El hotel de Lido di Jesolo me gustó por su pintoresca fachada, de paredes amarillas con marcos azules, y lo cerca que estaba de la playa, a sólo cinco minutos caminando. Lo único incómodo fue que para entrar, tenías que subir una escalera, y cargando las maletas era algo complicado.
No hubo tiempo de bañarnos, ni cambiarnos, ya que llegamos algo tarde, y muchos habían contratado un paseo nocturno hacia Venecia. Yo no lo tomé, ya que desconocía de ese paseo, yo ya los había pagado todos en la agencia de viajes a mitad de precio, y ese fue como sacado de la manga y costaba 57 euros, lo que rebasaba mi presupuesto. Además, yo tenía contratado el paseo matutino en góndola para el día siguiente, así que no había pex. De todos modos conocería Venecia.
En el restaurante del hotel nos acomodaron las mesas de tal modo que todos cenamos juntos. Yo me senté en la cabecera porque no me quedó de otra. El hotel tenía poco personal, los mozos hacían de meseros, así que se tardaban un chorro en atendernos.
Durante la cena, efectivamente, nos sirvieron pasta.
Hasta ahora no he mencionado cómo es la comida en Italia. Los desayunos consisten en pan dulce, galletas, pays de zarzamora, manzana y frambuesa, jugo, pan tostado con mermelada de albaricoque, y por supuesto, café capuchino, ese nunca faltaba. Por lo que se refiere a la comida y la cena, te sirven primero un platototote de pasta, de todas las formas que te puedas imaginar: de macarrones, de moñitos, lasaña, pomodoro, ravioles, etc., pero al fin y al cabo, pasta, ya que ésta es considerada como un platillo de entrada, y es de refill, por así decirlo. Puedes comer toda la que quieras. Una vez que terminas la pasta, te sirven el plato principal, que es pollo, pescado o carne, acompañado de puré de papa o bolitas empanizadas de papa. Sirven además en una canasta un pan que es muy seco, y como bebidas, sólo tienes cuatro opciones: agua, cerveza, vino o coca. Allá la coca es carísima, así que si vas para allá mejor tomar agua o vino, que sale más barato. Yo como venía demasiado sedienta, opté por tomar agua.
Las bebidas no venían incluidas en el paquete, así que el mesero pasó por la mesa para cobrárnoslas. Yo saqué mi credit card, porque quería ahorrarme algunos euros en efectivo para gastarlos mejor en souvenirs, pero oooh, Dios, no me la quisieron aceptar, que porque el agua costaba dos euros, que era muy poquito como para pagarla con tarjeta de crédito.
Ash, pues saqué un billete de veinte dólares, y el mesero me regresó 5 euros de feria.
Mmmmh, a ver, a ver, como que salí bailando con el dinero. Un euro vale $1.5 dólares. Luego caí en la cuenta que me habían cobrado el agua en 8 euros. Chin, aunque sea contadora, no tengo la habilidad de calcular con la mente.
Bueno, nos levantamos de la mesa. Los que iban al paseo nocturno se encaminaron a la puerta, y yo iba a subir a mi habitación cuando el mesero me pidió que pasara al bar.
El mesero no hablaba español, sólo italiano mascado e inglés mascado, porque era inmigrante. Allá en las provincias italianas hay mucho inmigrante. Creo que me dijo que era de Bangladesh o de algún país de esos. Me sirvió una taza de café capuchino. Yo estaba aterrada. Si me había cobrado el agua en 8 euros, ¿a cuánto me iba a cobrar el café?
Yo le dije que no, pero él dijo que era cortesía de la casa, entonces pensé:
-Ah, entonces está consciente que me cobró de más, y quiere compensarlo.
Así que lo tomé. Y el chavo empezó a hacerme plática. Qué de dónde era, que si venía sola, que si tenía novio…
Llegué a la conclusión de que me estaba ligando cuando me sirvio una copa de vino tinto, quesque él la invitaba. jajaja.
En fin, quien sabe que tenía Italia que allá yo era muy popular.
Le di las gracias al mesero, y subí a mi cuarto a bañarme, descansar y llamar a mi familia. Salí al balcón del hotel, y pude ver la callecita, su gente, sus tiendas. Me prometí que al día siguiente daría la vuelta por ahí.