. Consiguió la pistola porque su padre era aficionado a la cacería e incluso él lo acompañaba a cazar, de ahí que manejara con destreza el arma.
La sociedad regiomontana está conmocionada por este suceso y todos opinan sobre qué están haciendo los padres, las escuelas y el gobierno en la crianza y educación de los niños.
¿Qué es lo que lleva a un niño a sufrir la depresión? ¿Qué tan grave es lo que vivía como para terminar desquitándose con otros niños y atentar contra su propia vida?
Pueden ser muchas causas. Pudo haber sufrido abuso físico, psicológico, sexual. Pudo haber vivido en un entorno familiar carente de valores y amor. Los dedos están apuntando hacia sus padres, quienes hasta ahora se han mantenido fuera de las cámaras. Me imagino que ellos son los más consternados. Cuándo iban a pensar que su hijo esa mañana se convertiría en asesino.
Es muy lamentable esta tragedia, especialmente porque se pudo detectar a tiempo. Si los papás del niño sabían que su hijo sufría depresión, ¿para qué lo llevaban al colegio? ¿No era mejor tenerlo bajo tratamiento en casa o en una institución mental? ¿Por qué el padre le inculcó la cacería como pasatiempo? Al matar un animal, el alma del hombre se desensibiliza y ya no se tiene respeto por la vida.
Ojalá los papás se pusieran las pilas, y se dieran cuenta a tiempo de lo que pasa con sus hijos. Hablaran más con ellos, jugaran más con ellos, que los abrazaran, que les chequen cómo les va en la escuela, con quiénes se juntan o por qué no tienen amigos. Son muchas cosas las que esos padres pudieron haber hecho con su hijo y que no hicieron, y lo peor de todo es que personas inocentes son las que sufren las consecuencias.