sábado, 29 de diciembre de 2012

Venta de cachorros

Una vez estaba con una amiga en la calle Morelos, afuera de una tienda de mascotas llamada la jungla de Timo, y se nos acercó un vendedor callejero que nos ofreció un cachorro, a un precio de 1,500 pesos, y hasta nos lo vendía con su "acta de nacimiento". Neta. Traía un papel igual a las actas que da el registro civil, obviamente hecho en computadora, pero que era el acta de nacimiento "oficial" del perro. =S

El perro que nos vendía era perro de mescolanza de razas, y probablemente sin vacunar y sin desparasitar. Pero el hombre estaba friegue y friegue en que se lo compráramos. Al final, ante nuestra negativa, se fue. Sin embargo, no es un hecho aislado. Cada fin de semana en la carretera Nacional se estacionan vendedores de cachorros, y los traen exhibiendo como si fueran costales de naranjas, alzándolos frente a todos los automovilistas que pasan. Algunos se los compran, pues nunca falta el niño que quiere un perrito para jugar. Desafortunadamente, cuando se les pasa la novedad, echan el perro a la calle y se convierte en una plaga. Es bastante común ver perros atropellados en las avenidas, precisamente porque los abandonaron. No hay una cultura para el cuidado de las mascotas, en muchos sentidos. Muchos mantienen al perro encerrado en callejones, hasta que llega un momento en que el perro se vuelve muy neurótico y agresivo de tanto encierro. Otros que sí pasean a las mascotas en los parques públicos, permiten que el perro se haga popó en medio de las banquetas, y dejan los excrementos ahí, no se llevan ni siquiera una bolsita para recogerlos y echarlos en un contenedor de basura. No tienen el mínimo respeto por los demás paseantes, incluidos niños que juegan en los parques. Así que hace falta concientizar más a la población sobre el cuidado de las mascotas, al menos aquí en nuestra ciudad.


Dora la exploradora, la película

No sé si sea broma o no, pero tenemos una nueva heroína: Dora la exploradora.

Chequen este movie trailer. Acción, suspenso, y risas garantizadas.


Nostalgia

En estos días he andado muy inspirada con los cuentos, así que ahí les va este pequeño relato que se me acaba de ocurrir.

Era 1996, un noviembre que teñía las hojas de los árboles de la universidad en tonos amarillentos. Virginia se salió de su clase de Derecho Mercantil, y se fue a la biblioteca, pero no para hojear libros, sino para entrar a la sala de informática. Tenía ganas de usar eso que todo mundo llamaba ICQ, que era una especie de chat donde podías platicar con cualquier persona del mundo. La hora de clases era la mejor, pues podía escoger cualquier computadora. 

Virgnia se conectó, esperando encontrarse con algún alemán, o un francés, o un argentino. En ese momento una ventana emergente se abrió.

"Hola"
"Hola"
"¿Cómo te llamas?"
"Virgina, ¿y tú?"
"Daniel"
"¿De donde eres?"
"Monterrey, ¿y tú?"
"También"
"¿Edad?"
"18 y tú?"
"18 también"
"¿Estudias o trabajas?"
"Estudio en Leyes, en la Uni"
"¿En la Uni? Yo también estoy ahí. Pero yo estoy en FIME. ¿Dónde estás ahorita?"
"En la sala de informática"
"Yo también. ¿Te puedo ver ahorita?"
"Claro."
"¿Que llevas puesto"
"Blusa blanca y pantalón de mezclilla"
"Ahorita te veo, no te muevas"

Virgina se quedó sentada. Al poco rato, un chico de anteojos y cabello revuelto se asomó y agitó su mano. Virgina se levantó, y salió de la sala. 

"Hola, soy Daniel"
"Virginia"
"¿Quieres platicar en otra parte? Vamos a la cafetería"

Virgina y Daniel se echaron sus respectivas mochilas al hombro, y fueron a la cafetería de Leyes. Pidieron unos licuados de plátano tamaño litro, y se sentaron a platicar. Fue algo curioso, pues aunque tenían unos minutos de conocerse, la química se dio de inmediato. Sonrisas inocentes, chistes blancos. Caminaron por toda ciudad universitaria, se tomaron de las manos. Ninguno de los dos fue a clases ese día. Se sentaron en una de las bancas de rectoría, platicaron sobre sus planes de conquistar el mundo, de convertirse en un movimiento de cambio, ella convirtiéndose en ministro de la Suprema Corte, él fundando algún imperio informático. 

