jueves, 27 de noviembre de 2014

Hablando de política de México

No suelo hablar mucho de política porque es un tema bastante complejo y creo que hay muchos blogueros y periodistas que lo abordarán desde todos los ángulos. Sin embargo los hechos ocurridos en los últimos meses merecen una reflexión de mi parte.

No voy a narrar todos los hechos ocurridos desde la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapan, pues me imagino que ya los conocen a detalle. Sin embargo, hablaré un poco de como ha tomado la población este hecho.

Ha habido protestas, sí, muchísimas. Algunas pacíficas, otras con vandalismo. Todas reclaman justicia. Pero es difícil impartir justicia en un país donde se toman a los políticos como hazmerreír. El presidente Peña Nieto no es una figura que infunda respeto. La sociedad mexicana lo ha agarrado como monigote al cual lanzarle tomates y huevos. Tanto es así que hasta hicieron una piñata alusiva a él y la quemaron en el Zócalo. "Muera Peña Nieto, muera Peña Nieto" era el cántico de guerra.

Cierto es que para que la política mexicana haya llegado a este punto de ser objetos de burlas y descrédito es porque se lo ganaron a pulso, con tanta ineptitud y corrupción a manos llenas. Por eso la población se hartó y usaron la sarcástica frase del procurador de Justicia #Yamecanse, como hashtag en Twitter y Redes Sociales.

Comprendo a la sociedad mexicana, yo también estoy harta de todas estas situaciones de impunidad, corrupción, tráfico de influencias, nepotismo, desvío del erario público y todo lo que han hecho nuestros políticos. Sin embargo, tampoco la sociedad mexicana se caracteriza por tener un comportamiento ejemplar que digamos.

Cada que se impone una nueva ley para regular alguna situación, los ciudadanos se enojan. Sí, se enojan cuando los quieren sancionar. Desde por algo tan simple como multarlos por textear con el celular mientras manejan un vehículo, hasta las iniciativas de ley que propuso el día de hoy el presidente para combatir el crimen organizado. Se burlan, se enojan, sienten que son "mamadas". Básicamente, el pueblo no se toma en serio las leyes.

Y bueno, si el pueblo no quiere acatar las leyes, ¿qué se puede hacer? ¿Y por qué llegamos a este punto? Porque tenemos un presidente guapo. El PRI no se preocupó por poner a un estratega, sino puso una cara bonita. Un hombre que se aprende muy bien los discursos y que pone su mejor cara ante las cámaras. Es como un muppet, pero manejado por sabrá Dios cuantos hombres poderosos. Por eso no tiene autoridad. Por eso la gente no le cree.

Maquiavelo en su libro "El príncipe" decía que la mejor manera de gobernar un pueblo era a base de la represión y el terror. Porque cuando el pueblo teme a su presidente o a su rey, es más manejable. Esta estrategia ha sido empleada por los dictadores (véase por ejemplo a Corea del Norte o Cuba).

Pero en México el poder está muy disperso, entre muchos partidos políticos que no hacen alianzas entre ellos. El PRD por ejemplo, parecía ser una opción viable después del reinado del PRI y el fracaso del PAN. Pero las atrocidades que cometió el alcalde de Iguala de ascendencia perredista echaron al caño la credibilidad que pudo tener este partido. Todavía me aterroriza ver cómo el Estado de Guerrero es un panteón público. En donde caves encontrarás un cadáver. ¿Cuándo se había visto esto?

Nuestros políticos mexicanos les hace mucha falta tener inteligencia para gobernar. Se necesita que sean estrategas, que sepan actuar en conjunto para un bien común y ese bien común debe ser el pueblo. Pero mientras la gente pida la cabeza de Peña Nieto en un plato, este país será como una gallina sin cabeza, que corre y corre sin ver por dónde camina.





martes, 25 de noviembre de 2014

Chavana

Cuando iba al gimnasio siempre andaba Chavana ahí. Para quienes no lo conozcan, Chavana es un conductor del canal 12 Multimedios, amado por los nacos, odiado por los intelectuales, porque en su programa es un tributo a la superficialidad y la estupidez. Acompañado de mujeres exuberantes, voluptuosas y con poco cerebro y luchadores analfabetas, enojones y explosivos, Chavana simplemente es como un pastor de ovejas y ganado, pastorea a todo su elenco y los hace decir o hacer ridiculeces que entretienen a los televidentes que lo siguen.

