miércoles, 17 de agosto de 2011

El día que pinté la casa con crayolas

Tenía cuatro años cuando nos mudamos a esa casa, en un fraccionamiento nuevo. Yo acababa de entrar al kínder. Por las tardes, jugaba en la cocina, mirando hacia la calle, observando con curiosidad por qué las casas de los vecinos sí estaban pintadas, y en cambio la mía no. La mía sólo estaba cubierta con cemento gris, mientras las demás fachadas estaban de blanco, rojo, naranja y otra gama de colores.


Me preguntaba cuándo mis papás por fin pintarían la casa, pero ellos estaban más ocupados con las cosas cotidianas.


Yo ya sabía dibujar. Me habían enseñado en el kinder. Tenía mi cajita de crayolas a la mano. Entonces una idea genial llegó a mi mente. ¿Por qué no pintar yo la casa con mis crayolas?


Escogí una de color verde, y empecé a pintar, afanosamente, pensando en lo bonita que se vería mi casa de verde, en la sorpresa que se llevarían al ver que yo solita pinté la casa, que ya no sería color cemento...


Hasta que mi mamá se acercó, y exclamó:


"¿Qué estás haciendo????"

"Pintando la casa." dije.

Mi mamá estaba escandalizada, y yo no entendía por qué.

"¿Cómo se te ocurre rayar las paredes? No te puedo dejar sola porque luego luego haces travesuras."

Ya no vivimos en esa casa. Con el tiempo, nos cambiamos a otros lugares. Pero cada vez que veo una crayola verde, recuerdo mi antigua casa, y yo de niña pintando la pared.