miércoles, 2 de mayo de 2012

Cuento: El cofre del tesoro

Una caja metálica de galletas de repostería fina fue el cofre perfecto para que Olivia guardara sus tesoros. La caja, bellamente decorada con un paisaje de una pradera americana, aún conservaba el aroma del azúcar y la mantequilla. Olivia la tomó, y se fue corriendo hacia su cuarto. Puso en ella las envolturas de celofán de los mazapanes, que cuidadosamente había planchado y que tenían dibujos de animales como elefantes, jirafas y leones. También puso sus borradores y lápices de Hello Kitty, que tenían aroma a chicle. Unos sellitos de Ziggy no podían faltar. Añadió también unas barajas de Precious Moments; una medalla que su madrina le había regalado en su primera comunión; un collar de cuentas de plástico; y unos trozos de cartoncillo de colores anaranjado, amarillo y rosa fosforescente.

Guardó todo, y selló la caja. Luego se fue corriendo al jardín. Cogió la pala de jardinería, y empezó a cavar, cerca de las raíces del viejo nogal. Se encargó de guardar bien su tesoro, y para no olvidar su ubicación, se encargó de hacer un mapa.

Treinta años después, Oliver sale al jardín. Había encontrado en la Biblia un mapa. Siguió las señas, y llegó hasta el nogal. Hizo un agujero con sus propias manos, y sonrió al ver lo que encontró.

-¡Mira mamá! ¡Encontré un tesoro! ¡Encontré un tesoro!

Olivia lo ve. Abren la caja juntos.

La decepción de Oliver es evidente.

-Bah, es pura basura…

La expresión de Olivia, en cambio, es sobrecogedora.

-Mis tesoros… -dice ella, y por unos instantes, regresó a su niñez.


Escribí este cuento para la página de Escrito Semanal, y fue revisado por Rubén González Garza, dramaturgo regiomontano que ha dado además clases de teatro en la UANL por más de cuarenta años.

Les dejo el video con la retroalimentación que hizo de mi cuento.