domingo, 18 de octubre de 2020

Reseña: Emily en París

 No sé como dar mi opinión de esta serie porque me gusta y me desagrada al mismo tiempo. Así que primero hablaré de las cosas que me gustaron. 


COSAS QUE ME GUSTARON

1. París. Nunca he visitado esa ciudad, pero la serie se destacó por mostrar escenarios preciosos. Desde el primer día que Emily puso un pie en la ciudad, el taxi le dio un recorrido por todos los puntos turísticos. (¿Así es la ruta desde un aeropuerto a la ciudad? No sé, yo cuando tomo taxis del aeropuerto pasan primero por zonas feuchas, industriales, y muy poco por la parte turística, para eso se toma un tour). De hecho esa parte del primer capítulo me recordó mucho al intro de la película "Medianoche en París". Si no han visto esa película, se las recomiendo. 

2. Comedia romántica ligera. Es una historia sin pretensiones. Una chica norteamericana, a la que todo le sale bien, y a la que le basta con tomarse un café al aire libre para que los franceses guapos y ricos se le acerquen, la cortejen y viva romances bien apasionados. 

3. La ropa. No la de Emily, quiero aclarar. La ropa de Emily me parece demasiado chabacana, estridente y de colores chillantes. Me gustó más bien la ropa de las francesas, como Silvie, la jefa de Emily. Se ve bien sofisticada y chic. Y la ropa de Camille, está hermosa. Saca unos vestidos casuales muy lindos y coquetos. 

4. Los galanes. Se buscaron puro actor guapo y sexy, empezando por Gabriel, el vecino de Emily. Lástima que se la pasen hablando en inglés todo el tiempo, pues si hablaran más en francés uno terminaría derritiéndose con sólo escucharlos. 


COSAS QUE NO ME GUSTARON

1. La actitud gringa de Emily. Emily llega con actitud de millenial gringa que se siente el ombligo del universo. "París se tiene que adaptar a mí, no yo a París", casi parece el mensaje de la serie. No se esfuerza por aprender el idioma, y hay muchas escenas donde los actores franceses tienen que hablar todo en inglés(incluso las discusiones privadas) para que la muchacha pueda entender lo que pasa. Les impone a los compañeros de trabajo "Los Diez Mandamientos de trabajo" según Estados Unidos. Y todo el tiempo se la pasa diciendo "yo vine a traerles la visión americana". 

2. La hipocresía de Emily. Emily se la pasa criticando la forma liberal de los franceses en sus relaciones amorosas. Ella se jacta de ser prudente y puritana, que no mezcla el amor con el trabajo. Sin embargo, se acuesta con un francés que conoció en una cafetería y ese mismo día lo lleva a la cama. Se mete con Gabriel, quien es novio de su amiga Camille. Se acuesta con el hermano de Camille de 17 años. Y sale con uno de los clientes de la firma publicitaria. Está bien que sea huila pero que al menos sea congruente y no ande criticando a los demás por ser tan liberales. 

3. Todo le sale bien aunque la cague bien gacho. uno como espectador espera emociones fuertes, que el personaje sufra, se supere y salga adelante. Pero eso no lo encontrarás en esta serie. Esto es más bien como una película de Barbie, solo que en vez de caricatura es con personas reales. Emily se equivoca muchas veces, mete la pata, pero todo lo resuelve con un hashtag o alguien aparece mágicamente y el problema se resuelve solo. 

Bien, por eso les digo que tengo mis sentimientos encontrados con esta serie. La amé y la odié al mismo tiempo. Bueno, creo que más bien odio a Emily, me cae gorda. Pero lo que se mueve a su alrededor me encantó y sólo por eso la seguiré viendo. 


viernes, 2 de octubre de 2020

Consultas populares y la opinión de la SCJN

¿Por qué es tan grave que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya avalado la "constitucionalidad" de hacer una consulta ciudadana?

Trataré de explicarlo por partes. 

