Como todos sabemos, ayer fueron las elecciones en México, y este año fue una sorpresa ya que ganó "ya sabes quien". Andrés Manuel López Obrador, después de doce años de estar picando piedra, perseverando con su campaña.
Esta vez ganó por mayoría, casi la mitad de los mexicanos votaron por él. Obviamente está el descontento y la incertidumbre de la otra parte de votantes que no lo eligieron, y que repartieron sus votos entre Anaya, Meade y Bronco.
Es obvio por qué se dio este cambio. Es por el hartazgo del sistema. Nos cansamos de las transas del PRI y cómo se tapan y eluden la justicia alegremente, con cinismo. Yo vivo en Nuevo León y vi con rabia cómo Medina se salió con la suya y su megafraude. Vi en las noticias cómo iba al juzgado como si se tratara de un juego. Salía rozagante, feliz y con una sonrisa cínica del juzgado, mientras su séquito de abogados del diablo lo seguía dejando su estela de amparos y recursos en los que siempre salió avante.
Y este es un claro ejemplo de cómo el sistema príista está podrido desde sus raíces. Es un ejemplo de cómo bajo la cobija que les tendió Peña Nieto, no sólo Medina, sino toda la bola de gobernadores príistas que están bajo proceso, salieron impunes.
Por otro lado, el PAN nos decepcionó. No fue el cambio que esperábamos. El que jodió al partido definitivamente fue Felipe Calderón con su infructuosa guerra contra el narco, que dejó una profunda herida en el país que no ha podido sanar. No sé qué pretendía demostrar Calderón, tal vez quería mostrarse como el héroe que acabó con el narcotráfico, pero la estrategia que empleó fue la peor que pudo elegir. En vez de confiscar a los narcos todos sus bienes, congelar sus cuentas bancarias, ir por las que tenían en el extranjero, decidió atacarlos con las armas. Y de nada sirvió atrapar a unos cuantos, porque no tenemos un buen sistema de justicia penal que los castigue. En cambio, mucha sangre inocente fue derramada, y los narcos pronto vieron que la justicia nunca los va a tocar.
Ese hecho fue lo que afectó la credibilidad del PAN. Y si a eso sumamos las acusaciones de fraude contra Ricardo Anaya, eso fue lo que marcó su derrota.
Ahora la mitad de un país ha votado por dos razones: para castigar al PRI y al PAN y para buscar un cambio.
Sólo esperemos que AMLO cumpla nuestras expectativas. En este momento recibe a un país con muchos problemas económicos, de inseguridad, y nuestras relaciones con Estados Unidos penden de un hilo.
Esperemos que él tenga la suficiente capacidad para tomar las mejores decisiones para nuestro país.
Esta vez ganó por mayoría, casi la mitad de los mexicanos votaron por él. Obviamente está el descontento y la incertidumbre de la otra parte de votantes que no lo eligieron, y que repartieron sus votos entre Anaya, Meade y Bronco.
Es obvio por qué se dio este cambio. Es por el hartazgo del sistema. Nos cansamos de las transas del PRI y cómo se tapan y eluden la justicia alegremente, con cinismo. Yo vivo en Nuevo León y vi con rabia cómo Medina se salió con la suya y su megafraude. Vi en las noticias cómo iba al juzgado como si se tratara de un juego. Salía rozagante, feliz y con una sonrisa cínica del juzgado, mientras su séquito de abogados del diablo lo seguía dejando su estela de amparos y recursos en los que siempre salió avante.
Y este es un claro ejemplo de cómo el sistema príista está podrido desde sus raíces. Es un ejemplo de cómo bajo la cobija que les tendió Peña Nieto, no sólo Medina, sino toda la bola de gobernadores príistas que están bajo proceso, salieron impunes.
Por otro lado, el PAN nos decepcionó. No fue el cambio que esperábamos. El que jodió al partido definitivamente fue Felipe Calderón con su infructuosa guerra contra el narco, que dejó una profunda herida en el país que no ha podido sanar. No sé qué pretendía demostrar Calderón, tal vez quería mostrarse como el héroe que acabó con el narcotráfico, pero la estrategia que empleó fue la peor que pudo elegir. En vez de confiscar a los narcos todos sus bienes, congelar sus cuentas bancarias, ir por las que tenían en el extranjero, decidió atacarlos con las armas. Y de nada sirvió atrapar a unos cuantos, porque no tenemos un buen sistema de justicia penal que los castigue. En cambio, mucha sangre inocente fue derramada, y los narcos pronto vieron que la justicia nunca los va a tocar.
Ese hecho fue lo que afectó la credibilidad del PAN. Y si a eso sumamos las acusaciones de fraude contra Ricardo Anaya, eso fue lo que marcó su derrota.
Ahora la mitad de un país ha votado por dos razones: para castigar al PRI y al PAN y para buscar un cambio.
Sólo esperemos que AMLO cumpla nuestras expectativas. En este momento recibe a un país con muchos problemas económicos, de inseguridad, y nuestras relaciones con Estados Unidos penden de un hilo.
Esperemos que él tenga la suficiente capacidad para tomar las mejores decisiones para nuestro país.