Al llegar la tarde, él le preguntó:
"¿Quieres ir al cine?"

Virginia aceptó. Se cruzaron el puente que unía ciudad Universitaria con los cines y el bolerama. Entraron a ver una película de Jonhy Deep. En la oscuridad de la sala, se tomaron de las manos. Se podría decir que las chispas saltaban de sus cuerpos, como cortocircuito. Fue ahí donde ambos se dieron su primer beso. 

Al terminar la función, ya era de noche, y era momento de irse. Él le pidió su teléfono. Ella lo escribió en una hoja de cuaderno que él guardó en su mochila. El prometió llamarla. 

Pero al día siguiente, cuando él buscó la hoja, no la encontró por ningún lado. Desesperado, vació toda la mochila, y al no hallarla, fue todas las tardes a la facultad de Leyes para ver si podía volver a verla, mas nunca la encontró de nuevo. En esa época aún no existían los correos electrónicos, ni las redes sociales, ni siquiera los celulares. Ella se quedó esperando su llamada, y se lamentó no haberle pedido a él su teléfono.  También fue a buscarlo a FIME, pero le fue imposible encontrarlo. Sólo quedó en sus labios ese recuerdo de ese primer beso, tan dulce, tan breve, tan puro.

Se graduaron y pasaron los años. Ella no logró convertirse en ministro de la suprema corte, sino que terminó trabajando en el departamento de cobranza de una empresa telefónica. Él no fundó un imperio informático, sino que se puso a trabajar en una empresa de fibra óptica allá en Apodaca. 

Llegaron nuevas parejas, relaciones dolorosas, decepciones cargadas con lágrimas. Él conoció el sexo en brazos de una mujer mayor que él. Ella sufrió la infidelidad de su pareja. Nunca más volvieron a recibir un beso blanco, puro e inocente, y sus bocas se evocaban mutuamente, en aquellas tardes de noviembre en que las hojas se pintaban de amarillo. 

La tecnología avanzó. El ICQ desapareció. En su lugar aparecieron nuevas redes sociales, Facebook, Twiter, pero en ninguna de ellas Daniel pudo encontrar a Virginia ni ésta a él. Hasta que un día, después de quince años, él recibió la oferta de trabajo para mudarse a Estados Unidos, y al tirar su vieja mochila, sintió que por debajo del forro había un papel. Era el teléfono de Virginia, con menos dígitos pues en ese entonces la marcación no era tan larga. 

Perturbado y aturdido, él tomó el teléfono, y llamó, esperando con pocas ilusiones que ella contestara, pues ya habían pasado muchos años. Pero no quedó decepcionado. Ella respondió. Ese mismo día se encontraba de visita en casa de su madre. 

"¿Se encuentra Virginia?"
"Soy yo, ¿qué se le ofrece?"
"Soy Daniel.... ¿me recuerdas?"

Virginia casi soltaba el teléfono de nervios, mientras el recuerdo de su primer beso volvía a su memoria. 

Las facultades de Leyes y FIME eran muy diferentes, la torre de Rectoría tenía otra fachada, y el cine ya había sido demolido. Pero Daniel y Virginia se reunieron en la explanada. Los estudiantes caminaban con las cabezas agachadas, mirando las pantallas de sus iphones y tablets, ninguno se saludaba mutuamente. Pero un hombre y una mujer se reconocieron, y volvieron a besarse como si nunca hubiera pasado el tiempo. 






"

A lot of coffee

No manches, ayer tomé mucho café. Yo creo que fácil me tomé seis tazas, y ni estaba tan bueno, sabía a agua de calcetín, pero con la plática a fuerzas tengo que tener mi café, o no me inspiro para sacar mis broncas existenciales ni para hacerle de psicóloga. De buenas que era de refill.

Hay chavas que encuentran su consuelo en la cerveza o la bebida. Yo no. Prefiero el café. Ese aroma, y esa sensación de calorcito entre mis manos, sobre todo en estas fechas en que hace frío.

El mejor café que he tomado en toda mi vida fue en una cafetería que ya no existe. Estaba en los bajos del antiguo palacio municipal. Era un café veracruzano con escencia de avellana o almendra. Qué cosa más deliciosa. Y aunque he buscado un sabor similar, no lo he encontrado. :(

Pero mientras, me conformo con el café de siempre. Tengo la sangre llena de cafeína y mucha cuerda para rato.