El otro día estaba sentada en una banca en una plaza comercial, y estaba justo frente a una zapatería donde vendían unos zapatos de tacón altísimos. Se veían bonitos, pero demasiado altos. A mí no me gusta usar tacones de ese tamaño por varias razones: porque al ponérmelos, todos los hombres me parecen chaparritos. Porque me provocan mucho desgaste en las rodillas. Porque no puedo manejar con ellos. Porque me duelen mucho los pies... En fin, ya en otro post había hablado sobre eso.
Pero mientras miraba esos zapatos, de repente pasó una pareja. La chava iba muy guapa. El chavo le quedaba a la altura del hombro. Sin embargo, noté algo raro en la manera de caminar de la chava. Miré a los pies de ella y estaba usando esos zapatos de tacones altísimos, y por lo mismo, ella caminaba chueco, pasos cortos, los tobillos se le tambaleaban, parecía que se aferraba hasta con las uñas de los pies al piso para no caerse.
A mí no me pareció sexy, tanto tacón para luego terminar caminando como si tuvieras polio...
Pero mientras miraba esos zapatos, de repente pasó una pareja. La chava iba muy guapa. El chavo le quedaba a la altura del hombro. Sin embargo, noté algo raro en la manera de caminar de la chava. Miré a los pies de ella y estaba usando esos zapatos de tacones altísimos, y por lo mismo, ella caminaba chueco, pasos cortos, los tobillos se le tambaleaban, parecía que se aferraba hasta con las uñas de los pies al piso para no caerse.
A mí no me pareció sexy, tanto tacón para luego terminar caminando como si tuvieras polio...