sábado, 21 de marzo de 2020

Pandemia

Todo esto de la pandemia nos tiene a todos preocupados y con desánimo. No hay a donde huir, esto está en todo el planeta. Hay países peores que otros. Pienso mucho en Italia. Hace diez años (¡diez años ya!) de mi viaje para allá. Un país hermoso, con bellos paisajes, arquitectura, gente alegre y dinámica. Hoy está sumida en la tristeza, el virus ha pegado fuerte allá, la gente está en cuarentena obligatoria y los muertos se cuentan por cientos.

El hecho de que este virus esté en todo el planeta (y que desgraciadamente se está multiplicando en México gracias a la irresponsabilidad de los viajeros), hace que me pregunte si acaso ya estamos viviendo el Apocalipsis, el fin del mundo.

Bueno, no quiero ser fatalista. Pero estamos viviendo algo inédito.

Pienso en los niños, en sus recuerdos de la infancia quedará que tuvieron que permanecer encerrados en casa, por semanas, sin poder salir a jugar. Que celebraron sus cumpleaños a puerta cerrada, sin sus amiguitos, sólo con sus papás y hermanos.

Pienso en los jóvenes, que suspendieron las clases para ahora estar aislados, en sus casas, tomando la clase frente a una pantalla.

Y sobre todo pienso en esa sensación de vulnerabilidad, desconfianza y aislamiento que todos vivimos. Salir a la calle con miedo a que alguien tosa o estornude cerca de nosotros, lavarnos las manos diez veces al día (o más), sin poder ir al cine, a fiestas, a nada.

Bueno, tampoco es que yo sea tan extrovertida. Estoy acostumbrada a pasar mucho tiempo en casa, pero aún así, las malas noticias nos llegan por todos lados.

También pienso que este año va a ser difícil encontrar el amor. ¿Cómo salir y conocer gente en estos tiempos? Imposible.

Habrá que esperar, ¿hasta cuándo? Quien sabe...

domingo, 15 de marzo de 2020

Caldo de murciélago

Hasta hace unas semanas no imaginaba que la extraña costumbre de los chinos de comer animales exóticos nos iba a afectar mundialmente.

Recuerdo que a inicios de Enero, alguien posteó en Facebook un video de cómo un grupo de chinos comía alegremente caldo de murciélago. El animal negro, retorcido, con el hocico abierto, flotaba en un plato con caldo y enseguida una china lo tomó con palillos y le dio una mordida, saboreándoselo.

No solamente el murciélago era parte del menú. También se comían otros animales, como sapos vivos, ratones, y otros bichos raros. Un chino agarraba un ratón vivo, lo remoja en salsa y se lo come de un bocado. Otro tomaba un sapo vivo, le arrancaba la cabeza con los dientes y sorbía las vísceras como si se tratara de un manjar.

El video me provocó náuseas, (obviamente no lo comparto por ese motivo, pero supongo que lo podrán encontrar en Youtube).

Después se supo que las autoridades clausuraron ese mercado, porque había aparecido un extraño virus.

El problema fue que se tardaron mucho en hacerlo. Para ese entonces la epidemia ya se había salido de control en esa ciudad. Y todo porque las autoridades hicieron caso omiso de la advertencia de un médico, le ordenaron que cerrara la boca y que no dijera nada. Por corrupción, negligencia, o las razones que quieran, los chinos no actuaron a tiempo.

Y el virus se propagó a Europa. Un italiano que anduvo de viaje en China,  regresó enfermo y aún así, continuó con su vida cotidiana, infectando a todos a su alrededor. Los médicos tardaron mucho en diagnosticar su enfermedad, no actuaron rápido y el virus se diseminó por todo el norte de Italia y posteriormente, se dieron otros casos en España, Alemania, Francia y otros países europeos. Todo por culpa de viajeros que andaban en China y de ahí se trajeron la enfermedad.

Para ese momento, yo pensaba que la cosa estaba crítica, pero que no afectaba tanto mi país porque nos divide un océano de distancia.

