En el autobús conocimos a la persona que sería nuestro guía en todo el viaje. Se llamaba Felipe, y era el clon de Jack Nicholson pero con acento español. Luego de darnos la bienvenida, nos explicó sobre las ciudades que veríamos a lo largo de nuestro recorrido. La primera era Verona, la ciudad de Romeo y Julieta, historia que nos contó Felipe a manera de resumen.
Según ésto, el enamoramiento de Romeo se debió a la mirada de Julieta. El bajón de mirada. O sea, Julieta miró a Romeo, le sostuvo la mirada por unos segundos, y luego la bajó. Así repitió varias veces la técnica, hasta que Romeo terminó enamorado y loco por la chava.
-Eso sí que es interesante, saber las técnicas del ligue medieval. - pensé.
En el camino, me senté con un señor de cincuenta y tantos, que venía solo. Era chileno. Empezó a platicar conmigo. Era amable, pero lo malo es que en todo el trayecto no paraba de hablar, y hablar y hablar, y hacerme preguntas. Ya me sentía embotada. ¿Alguna vez les ha pasado eso? En fin. Después caí en la conclusión que tanta platicadera se debía a que el señor me andaba coqueteando, jajaja.
En fin, llegamos a Verona, por la tarde, y nos bajamos en la plaza. El guía nos indicó varios puntos interesantes que recorrer, y nos dio un plazo de una hora para hacerlo. Había muchísima gente, bueno, de antemano les digo que en todas las ciudades a las que fuimos era un hervidero de gente de todas nacionalidades, especialmente chinos. Parecían una plaga.
Me separé del grupo, y empecé a recorrer la ciudad por mi propia cuenta, dejando atrás al chileno. Y caminé por entre callejones, hasta que llegué hasta el río y ahí me di cuenta de algo: me había perdido. No tenía ni la menor idea de dónde me encontraba.
Traté de no entrar en pánico, y regresé sobre mis propios pasos, hasta que de pronto, oh… bueno, sí encontré a alguien. Era el chileno.
-¡Rocío, mira! ¡Nos encontramos en Verona!
Creo que le faltó decir “la ciudad de Romeo y Julieta”.
Sí, chale, ya que. Bueno, al menos ya no me iba a volver a perder.
-¿Para dónde vas?
-Voy a la Arena de Verona. – dije.
-Yo también. Te sigo, chiquita. No te preocupes.
Llegamos a la Arena, y en la plaza estaban unos chavos disfrazados de soldados romanos. Le pedí al chileno si me tomaba una foto con ellos, pero me dijo:
-Ash, ¿con ese tipo? Te va a cobrar dinero, no lo hace gratis.
Bueno, eso era cierto. Los pelaos cobraban uno o dos euros por posar contigo.
El hombre me tomó unas fotos, y luego, él quiso tomarse una conmigo, “que para el recuerdo”. Oh, vaya.
Después fuimos a la casa de Romeo y Julieta. Para entrar a la casa, pasas por un pequeño túnel, y las paredes de éste están todas grafiteadas, ya que ahí todos los enamorados van a declararse su amor.
Tomé fotos del balcón, y de la casa en sí.
Ahí mismo, en el patio, hay una estatua de bronce de Julieta. Ésta se encuentra desgastada del seno derecho, ya que toooodos los que van ahí, especialmente los hombres, van y se toman una foto junto a la estatua sobándole la chiche a la Julieta. A mí me dio risa un chavo que incluso sacó la lengua, como si le chupara el pezón.
Le pedí a un turista que me tomara una foto con la estatua. Después, regresé con el chileno, y me dijo:
-Ay, Rocío, yo te tomé una foto. Espero no te moleste, es que te veías bonita junto a la estatua.
Primera vez que tengo un paparazi…
Tomamos el autobús de regreso. El señor quería seguir platicando conmigo, pero yo ya me sentía cansada, y me dediqué a ver por la ventana. Recorrimos una larga carretera, llena de maizales y viñedos, que de pronto se transformó en un paisaje de canales de agua.
El niño español puberto que estaba sentado detrás de mí, empezó a decir:
-Madre ¿pero a dónde vamos? Lo único que he visto es agua, maíz y patos.
Y se la pasó diciendo chistes al respecto. Los otros españoles también echaban carro entre ellos.
-Joder, que llegando adivinen qué vamos a comer ¡Otra vez pasta!
