A los quince años quería ser actriz.
La maestra Gusano (así la recuerdo porque literalmente, parecía un gusano, flacucha como fideo y pelos despeinados), pidió voluntarias para actuar en la pastorela del colegio. Yo no sé qué loca idea me pasó por la mente, pero levanté la mano. Me dieron un guión y decidí que haría el papel principal, el de Lucifer.
Sí, ya sé, yo, niña buena que no rompe ni un plato ni mata ni una mosca, actuaría interpretando al Señor de los Infiernos. Porque simplemente me parecía un papel gracioso y divertido. Sentía que podía ser "otra persona". Así que me aprendí de memoria los diálogos y los ensayé todas las tardes en mi cuarto, frente al espejo, haciendo caras y gestos y voces.
Llegó el día de las audiciones. Me moría de nervios. Tocó mi turno de actuar y lo hice. Entonces me transformé. Dejé a un lado Rocío aburrida y me convertí en Rocío divertida. Incluso chavas a las que les caía mal les dio mucha risa mi interpretación. Pude notar que se quedaron sorprendidas por mi transformación, y al mismo tiempo entretenidas.
Pero eso no le pareció a la maestra Gusano. Al final de la audición, eligió como Lucifer a otra chava, una con voz sosa y aburrida. Todas se quedaron extrañadas por la decisión, pero yo más. Entonces le pregunté a la maestra Gusano por qué no me eligió.
––Porque sonabas nerviosa. Eres muy buena actriz y reconozco que puedes mejorar, pero no tengo tiempo para entrenarte. Así que mejor elegí a tu compañera que no le suena nerviosa la voz.
Tiré el guión a la basura y el único papel que me asignaron fue el detener la escenografía de cartón.
Meses después, se repitió lo mismo. Nos tocó para la fiesta del día de las madres, hacer la obra de "Las Consuegras". Era por equipos, como parte del examen, y las ganadoras la interpretarían en el festival del 10 de mayo. En mi equipo a mi me tocó el papel que usualmente interpreta la Nena Delgado., es decir, el de la mamá de la novia, metiche y escandalosa. De nuevo a mis compañeras les gustó mi interpretación, pero a la maestra Gusano no, y puso otra vez a la chava de vocecilla pedorra. Y otra vez me tocó ser la que detiene la escenografía de cartón.
A partir de ahí decidí que no sería actriz. Pero mi alterego decidió que toda esa personalidad explosiva, hilarante y sarcástica se trasladara al mundo de las letras, y fue cuando empecé a escribir novelas.
Así que, de acuerdo con la teoría del efecto mariposa, si la maestra Gusano me hubiera dicho que sí podía ser actriz, ahorita estaría en una telenovela de Emilio Larrosa o Juan Osorio enseñando las chiches y besándome con William Levy, saldría en TV Notas modelando bikinis y quizá me casaría dos o tres veces, para luego terminar como esposa de un político del PRI.
En lugar de eso, gracias a la sabia orientación de la maestra Gusano que me evitó caer en ese mundo de perdición y pecado, ahora estoy como contadora soltera en un escritorio lleno de papeles, usando lentes y calculadora y llena de deudas... ¡toda una vida fructífera y llena de logros como podrán ver!
Mmmh, ya me perdí. ¿De qué estaba hablando? Ah, sí, que a los quince años quería ser actriz.
La maestra Gusano (así la recuerdo porque literalmente, parecía un gusano, flacucha como fideo y pelos despeinados), pidió voluntarias para actuar en la pastorela del colegio. Yo no sé qué loca idea me pasó por la mente, pero levanté la mano. Me dieron un guión y decidí que haría el papel principal, el de Lucifer.
Sí, ya sé, yo, niña buena que no rompe ni un plato ni mata ni una mosca, actuaría interpretando al Señor de los Infiernos. Porque simplemente me parecía un papel gracioso y divertido. Sentía que podía ser "otra persona". Así que me aprendí de memoria los diálogos y los ensayé todas las tardes en mi cuarto, frente al espejo, haciendo caras y gestos y voces.
Llegó el día de las audiciones. Me moría de nervios. Tocó mi turno de actuar y lo hice. Entonces me transformé. Dejé a un lado Rocío aburrida y me convertí en Rocío divertida. Incluso chavas a las que les caía mal les dio mucha risa mi interpretación. Pude notar que se quedaron sorprendidas por mi transformación, y al mismo tiempo entretenidas.
Pero eso no le pareció a la maestra Gusano. Al final de la audición, eligió como Lucifer a otra chava, una con voz sosa y aburrida. Todas se quedaron extrañadas por la decisión, pero yo más. Entonces le pregunté a la maestra Gusano por qué no me eligió.
––Porque sonabas nerviosa. Eres muy buena actriz y reconozco que puedes mejorar, pero no tengo tiempo para entrenarte. Así que mejor elegí a tu compañera que no le suena nerviosa la voz.
Tiré el guión a la basura y el único papel que me asignaron fue el detener la escenografía de cartón.
Meses después, se repitió lo mismo. Nos tocó para la fiesta del día de las madres, hacer la obra de "Las Consuegras". Era por equipos, como parte del examen, y las ganadoras la interpretarían en el festival del 10 de mayo. En mi equipo a mi me tocó el papel que usualmente interpreta la Nena Delgado., es decir, el de la mamá de la novia, metiche y escandalosa. De nuevo a mis compañeras les gustó mi interpretación, pero a la maestra Gusano no, y puso otra vez a la chava de vocecilla pedorra. Y otra vez me tocó ser la que detiene la escenografía de cartón.
A partir de ahí decidí que no sería actriz. Pero mi alterego decidió que toda esa personalidad explosiva, hilarante y sarcástica se trasladara al mundo de las letras, y fue cuando empecé a escribir novelas.
Así que, de acuerdo con la teoría del efecto mariposa, si la maestra Gusano me hubiera dicho que sí podía ser actriz, ahorita estaría en una telenovela de Emilio Larrosa o Juan Osorio enseñando las chiches y besándome con William Levy, saldría en TV Notas modelando bikinis y quizá me casaría dos o tres veces, para luego terminar como esposa de un político del PRI.
En lugar de eso, gracias a la sabia orientación de la maestra Gusano que me evitó caer en ese mundo de perdición y pecado, ahora estoy como contadora soltera en un escritorio lleno de papeles, usando lentes y calculadora y llena de deudas... ¡toda una vida fructífera y llena de logros como podrán ver!
Mmmh, ya me perdí. ¿De qué estaba hablando? Ah, sí, que a los quince años quería ser actriz.