lunes, 30 de mayo de 2016

Lady Empanadas

¿Nos sentimos merecedores de las cosas buenas? Tal vez tu digas que sí, pero tus acciones reflejan lo contrario. ¿Cómo reaccionas cuando la suerte te sonríe? Desconfías y dirás "no, gracias".

En nuestra cultura mexicana está muy arraigada la consigna de que hay que trabajar un chingo para traer el pan a la mesa. O como dicen en Monterrey "a chingarle, no hay de otra".

Con esta creencia, esta forma de ver la vida, nos impide recibir las cosas buenas que a veces llegan a nuestra mano.

En estos días ha circulado un video titulado "Lady Empanadas", donde un muchacho se ofrece a comprarle a una señora todas las empanadas que lleva en su bandeja, a un precio mayor al que ella las vende.

La señora, en vez de aceptar, dice "que no puede" que "porque apenas está empezando el día". Por más que el hombre trata de hacerle ver que si se las vende de una vez terminará más temprano y se sacará más ganancia, la mujer, con la mentalidad de caballo de molienda, dice "no. te puedo vender las que quieras, no todas".

¿Por qué fue tan difícil para esta mujer aceptar tan buen trato? Porque en su mente está eso de que "hay que chingarle". Es decir, que tiene que trabajar muy duro para tener el derecho a ganarse un dinero. No se siente merecedora de terminar la jornada temprano. Siente que debe chingarse, por muchas horas si quiere ser digna de ganar un dinerito. Tampoco se siente merecedora de ganar más.

Y creo que todos hemos caído en el mismo error. Como los que nos quedamos trabajando tarde, porque sentimos que no tenemos derecho a salir a nuestras horas. O los que no aceptamos ofertas de trabajo que suenan muy atractivas, porque desconfiamos. "Es demasiado bueno para ser verdad". ¿Y si lo tomáramos? ¿Acaso sería tan malo?

Habrá que empezar a cambiar de mentalidad.


viernes, 27 de mayo de 2016

La autosugestión

Desde hace varios años empecé a leer Metafísica, por recomendación de un amigo, en busca de respuestas a muchas interrogantes que tenía por aquel entonces y sigo teniendo.

Uno de los conceptos que más llamó mi atención fue el hecho de que el miedo nos hace atraer precisamente aquello que no deseamos. El miedo es lo opuesto al deseo, pero tienen la misma intensidad. Mientras el deseo generalmente trae una carga de energía positiva, pues deseamos aquellas cosas que nos hacen felices o que nos traen un bienestar, el miedo por el contrario atrae aquellas cosas negativas que nos lastiman o nos causan daño.

Al principio me fue muy difícil entender este concepto. Incluso me fue bastante complicado diferenciar entre un deseo puro y el miedo. Ambas se basan en la fe, pero mientras la primera es una fe, digamos optimista, con la certeza de que obtendremos lo que queremos, el otro es la fe en que todo lo peor nos ocurrirá.

En las oraciones que rezamos a veces mezclamos el deseo con el miedo. "Dios mío, curame de esta enfermedad". En vez de pensar que estaremos sanos, pensamos en el hecho de que no queremos la enfermedad. Pensamos en los dolores y los malestares. Y eso hace que la enfermedad nunca se vaya, sino al contrario, empeore. Y nos preguntamos ¿por qué no me he curado, si he rezado tanto, si hasta prendí veladoras e hice varios novenarios? Pues la respusta es que pedimos con fé... pero con fé en lo mano, con fe de que no queremos estar enfermos en vez de la fe de estar sanos. Y lo malo es que muchos cristianos, ante nuestro sufrimento, nos dicen que "es la voluntad de Dios". ¿Pero cómo que Dios me quiere enfemo? y te responden: "porque te está poniendo una prueba". Y la persona cae en la desesperanza. Qué irónico. Terminamos decepcionados de Dios, y estoy segura que Él no querría eso.

¿Y por qué nace el miedo? Porque desde niños nos enseñan a tener miedo. Aprendemos a autosugestinoarnos.

