En mi nuevo trabajo tuve que entrar a la cuenta de correo para revisar unos mails enviados. Pero en esa bandeja encontré unos mails de la persona que estaba antes de mí. Eran obviamente de un contador, que cuando renunció olvidó borrarlos. Entonces, bien fisgona, me puse a leerlos. El le platicaba a una amiga sobre que le gustaba una chava que le rompió el corazón. Pero luego conoció a otra, en una iglesia, y salió con ella, y le escribió un poema de amor.
Se me hizo raro encontrarme un poema de amor, de un contador, para alguien que parecía era como su amor platónico. Se me hizo raro que hubiera hombres tan románticos, que todavía escribieran cartitas dulces y soñaran con esa chica que hablaba de Dios y de grupos apostólicos, que se le hiciera dulce y tierna y que se pusiera nervioso cuando platicaba con ella. Se me hizo raro que le dedicara poemas ( y que por cierto, tuviera buena ortografía, más raro aún).
Obviamente nunca llegué a conocer a este contador y sabe Dios dónde trabajará ahora. Pero de haberlo conocido hubiéramos podido platicar de literatura. Hubiera sido interesante. Pero él se fue y dejó sus correos olvidados, para que otra contadora-escritora llegara y los leyera y se enterara de su historia de amor.
Se me hizo raro encontrarme un poema de amor, de un contador, para alguien que parecía era como su amor platónico. Se me hizo raro que hubiera hombres tan románticos, que todavía escribieran cartitas dulces y soñaran con esa chica que hablaba de Dios y de grupos apostólicos, que se le hiciera dulce y tierna y que se pusiera nervioso cuando platicaba con ella. Se me hizo raro que le dedicara poemas ( y que por cierto, tuviera buena ortografía, más raro aún).
Obviamente nunca llegué a conocer a este contador y sabe Dios dónde trabajará ahora. Pero de haberlo conocido hubiéramos podido platicar de literatura. Hubiera sido interesante. Pero él se fue y dejó sus correos olvidados, para que otra contadora-escritora llegara y los leyera y se enterara de su historia de amor.