Pero me equivoqué. El efecto mariposa alcanzó a todo el planeta. Viajeros mexicanos (casi todos de clase alta, empresarios, que se pueden costear viajes a Europa) se trajeron la enfermedad a México. Y si en el primer mundo no supieron controlar la enfermedad ¿qué le espera a México, país tercermundista en donde la mitad de la población carece de Seguro Social porque trabaja en la informalidad?

Qué irresponsabilidad de esos ricos, que se atrevieron a viajar a Europa en esas semanas  a sabiendas que la OMS ya había advertido desde finales de febrero la gravedad de esa enfermedad.

Y no solamente eso, sino también la falta de reacción del gobierno por no poner filtros en los aeropuertos.

Ahora todos estamos con miedo, sin saber si continuar con nuestras actividades o no. Aún no han dicho nada. Solamente los centros educativos sí dieron la orden de cerrar hasta pasada Semana Santa. En mi caso, tengo que dar clases en línea.

Habrá muchas actividades que ya no podré hacer. Por ejemplo, ir al gimnasio, ir al Starbucks, o juntarme con amigos, tampoco podré ir al cine o al teatro. Todo se va a trastocar. Se avecina una época de aislamiento.

Y aunque todavía no han decretado cuarentena, ya se siente el ambiente tristón y desolador en Monterrey. Hoy por ejemplo, noté las calles vacías, muchos negocios solos y fui a la UANLeer (feria del libro de la UANL) y me dio lástima que estuviera sin gente.

Esperemos que todo salga bien y que la enfermedad no se propague mucho y que pronto podamos retomar nuestra vida cotidiana.


martes, 3 de marzo de 2020

ya soy maestra

pues no les había platicado, pero a partir de este año ya soy maestra universitaria. Doy clases de licenciatura. Era algo que desde hace más de diez años había querido hacer, pero no se me había dado oportunidad hasta ahora y creo que ahora es buen momento, ya que tengo más experiencia laboral y más conocimientos que hace diez años.

Así que he desempolvado mis libros de la carrera y preparado las clases, revisando tareas, revisando exámenes. Es más trabajoso de lo que imaginaba. Ahora sé lo que pasaron mis propios maestros.

Sin embargo, ahora es muy diferente a como cuando yo estudiaba.  A riesgo de sonar viejita quejosa con la frase "en mis tiempos las cosas eran diferentes..." es que sí, en mis tiempos no había tecnología, bueno, no tanta como ahora. El internet estaba en pañales así que no podías encontrar gran cosa ahí. Si querías investigar, tenías que ir a la biblioteca y consultar no uno, sino varios libros.

Ahora todo es muy diferente, al alcance de un clic tienen todo. Pero aún así, siento que la tecnología lejos de beneficiar a los chavos los perjudica, ya verán por qué.

1. Tienen vicio por el celular. En serio, un vicio, así tal cual. Aunque les pida que guarden el teléfono, se ponen ansiosos, nerviosos, intranquilos, como con síndrome de abstinencia, y apenas volteo a escribir algo en el pizarrón y para cuando volteo, ya están otra vez con el celular en la mano, mandando mensajes por Whatsapp. Si los he regañado cien veces es poco, y de nada sirve. No pueden estar ni un minuto sin el celular.

2. Copy-paste mal hecho. Varias tareas se entregan en línea, pero eso provoca que busquen todo en "San Google" sin revisar ni siquiera la fuente, y le den copy-paste sin razonar siquiera lo que pusieron. Es por eso que he optado por encargarles algunas tareas a mano.

3. Distracción. No sé que pasa con esta generación, pero en mis tiempos respetábamos al maestro y hasta le teníamos miedo. Hoy en cambio, se la pueden pasar en la chorcha, plática y plática y plática y no ponen atención mientras doy clase, o de plano dicen "voy al baño" y no regresan al salón. Ah, pero eso sí, luego están todos reprobados en el examen.

Así que cada vez me estoy volviendo más exigente, y creo que me falta serlo más. Tener más mano dura.

Ahí después les platicaré cómo me va.