Su programa es odiado por ciertos sectores de la poblacion. Dicen que promueve el machismo y que pone a las mujeres como objetos sexuales.

Pero bueno, les decía que Chavana iba al gimnasio a donde yo iba. Contrario a lo que imaginaba, es un tipo tímido y silencioso. Llegaba discretamente, hacía sus ejercicios sin llamar la atención. Si alguien lo reconocia y le echaba carro para provocarle, él solo respondía con una sonrisa diplomática en lugar de responder con albures como suele hacerlo en su programa. Es más, casi no hablaba con nadie, cosa rara.

Por lo que entendí que Chavana solo usa una máscara, así como los payasos se maquillan para actuar.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El padrecito y los pandilleros tatuados

Hace unas semanas, mientras volaba de México a Monterrey, en el avión en la fila delante de mí se sentó un sacerdote. El hombre que iba a su derecha vio su cuello blanco y le preguntó si era padre, a lo que él respondió que sí y de ahí se agarró plática y plática con ese señor y con la chica que iba a su izquierda.

Como yo escucho las conversaciones ajenas (de hecho tengo un libro titulado así, de venta en Amazon), pues me puse a escuchar sin querer queriendo la plática del curita.

"Yo doy misa en una iglesia en Iztapalapa", dijo. "Me da mucho miedo ir a esa zona, si viera usted. Muy conflicitiva, allá la gente anda armada. Un día, en la misa, me encendí en la homilía. Les dije: "Ustedes creen que por tener tatuado a San Judas Tadeo ya se van a ir al cielo. Y que con esos tatuajes ya se dicen cristianos. Pero de qué les sirve tener tatuado a San Judas Tadeo y a la Virgen de Guadalupe, si saliendo de aquí violan, secuestran, golpean, roban y matan. Mucho tatuaje, sí, pero son las acciones los que valen a los ojos de Dios. No los tatuajes. Cuando terminé la misa, muchos hombres se me acercaron: "Chale padre, por qué es así, por qué dice eso."
"¿Y qué pasó después?" preguntó el señor de enseguida.
"Pues que al terminar la misa, tomé un camión y se subieron pandilleros tatuados a asaltarlo". dijo con resignación.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Demasiado vieja para ir a conciertos

Me topé en Facebook con un reportaje que más bien era una pregunta "¿Demasiada vieja para ir a conciertos?".
Y venían, según esto, 10 señales que indicaban invariablemente que ya eras un anciano en vida que prefería estar en casa en pijamas y pantunflas tomándose un té caliente en lugar de estar en el desmadre.
Yo en mis veintes iba mucho a conciertos. Desde Evanescense, hasta Maná. Desde Luis Miguel hasta Yanni. La verdad mis gustos musicales eran muy variados. Yo no me casaba con un género, más bien me gustaba un artista y lo iba a ver, así de simple.
Pero hace varios años que dejé de ir a conciertos, pero no por las razones que menciona el artículo, sino por otras.
En primer lugar, porque no tengo con quien ir. Lo que me gustaba de los conciertos era ese previo a, o sea, esos momentos en donde estás esperando que salga el artista y estás acompañado de la bola de amigos, platicando y echando relajo, o bien, acompañada del muchacho que me gustaba. Ahora todos mis amigos están casados y los que están solteros siempre sacan la barra de que "es que ese artista no me gusta", "ese día trabajo" o "no tengo dinero". Así que ni hablar, sin compañía no se disfruta igual un concierto.
En segundo lugar, el traslado y el estacionamiento. Con esta ciudad tan fea y tan llena de desviaciones por obras viales que parece que nunca se terminan, manejar se ha vuelto una experiencia muy fastidiosa. Embotellamientos, caos por todas partes, lentitud... A eso hay que sumarle que cuando llegas a la Arena Monterrey o al Auditorio Banamex no hay donde estacionarse, o si lo hay los estacionamientos cobran carísimo, y si lo estacionas afuera tienes que lidiar con franeleros que te quieren cobrar un dineral como si ellos fueran los dueños de la calle.
En tercer lugar, los precios de los boletos. ¿Cómo es posible que cuándo yo era estudihambre me alcanzaba a ir a un concierto cada mes y ahora que trabajo estén tan caros? Lo pienso dos veces por el dinero. Tendría de veras que ser un artista que me interese mucho como para gastar dos mil pesos en ir a verlo.
Pero debo admitir que de todos modos, extraño ir a conciertos. Sentir esa adrenalina y cantar a coro con miles de personas, es una experiencia muy padre.
Este fin de semana vienen al Woodstock Plaza los Enanitos Verdes y Duncan Dhu, entre otros. Pero le pienso dos veces, porque Woodstock está rumbo a la carretera nacional y en fin de semana la carretera nacional se pone hasta el tronco de carros, y me da flojera. Y además, tengo la impresión de que es de esos festivales masivos al aire libre y no me quiero enfermar de gripa.
Mmmh, tal vez si soy demasiado vieja para ir a conciertos.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El madrazo