Nuestro Estado se sustenta en la división de 3 poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El poder Ejecutivo, ejercido por el Presidente, como dice la propia palabra "ejecuta" las leyes y reglamentos. No tiene el poder de crear las leyes, tampoco tiene el poder de juzgar. Estas atribuciones les pertenecen al Legislativo y Judicial, respectivamente. 

Los servidores públicos, léase presidente, diputados, senadores, etc, gozan de fuero político. Es decir, no pueden ser juzgados por delitos cometidos durante su gestión. 

A primera vista, puede parecer injusto. Después de todo, ¿cuántos casos de corrupción se han dado en el ámbito político y no son juzgados?. Pero al mismo tiempo, es una garantía. Porque si constantemente juzgáramos y pusiéramos en tela de duda a nuestras autoridades, podría generarse una cacería de brujas, encarcelar a cualquier opositor que no esté de acuerdo con el presidente, y en casos extremos, nuestra nación quedaría acéfala, es decir, sin ningún dirigente y sin nadie que represente legítimamente al pueblo. 

Por lo tanto, la Constitución prevé que si quisiera juzgarse a un político, primero tendría que someterse esa consulta AL CONGRESO DE LA UNIÓN. Ojo, lo escribí con letras mayúsculas porque para allá va la opinión. 

El Congreso de la Unión es quien determina si se desafuera al político y se le somete a juicio. Mientras tanto, no. 

Y aquí el Poder Judicial no tiene por qué meterse en esa decisión. El Poder Judicial sólo va a juzgar una vez que se le retire el fuero al servidor público, no antes. 

Como ven, todo esto es un protocolo legal que se tiene que seguir porque así lo estipula la Constitución y eso da certeza jurídica a nuestras instituciones. 

Pero ¿qué pasó entonces?

Bueno, en su afán populista, López Obrador puso sobre la mesa una propuesta para "hacer una consulta para ver si la gente está de acuerdo en juzgar a ex-presidentes por sus delitos". 

Hay que dividir esto en dos partes:

  1. Hacer una consulta
  2. Juzgar a ex-presidentes. 

La consulta es la forma, el juzgar ex-presidentes es el fondo. 

López Obrador eligió ese tema (juzgar ex-presidentes) porque es un tema muy popular, algo que el pueblo quiere desde hace mucho. Todos quisiéramos ver a Peña Nieto juzgado por lo de Ayotzinapan, a Felipe Calderón por sus víctimas en la guerra del narco y de ahí échele para atrás... 

Por lo tanto, ese tema no fue elegido al azar. El podía haber elegido cualquier otro tema. Pero eligió ese porque sabe que todos los mexicanos odiamos a los ex-presidentes. En pocas palabras, y como ya lo dije, es un tema popular. 

Aquí el problema es la forma. Las decisiones políticas de tal envergadura no se deben tomar con consultas populares porque eso le da facultades al poder Ejecutivo para tomar decisiones no basadas en lo que diga la Constitución ni el Congreso de la Unión, sino en lo que diga el pueblo con base al resultado de la consulta popular.

Y nosotros sabemos que el pueblo es fácilmente manipulable. Regálale una coca, un lonche y 100 pesos y te dirá que sí a todo. O peor aún, pueden falsificar firmas con tal de validar la mentada consulta. 

Si alguien quiere juzgar a un servidor público, esa decisión debería tomarse por los representantes que legítimamente elegimos mediante el voto, es decir, por los diputados y senadores. Porque ahí está representada nuestra voluntad, y ahí se garantiza la pluralidad de opiniones y se llega a un consenso. 

Pero ¿qué pasó ayer en la sesión de la SCJN? Bueno, pues votaron a favor de la constitucionalidad de las consultas públicas. 

Eso quiere decir que cada vez que el presidente no cuente con el apoyo del Congreso, lo que hará es crear consultas y juntar firmas, y con esas firmas validar su decisión. 

Hoy fue para juzgar ex-presidentes. 

¿Pero mañana, qué se le ocurrirá?