Vivo en una ciudad sin árboles. Los árboles que hay son fantasmas de hojas y ramas secas. Árboles zombies, que luchan contra el sol y el smog. Los pocos que sobreviven, quieren escapar. Lo sé porque he visto sus esfuerzos por despegar las raíces del suelo, pero se han encontrado con banquetas de cemento que los tienen atrapados. Se esfuerzan por quebrarlas, las levantan, y los hombres se enojan, y terminan asesinando al árbol. Lo cortan de sus brazos, y luego de su tronco. Al ver tremendo asesinato, los otros árboles se intimidan, y guardan silencio.
Añoran la lluvia, cada vez más escasa. Refugian a las aves peregrinas, las únicas que se acuerdan de ellos, pues los seres humanos ya no son capaces de verlos.
Cada día hay más carros, más calles pavimentadas, más edificios, más casas con patios de cemento. Monterrey se va quedando sin árboles. Sólo los vemos en un calendario, colgado en nuestra pared, o en un protector de pantalla de computadora....