domingo, 10 de julio de 2011

Crónica de un viaje a Italia. 6a. parte

Al día siguiente, me levanté a la hora programada, pero por andar tomándome fotos en el balcón de la habitación, me perdí del desayuno. Bajé cuando ya todos se estaban yendo al autobús. Rápidamente, agarré en una servilleta pastelitos de diferentes clases, y los eché a mi bolsa.

Ese día todo indicaba que iba a hacer mucho calor, así que me vestí con shorts y blusa sin mangas. Íbamos rumbo a Venecia. Tomamos un barco, en el muelle de la laguna. Y es que Venecia está entre el mar y la laguna.

Nos dieron un mapa, que más bien parecía un rompecabezas, y esto es porque Venecia es un conjunto de islas unidas por puentes y canales. De acuerdo con la historia, esta ciudad fue creada debido a que los habitantes de esa región, ante la invasión de los pueblos bárbaros, se vieron forzados a irse a las islas, ya que los bárbaros no tenían conocimientos de navegación. Sin embargo, dado que el espacio de esas islas era pequeño, se las ingeniaron para construir sobre el agua, clavando pilotes o troncos de cedro. Y hasta la fecha, la ciudad se sostiene sobre esos pilotes de madera. Asombroso ¿no?

Navegamos por la laguna, hasta que llegamos a nuestro destino. Apenas descendí del barco, me quedé anonadada. Venecia era hermosa. Sus edificios renacentistas flotando sobre el agua, parecía un escenario de ensueño.

Llegó el momento esperado, el paseo en góndola. Estaba emocionada.
Subí a la góndola, junto con otros cinco compañeros, y por supuesto, el gondolero. Nos entregaron un vaso y una botella, no recuerdo si era champaña o vino rosa, pero al fin y al cabo, era para brindar. Era una tradición brindar mientras paseas.

En otra de las góndolas subió un cantante y un músico que tocaba el acordeón. Y entonces comenzó a tocar canciones típicas de ahí. La piel se me puso chinita. Estaba en Venecia, en esa ciudad que había visto sólo en el cine, ahora estaba ahí, y en una góndola, admirando los edificios, sus canales de agua, sus casas antiguas, sus puentes. Fue algo maravilloso. Italia me estaba dejando impresiones diferentes a la de la película, y es que yo no estaba recreando ninguna historia, ¡estaba viviendo mi propia película!

Las personas nos observaban desde los puentes, y aplaudían al cantante. Fue un recorrido mágico, duró cerca de cuarenta minutos, pero valió la pena. Quedé fascinada.

Después de bajar de la góndola, entré a la plaza, y compré un gelato, es decir, un cono de nieve. Allá en Italia, son típicas las gelaterías. Probé el helado, y tenía un sabor muy suave, cremoso, frutal. Simplemente delicioso.

Luego de comer mi helado, nos reunimos de nuevo en la plaza para nuestra siguiente excursión.