martes, 29 de enero de 2019

Godinez y Mirreyes

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El domingo vi la película "Mirreyes Vs. Godínez". Es una película mexicana que habla sobre cómo un grupo de oficinistas (que aquí en México se les dice "Godínez") se enfrentan a la nueva administración conformada por los herederos del dueño y sus amigos de clase alta (los "Mirreyes").

Esta vez no hablaré sobre la película en sí, sino en esta dinámica que se desarrolla en casi todas las empresas.

Cuando yo trabajaba para una empresa grande, noté diferencias entre los chicos de clase alta con los oficinistas. No quiero llamarlos Mirreyes y Godínez porque estos términos los considero peyorativos, así que los llamaré como "proyectistas" y "oficinistas". Los proyectistas los llamo así, porque en su mayoría eran jóvenes recién egresados del Tec o de alguna universidad privada cara. Conocían a los dueños y a los principales directivos ya que éstos eran amigos de sus papás. Así que en vez de saludar a los dueños como "ingeniero", los llamaban por su nombre de pila.

Los proyectistas no tenían un horario en concreto. Llegaban y se sentaban frente a un escritorio reservado exclusivamente para ellos y sacaban una laptop y se dedicaban a armar proyectos. Todos esos proyectos tenían que ver con hacer más eficiente la planta en términos de tiempo y calidad. Si un proceso lo consideraban largo, se ponían a interrogar a los empleados, a checarles tiempos, a preguntarles el por qué se hacían las cosas como se hacían.

Al final, hacían un proyecto casi siempre basado en alguna filosofía japonesa y lo mostraban con bombo y platillo en una sala de juntas, a donde acudían los principales directivos. En estas presentaciones los proyectistas incluían palabras en inglés (o a veces toda su presentación era completamente en inglés) y con números y estadísticas, demostraban que su nuevo proceso era lo mejor y que debía implantarse de inmediato para que la empresa ganara muchas utilidades.

Al final del proyecto, los proyectistas se iban a otra empresa... casi siempre ubicada en el extranjero. Algunos iban a Estados Unidos, otros a Brasil, otros más incluso fueron a Dubai o la India. Al completar 5 proyectos automáticamente pasaban al Olimpo: es decir al corporativo. Con un puestazo, un sueldazo y toda la cosa.

Los oficinistas en cambio, eran los de la talacha. La friega del día a día. Tenían que entrar a las 7 en punto pero no había hora de salida. En épocas de cierre, tenían que quedarse hasta más de la medianoche. El trabajo se acumulaba en los escritorios. Expedientes, papeles sin archivar, facturas. La mayoría traía lonche. Las computadoras que utilizaban eran de escritorio, viejas y algo lentas.

Todos los días los oficinistas eramos citados en una sala de juntas a la que llamaban "War Room". Teníamos que estar de pie, a fuerzas. No había cafecito ni galletas ni nada. Ahí la contralora revisaba las conciliaciones bancarias y nos cuestionaba sobre ciertos asuntos. Si algo no estaba bien, nos regañaban.

A diferencia de los proyectistas, a nosotros los oficinistas nadie nos daba una palmadita en la espalda. Una vez incluso durante un War Room nos avisaron que no iba a haber aumentos. En otra ocasión nos dijeron que habría despidos masivos. Prácticamente no había buenas noticias.

Los oficinistas no viajábamos. Pero sí asistíamos a los convivios (a diferencia de los proyectistas, que nunca asistían a estos). A veces nos enviaban en manada a las juntas de resultados. Nos decían el típico discurso de "pónganse la camiseta por la empresa" que palabras más, palabras menos significaba que trabajáramos más duro (y por el mismo sueldo). También nos decían que no trabajáramos el 100% sino el 200%, o sea, que chambéaramos hasta dejar el alma en la empresa.

A los oficinistas nos calificaban nuestros jefes cada cierto tiempo. Nos decían lo decepcionados que estaban de nosotros por no cumplir sus expectativas, por no dar el ancho en el puesto.

Un tiempo, también nos dijeron que teníamos que armar proyectos, así de bonitos como los que hacían los proyectistas. Pero sin descuidar las tareas o la talacha diaria. O sea que tenías que dividir tu tiempo, entre trabajar y armar proyectos innovadores y chingones como los que hacían los proyectistas, que revolucionaran la industria y generaran utilidades a la empresa. Repito: eso a la par de la chamba diaria, esa no la podías descuidar.

Pero a diferencia de los proyectistas, no había premio. No te mandaban a Brasil o la India. Tampoco te mandaban al corporativo ni te subían el sueldo.

Incluso los currículums eran diferentes. Mientras los proyectistas recalcaban con palabras rimbombantes sus logros   los oficinistas sólo se limitaban a enumerar sus competencias.

Ejemplo de CV de proyectista: "Implementación de procesos de calidad que aumentaron un 50% en las utilidades de la empresa, mejorando así su posicionamiento en el mercado global con un incremento en exportaciones de productos de alto nivel a Asia y Europa"

Ejemplo de CV de oficinistas: "Cuentas por pagar en la empresa Patito SA del 2000-2004"

Ejemplo de CV de proyectista: "Servicio social en la comunidad "El arroyo" donde se llevó a cabo pláticas de valores y ecología con los habitantes del ejido "san juanito"

Ejemplo de CV de oficinista: "Servicio social en Tesorería del Estado. Funciones: sacar copias, archivar expedientes, etc. "


Esas fueron las principales diferencias que vi entre los "proyectistas" y los "oficinistas" (o Mirreyes y Godínez, como quieran llamarlos). Realmente nunca vi una unión entre ambas clases sociales-laborales. Cada quien estaba en su mundo, con su propia gente, los primeros alejados de la realidad, los segundos demasiado inmersos en esta.