Una de las autosugestiones más poderosas que existen entre las mamás mexicanas es: "no andes descalzo porque te vas a enfermar". Y sí, dicho y hecho, apenas andamos descalzos al día siguiente amanecemos con dolor de garganta, calentura, tos, mocos. "Te lo dije, que no andes descalzo porque te ibas a enfermar", dice mamá como sentencia.

Pero....... ¿y los japoneses qué onda? ¡Ellos andan descalzos todo el tiempo! ¿Por qué ellos no se enferman? ¿Es genético o es la raza o qué rollo?

En Japón resulta que ahí tienen como regla no usar zapatos dentro de las casas. Los niños ni siquiera traen calcetas, pisan el suelo con el pie pelón aunque esté haciendo un frío de la fregada. Porque no hay ninguna mamá que les diga: "no andes descalzo porque te vas a enfermar". Por eso les vale. Peeeero allá las mamás tienen otra autosugestión: "no andes con la panza descubierta que te vas a enfermar". Efectivamente, allá se cubren el vientre, tienen la idea de que por ahí entran las enfermedades. Así que si un niño anda encueradillo de la panza, al día siguiente amanece con dolor de garganta, calentura, tos y mocos.

Interesante.

Entonces ¿qué opinan del poder de la autosugestión?

viernes, 20 de mayo de 2016

Cuento: Cena para uno



Era un poeta, no muy conocido. Alguna vez había publicado un libro del que se vendieron pocos ejemplares. Pero usaba su efímera fama y su habilidad lírica para seducir mujeres en los bares y cafés del centro. Una vez que las conquistaba y las llevaba a su apartamento, preparaba una mesa con todo lo que sería una cena romántica. Sacaba la vajilla de porcelana y los cubiertos de plata. Ponía servilletas blancas perfectamente dobladas en forma de cisne. Colocaba además un juego de copas de cristal y una botella de vino. No podían faltar los candelabros con velas rojas y encendía además un par de inciensos. Encendía su estero y colocaba un cd de música clásica. Todo para disfrutar su platillo especial, su víctima, quien se daba cuenta del engaño justo antes que él le clavara el cuchillo para degollarla.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Mi primer acoso

Hace meses estuvo en trending topic el tema de #miprimeracoso.

Desafortunadamente, todas, digo absolutamente TODAS las mujeres hemos sufrido algun acoso en algún momento de nuestras vidas. Leí algunos de los casos que postearon varias mujeres en redes sociales, y la verdad algunos son bastante horribles. Van de todo, desde majaderías, tocamientos, hasta violaciones.


En mi caso, gracias a Dios, he vivido en un ambiente tranquilo y las personas que me rodean son en su mayoría gente decente, pero eso no me ha eximido de que alguno que otro desconocido (o conocido) me haya acosado.

La vez que más recuerdo fue cuando tenía 17 años. Todos los días, para tomar el camión a la universidad, tenía que pasar por una avenida en donde había una obra en construcción. Uno de los albañiles siempre me gritaba cosas, como "sabrosa", "mamacita" y un montón de majaderías más.

Yo siempre lo ignoraba, porque es lo que nos enseña la sociedad que debemos hacer; ignorarlos.

Pero un día, el tipo no se conformó con gritarme cosas, sino que se interpuso en mi camino y no me dejaba pasar. Fue una experiencia terrorífica. El viejo me decía cosas, y yo no sabía como reaccionar, estaba realmente asustada, así que lo único que hice fue irme corriendo.

Desde aquel día, evité pasar por ahí, o le pedía a mi papá que me acompañara a la parada.

Cuando una mujer sufre acoso, especialmente cuando se es niña o adolescente, somos muy vulnerables. Nos sentimos atacadas, intimidadas, y creo que eso es lo que precisamente buscan esos viejos, sentirse machos superiores.

Por eso muchas mujeres recomiendan encarar al acosador. En la mayoría de los casos, el tipo se sentirá amedrentado pues casi nunca se las devuelven.

