viernes, 15 de julio de 2016

Vacaciones largas

Cuando era niña mi época favorita era cuando se llegaban las vacaciones de verano, las cuales llamábamos "las vacaciones largas" porque duraban dos meses. Y es que antes el calendario escolar no era tan extenso como ahora. A finales de junio ya habíamos terminado las clases y ya habíamos presentado los exámenes finales. Así que teníamos la mitad de junio, todo julio y la mitad de agosto para descansar.

Aunque muchas compañeras presumían irse de viaje en esa temporada a Disneylandia o la Isla del Padre, en mi familia nunca hubo mucho dinero para eso. Sin embargo, no quiere decir que no disfrutara esos días. Podía levantarme a la hora que quisiera, usar la ropa que yo quisiera (adiós uniforme), jugar todo el día, ver mis caricaturas favoritas, comer fruta, etc.

Era precisamente en el verano cuando yo escribía más. Me bastaba solo una libreta y una pluma para echar a volar mi imaginación. 

Y así cada año fui llenando libretas y libretas de cuentos e historias que tenía en mi cabeza.

Ahora los niños tienen muy pocas vacaciones. Siento pena por ellos porque se están perdiendo esa etapa del juego libre, de no tener horarios ni obligaciones. Ya de adulto, las vacaciones te las dan a cuenta gotas, un puñado de días al año que muchas veces utilizamos no para descansar, sino para hacer otras obligaciones o pendientes que no podemos hacer porque estamos en la oficina.

Deseo otras vacaciones largas, de dos meses, como antes.