Dicen que los ojos son el espejo del alma, pero en el caso de Bruno no. Tenía una mirada insolente y desfachatada, que iba a juego con su sonrisa retorcida, lo que le daba un aire de hombre atrevido y seguro de sí mismo. Caminaba con parsimonia lo cual a las mujeres les llamaba la atención, excepto a Melissa, en quien parecía surtir el efecto contrario, pues en vez de contemplarlo embelesada, solía lanzarle comentarios mordaces con el afán de hacerlo bajar de su nube.
Dicen que las personas son un libro abierto, pero hablando de Melissa, no podía decirse lo mismo. Ella era perfeccionista, inteligente, pero seria. No solía contar mucho ni de su familia ni de sí misma, así que su vida era un misterio. Sólo se le veía disfrutar cuando molestaba a Bruno.
Hasta que un día se supo por ahí que ella era fotógrafa profesional, y que trabajaba en una colección para exponer en una galería. El rumor llegó a Bruno, y le intrigó, pues los que se dedican al arte tienen un aura de personas intrépidas, y a Bruno le costaba trabajo conciliar esa imagen con Melissa. Desde entonces empezó a hacerle preguntas sobre su trabajo, cosa que en un principio ella vio con recelo, pero conforme más platicaban, y Bruno parecía más interesado; Melissa fue bajando la guardia, y le mostró algunas fotografías que él examinó.
-Están bien, pero…
-¿Pero qué?
-No vas más allá. Te quedas en la superficie. Te falta algo... Tienes que transmitir una emoción, tienes que retratar el alma humana. A mí estas fotos no me provocan nada.
Melissa se enfadó con el comentario.
-Eso es porque no tienes alma.
-¿Quién dice que no la tengo? Si sólo ves la superficie de las personas, con eso te quedas. Pero yo también tengo un alma.
-Sí, claro. ¿Y también amas y sueñas?
-Aunque no lo creas sí. También amo, y espero encontrar un día a la mujer con quien pueda compartir el resto de mi vida. Pero no sé si la encontraré porque no soy perfecto.
Melissa se quedó atónita. Los ojos de Bruno por primera vez le expresaron una emoción. Se dio cuenta que él sólo usaba una máscara para esconder su vulnerabilidad, su deseo de amar y ser amado. Ella pudo contemplar la verdadera belleza de Bruno, no la física, sino aquella que no se ve con los ojos.
Entonces decidió abrirse.
-Puede que el amor esté más cerca de lo que crees. Sólo te falta coincidir con esa persona. – dijo.
Y se atrevió a preguntarle algo que siempre había querido.
- ¿Posarías para mí? Sé que no soy buena fotógrafa, pero me gustaría intentarlo…
Entonces él se dio cuenta que había desnudado su alma. Se sintió avergonzado. Y sonrió con descaro.
-Sólo si me presentas a modelos guapas.
La respuesta la decepcionó.
-Eres un imbécil.
-Y tú eres muy agresiva.
Dicen que las personas usamos máscaras. Bruno y Melissa no pudieron despojarse de las suyas.
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