miércoles, 22 de octubre de 2014

Tres locos

Vivimos amontonados en una ciudad caótica y estresante y mal hecha como es Monterrey, y aun así la gente no pone de su parte para hacer más llevadero el día. Al contrario, la hacen más insufrible.

He aquí lo que pasó el día de hoy. 

Hay un cliente en el despacho, unos abogados, que no pagan impuestos. Porque a sus señorías no les gusta pagar, así simplemente. Por más que uno les recuerde y les llame que ya tenemos listo su pago provisional, los señores no quieren pagar. Pero eso sí, son bien leguleyos a la hora de exigir. Te citan la ley hasta con el punto y la coma. Nada más que conmigo se la pelan porque también soy abogada así que esas palabrería legislativa no me intimida. Al contrario, a veces les respondo de la misma manera los correos, citándoles hasta el punto y la coma del código fiscal y la resolución miscelánea fiscal. Pero bueno, eso es otro tema. Resulta pues que les cayó un requerimiento para que paguen toda la bola de impuestos atrasadotes que tienen.  Les pregunto si les paso las líneas de captura para que ya hagan el pago y demos contestación al escrito. Uno de los abogados me llama con muchos huevos para decirme que no tiene con qué pagar... "QUE A VER COMO LE HACEMOS". No, pues qué padre. Como si yo fuera la responsable de que ellos no quieran pagar. Lo malo es que este tipo de personas son de las que llaman un viernes día ultimo de mes a la hora de la salida, exigiendo así, con muchos huevos, que le pasemos todo lo que debe. Le vale gorro si se lo pedimos todo el año. 

El segundo cliente es un viejillo cascarrabias. Desde hace tres semanas le pedí que me mandara su contabilidad. Obviamente, se sordeó. Pero hoy llama, también con muchos huevos, y me dice con tono golpeado y prepotente: "¿Cuanto debo de impuestos, oiga?" Y yo le respondo: ¿De qué año? Porque debe del 2011, 2012, 2013..." Y me interrumpe (porque siempre interrumpe este viejo), "usted sabe de qué le estoy hablando, quiero los impuestos". Y yo le vuelvo a preguntar que de qué ejercicio fiscal, y otra vez me interrumpe y me habla como si yo fuera retrasada mental (a él le gusta dirigirse así con las personas, como si él fuera un pinche Einstein y los demás una bola de changos retrasados):  "A ver, ¿que no entiende? ¿Cuánto debo de Enero, Febrero?" ¿Del 2014?" insisto en preguntar, y respondo: "Debe septiembre". "¿Cómo que debo septiembre?" "Porque no me ha entregado su papelería, señor, por eso no está contabilizada" "Pues ustedes que no vienen por ella", me responde. "Sí fueron por ella y su secretaria les dijo que no la tenía lista, fueron 3 veces". El señor, bien fino, me cuelga el teléfono. 

Por si el día no hubiera sido tan estupendo, voy manejando. Como sabrán, ahorita Monterrey está más lleno de pozos y zanjas que la superficie de la luna, porque por todos lados están construyendo obras de pasos a desnivel o el metro. Doy el paso a una camioneta. Avanzo a vuelta de rueda. Estoy esperando que avance la fila, pero un tipo que viene de poniente a oriente, suena el claxon de manera permanente por más de dos minutos. Como si con eso mágicamente mi carro volara y le diera el paso ¿no? Como no le hago caso, me grita: "¡Hazte para atrás!", bien huevudo el tipo. Y yo le grito: "¡No!"

Y este fue otro día más en la ciudad de Monterrey. Qué chulada de gente.