Ayer la empresa organizó una actividad de voluntariado, para ir a visitar el DIF Capullos, que es una casa hogar para niños abandonados y maltratados, auspiciada por el Gobierno.
Ya hace dos años había tenido la experiencia de ir ahí, y esta vez, me di la oportunidad de volver a ir. Nos reunimos a las 8:30 de la mañana y de ahí partimos para allá.
Después de pasar por un riguroso control de seguridad (dado que ahí se protege mucho la integridad de los niños), pudimos entrar al lugar, el cual es como una especie de villa. Hagan de cuenta como entrar a un fraccionamiento privado, donde hay casas, pero en vez de familias, habitan niños con sus tutrices. En el centro hay un campo de fútbol, y también tienen auditorios, escuela, y otras áreas recreativas.
Inflamos globos, que no duraron mucho porque los niños los reventaron, jaja. También se subieron a los brincolines e inflables, y les repartimos bolsitas con dulces y papitas.
Yo, tan seria que soy, en un principio batallé un poco en despojarme de ser tan perfeccionista. Pero ya después lo que hice fue simplemente acercarme a donde estaban las niñas. Una de ellas me pidió que le hiciera una flor con globos, y otra más me abrazó y me pidió si la podía ayudar a ponerse los zapatos. Más tarde, me senté en medio de los niños de 5 y 6 años. Uno de ellos quería que le diera papitas en la boca. Otro con carita deformada, me agarró de la mano y me pidió que lo llevara a los brincolines.
Es increíble que los niños te agarren confianza una vez que te relajas. También es increíble y cansado ver la energía que tienen. Es como jugar con fuegos pirotécnicos. Demasiada, demasiada energía, por lo menos para mí, que no tengo hijos y no estoy acostumbrada, jeje.
Después de estar un rato y "rescatar" a un niño de los brincolines, porque por poco se lastimaba, me fui a los cuneros.
Esta vez me tocó cargar a un bebé de unos 10 meses. Un bebito muy inquieto, pero muy risueño. Lo cargué y medio lo arrullé para que se calmara, y me sonrió de oreja a oreja, mostrando su par de dientecitos. Si lo dejaba en el andador, hacía pucheros, por lo que volvía a cargarlo, y otra vez se volvía a reír conmigo. Me tocó la cara, la nariz, la boca, y luego empezó a desabrocharme un botón jaja. Yo creo que tenía hambre y buscaba comer. Me pregunté quiénes serían los papás de ese bebé, que ahora estaba tan solito. Lo abracé fuertemetne, y le di un besito, antes de dejarlo con las nanas.
Fue una bonita experiencia ver su sonrisita inocente, y la de los demás niños que se emocionaban al recibir los dulces y globos. Salí muy animada, y contenta de haber participado.