Todo esto de la pandemia nos tiene a todos preocupados y con desánimo. No hay a donde huir, esto está en todo el planeta. Hay países peores que otros. Pienso mucho en Italia. Hace diez años (¡diez años ya!) de mi viaje para allá. Un país hermoso, con bellos paisajes, arquitectura, gente alegre y dinámica. Hoy está sumida en la tristeza, el virus ha pegado fuerte allá, la gente está en cuarentena obligatoria y los muertos se cuentan por cientos.
El hecho de que este virus esté en todo el planeta (y que desgraciadamente se está multiplicando en México gracias a la irresponsabilidad de los viajeros), hace que me pregunte si acaso ya estamos viviendo el Apocalipsis, el fin del mundo.
Bueno, no quiero ser fatalista. Pero estamos viviendo algo inédito.
Pienso en los niños, en sus recuerdos de la infancia quedará que tuvieron que permanecer encerrados en casa, por semanas, sin poder salir a jugar. Que celebraron sus cumpleaños a puerta cerrada, sin sus amiguitos, sólo con sus papás y hermanos.
Pienso en los jóvenes, que suspendieron las clases para ahora estar aislados, en sus casas, tomando la clase frente a una pantalla.
Y sobre todo pienso en esa sensación de vulnerabilidad, desconfianza y aislamiento que todos vivimos. Salir a la calle con miedo a que alguien tosa o estornude cerca de nosotros, lavarnos las manos diez veces al día (o más), sin poder ir al cine, a fiestas, a nada.
Bueno, tampoco es que yo sea tan extrovertida. Estoy acostumbrada a pasar mucho tiempo en casa, pero aún así, las malas noticias nos llegan por todos lados.
También pienso que este año va a ser difícil encontrar el amor. ¿Cómo salir y conocer gente en estos tiempos? Imposible.
Habrá que esperar, ¿hasta cuándo? Quien sabe...
El hecho de que este virus esté en todo el planeta (y que desgraciadamente se está multiplicando en México gracias a la irresponsabilidad de los viajeros), hace que me pregunte si acaso ya estamos viviendo el Apocalipsis, el fin del mundo.
Bueno, no quiero ser fatalista. Pero estamos viviendo algo inédito.
Pienso en los niños, en sus recuerdos de la infancia quedará que tuvieron que permanecer encerrados en casa, por semanas, sin poder salir a jugar. Que celebraron sus cumpleaños a puerta cerrada, sin sus amiguitos, sólo con sus papás y hermanos.
Pienso en los jóvenes, que suspendieron las clases para ahora estar aislados, en sus casas, tomando la clase frente a una pantalla.
Y sobre todo pienso en esa sensación de vulnerabilidad, desconfianza y aislamiento que todos vivimos. Salir a la calle con miedo a que alguien tosa o estornude cerca de nosotros, lavarnos las manos diez veces al día (o más), sin poder ir al cine, a fiestas, a nada.
Bueno, tampoco es que yo sea tan extrovertida. Estoy acostumbrada a pasar mucho tiempo en casa, pero aún así, las malas noticias nos llegan por todos lados.
También pienso que este año va a ser difícil encontrar el amor. ¿Cómo salir y conocer gente en estos tiempos? Imposible.
Habrá que esperar, ¿hasta cuándo? Quien sabe...