martes, 17 de abril de 2012

Mudarse de casa

Es increíble como las personas nos apegamos al lugar donde vivimos. Desarrollamos una simbiosis con respecto a nuestra vivienda. La llenamos no sólo de muebles, sino de triques, utensilios, y un montón de objetos pequeños, aparentemente insignificantes, pero al momento en que nos cambiamos de casa, nos damos cuenta que los tenemos. Y nos damos cuenta porque tenemos que empacarlos, y vemos que las cajas no son suficientes, e incluso nos preguntamos si es necesario llevárnoslos o regalarlos, venderlos o tirarlos a la basura.

Cuadros, lámparas, platos, vasos, cucharas, juguetes, etc. Cada objeto refleja parte de nuestra historia y la de nuestra familia. Por un lado se antoja viajar ligero, pero por el otro nos duele despegarnos de las cosas. En especial de la casa. Queda impregnada de nuestros ruidos, nuestras manos, nuestro recuerdos.

Al ver la casa vacía, se siente un hueco en nuestro interior. Se ve más grande de lo que la veíamos, incluso resuena el eco. Resulta difícil marcharse, y decirle adiós.

Sin embargo, al llegar al nuevo hogar, todo resulta emocionante. Como empezar una página en blanco, en donde escribiremos una nueva historia.