jueves, 23 de octubre de 2014

Simulacros

Hace un mes estaba en una plaza comercial, y en todas las tiendas había un letrero. "El día de hoy a las 11:00 am se hará un simulacro de evacuación".

Algunas tiendas, para no batallar, ni siquiera abrieron esa mañana. Otras andaban con las llaves en la mano, con las cortinas metálicas a medias, esperando el momento. Finalmente sonó la alarma. La gente ni se inmutó, siguió en su rollo. Pero la alarma era insistente, entonces los comerciantes se vieron forzados a desalojar y cerrar, para que la administración de la plaza no les llamara la atención. Y la gente andaba risa y risa, entre desconcertados porque no sabían qué hacer y bromeando. Salimos al punto verde de reunión, todos ahí, mirándonos unos a otros. Hasta que alguien ya salió y nos felicitó por haber participado y regresamos a la tienda como si nada hubiera ocurrido.

Monterrey no tiene cultura de simulacros. Estoy segura que si hubiera sido una catástrofe real, la gente hubiera gritado y corrido, dándose empujones. Y tampoco no faltarían los que le entran a la rapiña y aprovechan para robar. A pesar de que la ciudad en donde vivo es privilegiada porque no está en zona sísmica y los huracanes de alta magnitud no son tan frecuentes, pecamos de confiados y eso se ve desde cómo la gente se toma a risa un simulacro hasta el hecho de que nuestras autoridades no ponen focos de alarma, no apoyan al cuerpo de bomberos y para colmo, nunca construyen drenaje pluvial... Y luego, de un día para otro, ocurren las tragedias. Un incendio, una inundación... y la gente se echa la culpa unos a otros y termina mentándole la madre al gobierno.

Ojalá aprendiéramos de la cultura japonesa, en donde a pesar de las peores catástrofes la gente no anda quitándose el pan de la boca unos a otros ni empujándose ni golpeándose.