Corría el año 2000, inicio del nuevo milenio, y quesque el fin del mundo, que las computadoras iban a colapsar por el cambio de año, y la madre, y comenzaban los preparativos de nuestra graduación de leyes. Como era costumbre, cada grupo de amigos nos juntábamos en una “generación”, es decir, con un organizador que se encargaba de todos los preparativos de la fiesta. Así, era común ver de a cuatro o cinco “generaciones” o graduaciones.
Yo estaba en el turno matutino, y el que se apuntó como organizador fue un tal Azpilcueta. Un chavo chaparro, gordillo, blanco. Él y una chava se ofrecieron a organizar una mega graduación. El paquete incluía misa en la Catedral, fiesta en el Crowne Plaza, fotografía, video, torna, camisetas, mariachi, etc., etc., etc. Para esto, había que dar un anticipo de 100 pesos pa amarrar el lugar, y luego ir dando cómodas mensualidades, que se hacían de la siguiente manera: cada quien iba a depositar el dinero en una cuenta bancaria a nombre de él, y el recibo bancario era el comprobante.
Yo di el anticipo, pero lo que no me gustó fue que nunca organizaran juntas ni nada. Después de unos meses, me reencontré a un viejo amigo de la prepa, quien también estaba en leyes, y casualmente también organizaba una generación. Me explicó que incluía el paquete, me mostró cómo eran los pagos. En efectivo y él expedía un recibo firmado, y además, sellaba una hoja de control, con su firma incluida. Me dio confianza. Todo se veía muy legal, muy derecho, así que me cambié a su generación, y me olvidé de la del tal Azpicuelta.
Llegó el 2001, y una de las amigas que se quedaron en la otra generación, un día me dijo, toda alarmada:
-¿Supiste lo que pasó con Azpilcueta?
-No.
-¿No? ¡Si hasta salió en las noticias!
Y pues resulta que la cosa estuvo así:
La co-organizadora recibió una llamada del Crowne Plaza, exigiéndole el inmediato pago del salón y banquete, o se cancelaba todo. Al parecer, no habían recibido ni un solo pago mas que un anticipo. La chava empezó a buscar al Azpilcueta, sin lograr localizarlo. Después descubrió que nada estaba pagado, ni la foto, ni el video, ni el mariachi, nada. Lo único que pagó fue la iglesia. (seguramente pensó que más valía pedirle perdón a Dios que pedir permiso pa robar, jajaja).
Total, que el chavo sacó de la cuenta bancaria lo que le habían depositado, y dijo “vénganos tu reino”, y se gastó todo en tarjetas de celular, comidas, viajes, viejas… en fin, ya saben, se dio la buena vida a costa de los ingenuos graduados.
Los ofendidos, hicieron una reunión de emergencia, y se lanzaron hacia la casa del estafador. Hubo unos que incluso le hablaron al Telediario y al Noticiero Televisa, pa que grabaran el linchamiento y desmadre que se iba a armar.
Llegaron a la casa de él. Tocaron la puerta, y nada… Ni siquiera salía un perro a ladrar. Entonces los reporteros como vieron que esa noticia estaba de hueva, porque no había golpes ni sangre, ni nada, dijeron a los muchachos:
-Eeeh. Hagan algo, grítenle cosas, o pateen la puerta.
Entonces los chavos, empezaron a gritarle:
-¡Ratero! ¡No te escondas, güey! ¡Sal a dar la cara!
Total, que en una de esas, alguien dijo:
-¡Ey, ey! ¡Mírenlo, se está brincando la barda!
Y sí, efectivamente, el chavo se estaba brincando la barda para caer en la casa del vecino, salir por el callejón, y subirse a su carro, para irse hecho la mocha. Los chavos, indignados, se subieron a una camioneta y empezó la persecusión.
Se hizo el desmadre, lograron darle alcance, lo bajaron del carro, y se fueron al Cedeco.
Al día siguiente, la noticia:
"Graduados de Derecho son estafados por compañero. Sale en libertad porque no se levantó ninguna denuncia."
La vergüenza del siglo... abogados que pescaron a un defraudador y no le pusieron la querella.
Bueno, ya no supe en qué quedó el asunto, si lo consignaron o no, si lo metieron al bote o no. El caso es que los alumnos al final, tuvieron que desembolsar más de lo previsto para poder tener su fiesta... claro que con muy mal sabor de boca.
Aaaah... pero aquí no termina la historia, mis lectores blogueros. Sucede que años después, una amiga del Depto. de Relaciones Laborales de un banco, de esas que se encargan de correr gente, un día recibió en su despacho a un tipo chaparro, blanco, gordillo. Era nada más y nada menos que el tal Azpilcueta, que venía a recibir su finiquito, pues hubo recorte de personal en el área de Afores.
Al ver a mi amiga, la abogada, le dice:
-¡Hola! ¿Si te acuerdas de mí?
-Claro que sí. - dijo mi amiga. - No sabía que trabajabas aquí.
-Sí, fíjate, pero ya me reajustaron.
-Lo sé.
-Sí, tanto tiempo. Fíjate que me casé.
-Ah, qué bien.
-Pero me divorcié.
-Ah, qué mal.
-Tuve una hija.
-Ah, qué bien.
-Pero nunca la veo ni le paso pensión.
-Ah, qué mal...
El chavo se sonrió, y dijo:
-Oye, pues ya que trabajas aquí en RH... ¿No podrías hacerme el paro y acomodarme en otra área?
-Sí, como no. Déjame tu currículum y lo paso a reclutamiento.
Un par de días después le dejó el currículum. Mi amiga lo tomó. Fue con la encargada de reclutamiento, lo dejó sobre el escritorio y le dijo:
-Un ex-compañero mío me dejó este currículum.
-Ah, gracias.
Mi amiga tomó asiento y añadió con voz grave:
-Pero antes de que lo lea, déjame contarte la historia de este tipo. Él estafó a mi generación.