Una vez, hace tiempo, iba manejando por Felix U. Gomez. Me detuve en Colón, pues pensaba dar vuelta a la izquierda. Por una confusión mía, al ver que el semáforo cambió a verde, avancé pero inmediatamente me percaté que aún no se había puesto en verde la flecha a la izquierda y me detuve. Como quedé casi en la mitad del cruce de avenidas, retrocedí un poco, pues temía que un camión que fuera a dar vuelta se estampara contra el cofre.
Al dar reversa, sin querer, le di un golpecito al coche de atrás. Fue algo leve, mínimo, o como solemos decir en Monterrey "le di un besito".
Inmediatamente el tipo se bajó de su carro, me tocó el vidrio y me dijo muy enojado:
––¡Ya me diste un madrazo!
Yo me quedé sorprendida por los modales tan "encantadores" y "finos" de este "caballero", que luego luego se le notaba la alcurnia y la educación, verdad. Bajé el vidrio y reconocí mi error.
––Pues sí.
El hombre, todavía enojado, no se movía de ahí. Casi casi creo que hasta quería llamar al seguro. Bajé del carro. Una pensando tal vez que por "madrazo" se refería a que yo le había destrozado el cofre del carro convirtiéndolo en chicharrón prensado. Pero no, su coche estaba intacto. Antes bien el mío SÍ se había rayado la fascia.
Entonces el tipo, con una mirada tan prepotente y burlona, digna de su educación y su alcurnia como ya dije, me dijo:
––Sí, se madreó más el suyo.
––Así es.
Y ni tiempo de decirle nada, pues el semáforo ya había cambiado a verde y más veinte cabrones me estaban mentando la madre con el claxon porque no avanzaba.
Y esta es una muestra más de los hombres tan caballerosos y finos que tanto abundan en Monterrey. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Mi guerra contra Banamex

Bueno Banamex, ya te declaré la guerra, así que ahora te aguantas.

En el lapso de que terminé de escribir mi post anterior recibí dos llamadas más de Banamex. Entonces lo que hice fue ponerles esta grabación al teléfono. Obviamente, el operador me colgó.

Acoso telefónico Banamex

Estoy muy molesta con Banamex porque esta institución carece de toda ética en lo que se refiere a la confidencialidad de los datos del usuario. Sus constantes e insistentes llamadas ya llegaron al punto en que uno pierde completamente los estribos. En este momento que estoy escribiendo este post, en el lapso de una hora, señores, una hora he recibido nada mas y nada menos que cinco llamadas, todas de distintos despachos de telemercadeo pero todas ostentándose como Banamex. La situación es insoportable sobre todo porque esto sucede a lo largo del día, incluso hasta altas horas de la noche, incluyendo sábados y domingos.