Me dio risa.
Finalmente, casi al anochecer, llegamos al pueblito de Lido di Jesolo, que está cerca de Venecia. Era ahí donde se encontraba nuestro hotel.
Según ésto, el enamoramiento de Romeo se debió a la mirada de Julieta. El bajón de mirada. O sea, Julieta miró a Romeo, le sostuvo la mirada por unos segundos, y luego la bajó. Así repitió varias veces la técnica, hasta que Romeo terminó enamorado y loco por la chava.
-Eso sí que es interesante, saber las técnicas del ligue medieval. - pensé.
En el camino, me senté con un señor de cincuenta y tantos, que venía solo. Era chileno. Empezó a platicar conmigo. Era amable, pero lo malo es que en todo el trayecto no paraba de hablar, y hablar y hablar, y hacerme preguntas. Ya me sentía embotada. ¿Alguna vez les ha pasado eso? En fin. Después caí en la conclusión que tanta platicadera se debía a que el señor me andaba coqueteando, jajaja.
En fin, llegamos a Verona, por la tarde, y nos bajamos en la plaza. El guía nos indicó varios puntos interesantes que recorrer, y nos dio un plazo de una hora para hacerlo. Había muchísima gente, bueno, de antemano les digo que en todas las ciudades a las que fuimos era un hervidero de gente de todas nacionalidades, especialmente chinos. Parecían una plaga.
Me separé del grupo, y empecé a recorrer la ciudad por mi propia cuenta, dejando atrás al chileno. Y caminé por entre callejones, hasta que llegué hasta el río y ahí me di cuenta de algo: me había perdido. No tenía ni la menor idea de dónde me encontraba.
Traté de no entrar en pánico, y regresé sobre mis propios pasos, hasta que de pronto, oh… bueno, sí encontré a alguien. Era el chileno.
-¡Rocío, mira! ¡Nos encontramos en Verona!
Creo que le faltó decir “la ciudad de Romeo y Julieta”.
Sí, chale, ya que. Bueno, al menos ya no me iba a volver a perder.
-¿Para dónde vas?
-Voy a la Arena de Verona. – dije.
-Yo también. Te sigo, chiquita. No te preocupes.
Llegamos a la Arena, y en la plaza estaban unos chavos disfrazados de soldados romanos. Le pedí al chileno si me tomaba una foto con ellos, pero me dijo:
-Ash, ¿con ese tipo? Te va a cobrar dinero, no lo hace gratis.
Bueno, eso era cierto. Los pelaos cobraban uno o dos euros por posar contigo.
El hombre me tomó unas fotos, y luego, él quiso tomarse una conmigo, “que para el recuerdo”. Oh, vaya.
Después fuimos a la casa de Romeo y Julieta. Para entrar a la casa, pasas por un pequeño túnel, y las paredes de éste están todas grafiteadas, ya que ahí todos los enamorados van a declararse su amor.
Tomé fotos del balcón, y de la casa en sí.
Ahí mismo, en el patio, hay una estatua de bronce de Julieta. Ésta se encuentra desgastada del seno derecho, ya que toooodos los que van ahí, especialmente los hombres, van y se toman una foto junto a la estatua sobándole la chiche a la Julieta. A mí me dio risa un chavo que incluso sacó la lengua, como si le chupara el pezón.
Le pedí a un turista que me tomara una foto con la estatua. Después, regresé con el chileno, y me dijo:
-Ay, Rocío, yo te tomé una foto. Espero no te moleste, es que te veías bonita junto a la estatua.
Primera vez que tengo un paparazi…
Tomamos el autobús de regreso. El señor quería seguir platicando conmigo, pero yo ya me sentía cansada, y me dediqué a ver por la ventana. Recorrimos una larga carretera, llena de maizales y viñedos, que de pronto se transformó en un paisaje de canales de agua.
El niño español puberto que estaba sentado detrás de mí, empezó a decir:
-Madre ¿pero a dónde vamos? Lo único que he visto es agua, maíz y patos.
Y se la pasó diciendo chistes al respecto. Los otros españoles también echaban carro entre ellos.
-Joder, que llegando adivinen qué vamos a comer ¡Otra vez pasta!
Me dio risa.
Finalmente, casi al anochecer, llegamos al pueblito de Lido di Jesolo, que está cerca de Venecia. Era ahí donde se encontraba nuestro hotel.