Chequen a este italiano.
Muy guapo. ¿No creen? Se llama Paolo Giordano, y a que no adivinan qué estudió. Bueno, les diré: es Físico Teórico Cum Laude, o sea, con mención honorífica. (Adiós al estereotipo de que los nerds son feos) Pero ahí les va otro acertijo: ¿qué es lo que convirtió a este guapo treinteañero en alguien famoso? A que además de científico, es escritor.
o_O
(Dios, en serio, de veras de veras, ¿por qué no me mandas uno de esos hombres a mí? Yo quiero uno de esos!!!!! )
Ok. A lo que iba es que este muchacho escribió una novela llamada "La soledad de los números primos", con la cual ganó el Premio Strega en el 2008, y a la fecha ha sido traducida a 23 idiomas. Ya leí el libro, así que ahí les va mi reseña, ahora sí.
Esta novela trata de dos historias paralelas, la de Alice y Mattia. Cada uno, por su lado, en su niñez y por insistencias de sus padres a hacer cosas que no querían hacer (ella a aprender a esquiar, el a cuidar de su hermana), sufre de un evento traumatico que les cambia la vida y les marca su personalidad, conviriténdolos en chicos inseguros y solitarios que constantemente se autocastigan. Al llegar a la adolescencia se conocen en el colegio. Alice desde el primer momento se siente atraída por la personalidad de Mattia, tan semejante a la suya, y establecen una amistad que a veces tiene algo de amor, a su manera, claro está. Es de esas historias de encuentros y desencuentros a lo largo de los años, donde a veces uno de los protagonistas tiene pareja cuando el otro está solo, y viceversa, así que vemos crecer a los personajes paralelamente y a la vez tan distantes.
La novela tiene cierta maquetación matemática, basada en una premisa que descubrio el propio autor en Wikipedia, y que incluye en la historia.
«En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»
Y la premisa se cumple, una y otra vez, con esa precisión matemática en los capítulos donde Alice y Mattia coinciden. Así funciona la novela, con el común denominador de la soledad. Las dos historias se pueden leer separadamente o en conjunto, y podría decirse que cada una tiene su principio, su desarrollo y su final, pero se juntan sin tocarse entre sí. Quizá eso sea lo realmente interesante desde el punto de vista narrativo.