En un principio cuando comenzamos a recibir estas llamadas, amablemente nos negamos a los servicios que ofrecían, después dimos evasivas de que la persona que buscaban no se encontraba, después optamos por gritarles y exigirles que dejaran de llamar. También hemos optado por no contestar o colgarles. Pero nada de eso ha funcionado. Cada vez es un operador diferente. Los números provienen de México y Guadalajara y a veces de Monterrey o Tabasco.

Estamos pensando en acudir ante la CONDUSEF a inscribirnos en el REUS para que bloqueen estas llamadas. Falta ver qué tal nos atienden ahí y ver si de verdad cumplen lo que prometen y quitan nuestro teléfono de la lista de llamadas.

Yo la verdad, a los que me lean, les digo que nunca, nunca, nunca contraten un servicio de Banamex, jamás. Porque esta gente carece de escrúpulos y te ven como un cautivo, para venderte servicios inútiles y sacarte hasta el último centavo. No respetan tu privacidad ni tu confidencialidad.

A continuación les doy una lista de los números que nos están acosando telefónicamente, no está completa, son los números que me acaban de llamar en este lapso.

5511647372
8141702430
5553220450
5553220450
5544458340



jueves, 6 de noviembre de 2014

Escribir en otoño

Curiosamente en otoño-invierno es cuando más me da por escribir. Supongo que la lluvia, los días nublados y el frío hace que me ponga a imaginar más historias. También he pensado que si viviera en un país con esas características, tipo Canadá o Irlanda, me la pasaría escribiendo todo el santo día. En verano, por el contrario, me bloqueo. El calor hace que se me evapore la imaginación. Así que voy a aprovechar estos días lluviosos que hay en Monterrey para ponerme en friega a escribir. Sobre todo porque quiero terminar una nueva novela.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Día de Muertos

Como nací y he vivido toda mi vida en Monterrey, aquí nunca se celebra el Día de Muertos. Por su cercanía con Estados Unidos, Monterrey adoptó las fiestas y personajes de allá, como el Halloween y Santa Clos. Por eso el Día de Muertos siempre me pareció algo muy ajeno, que últimamente lo están retomando más como novedad que como tradición.

Sin embargo en estos días tuve la oportunidad de viajar al Distrito Federal y a Puebla y me tocó precisamente ver de cerca esta celebración. En el Distrito Federal, ciudad cosmopolita, que se mueve entre la cultura prehispánica y el arte moderno, en las noches los jóvenes salían maquillados como calaveras. Pintaban sus rostros como calacas, algunos se esmeraban más que otros, especialmente las mujeres quienes se disfrazaban de muertes catrinas sexys, con faldas de tul, botas largas, guantes de red y sombreros elegantes. Los hombres por su parte, algunos iban de traje y sombrero de copa, otros como motociclistas de Harley Davidson. Pero todos ellos se dirigían a la explanada del Palacio de Bellas Artes, a celebrar la antesala del Día de Muertos.

En Puebla, por otra parte, ciudad colonial y religiosa. En sus iglesias esparcían pétalos de cempasúchil. Sus campos, de hecho, brillaban de esas flores naranjas que eran cortadas por los campesinos. En las dulcerías había calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto. Y los niños salían a la plaza, disfrazados. "¿Me da mi calaverita?", preguntaban a las personas agitando una bolsa con las monedas que habían recolectado de otros transeúntes.

El altar de muertos en la Presidencia Municipal, de grandes dimensiones, de ofrendas, de figuras de papel maché, y papel picado de colores en el techo. Más flores de cempasúchil. Y en sus panaderías el pan de muerto recién saliendo del horno, espolvoreado con azúcar, algunos rellenos de cajeta o chocolate.

Para ellos es una tradición de siglos, para mí fue una novedad. Quizá porque es una celebración que realmente proviene de mi país, que no fue importada y que tampoco es tan comercial. Desde ahora para mí el Día de Muertos tendrá otro significado para mí.