También no está de más, aprender defensa personal. En estos días, ya no se puede ser una blanca palomita.

Así que bueno, hay que envalentonarnos y no dejarnos de los pinches viejos cochinos que no tienen nada mejor que hacer que andar molestando a las mujeres. 



martes, 17 de mayo de 2016

Citas express

La siguiente anécdota ocurrió hace dos años. No la conté en el blog porque, lo admito, lo he descuidado mucho. Pero ahí les va.

Hace algún par de años empezó en Monterrey un negocio que organizó citas express, de esas donde van hombres y mujeres a un restaurante y cada quien platica con una persona por cinco minutos y luego se rolan.

Yo tenía mis reservas de ir. Ya antes una amiga me había comentado de otro evento parecido, que incluía una cata de vinos. En esa ocasión, mi amiga me comentó el costo de la cata de vinos costó 800 pesos, y que hubo más mujeres que hombres, y que con ninguno hizo clic.

Pero esta vez el evento era más casual y más barato. Solo 200 pesos. No sonaba mal. 200 pesos por encontrar al amor de tu vida.

Total, que ella y yo nos apuntamos. Nos fuimos bien arregladas, era en un restaurante allá por Valle Oriente, así que el perfil de los asistentes era de clase media, media alta.

Total, que llegamos, y pagamos y nos dieron una tarjeta para que anotáramos nuestro nombre y calcomanías de colores, cada una significaba qué buscabas. Verde era para amistad, amarillo era diversión, y rojo era pareja. La mayoría de las mujeres ponía roja (o de todos colores) y los hombres escogían la amarilla (solo buscaban diversion). A mi me dio oso poner la calcomanía anunciando que quería pareja, así que opté por la verde: amistad.

Y apenas pasé al lugar, oh decepción, había 9 mujeres por cada hombre.

Me senté en una mesa rodeada de mujeres, donde para colmo encontré a una ex compañera del colegio que no veía desde hace 25 años, no manches. Pero bueno, cada quien a lo suyo ¿no?

Y cuando tocaron la campana para dar inicio a las citas, se hizo el desmadre. Todas las mujeres se pusieron de pie en busca de algún incauto a quien ligar (me incluyo jaja), pero eso era como el juego de las sillas. ¿Si lo han jugado? Seguramente sí. Ese juego donde hay pocas sillas y muchos niños y cuando la música para, cada quien se sienta en una silla y el que no alcanzó se queda fuera. Algo así sucedió esa noche. Todas las mujeres buscaban llamar la atención. Todas querían tomar la palabra.

Y los hombres, pues encantados de la vida, se sentían la última coca en el desierto.
Así que no me fue muy bien que digamos, al menos no en un principio.

Mi amiga, en cambio, ese día andaba de malas, toda enojada, ya ni me acuerdo por qué, pero andaba medio neurótica. Así que se sentó lejos de la multitud, con la pierna cruzada y con su jeta de enojada.

Después de un rato, la perdí de vista. No fue sino hasta una hora después que ella se me acercó y me dijo: "Vino fulanito por mi". El tal fulanito era un tipo que ella había llamado por teléfono y que había conocido en un antro días antes.

"¿Y?", le pregunté. En parte medio sacada de onda porque se suponía que veníamos a hacer nuevas amistades, y ella había llamado a su pretendiente por teléfono.

"Pues ya está aquí y nos besamos"

"¿Qué?" pregunté. O sea, en qué momento ocurrió que ella, que andaba con toda la jeta, con la vibra negativa, había conseguido en un tronar de dedos que llegara un hombre por ella y que encima la besara...

"Ya te nefasteé la noche ¿Verdad?"

No respondí. ¿Qué debía decir? ¿Vete con tu novio y yo ahorita tomo un taxi?

Bueno, total que ella se regresó con el fulano y yo me quedé ahí sola en medio de la gente, sin saber qué hacer. Y pensé en salirme y tomar un taxi para irme a mi casa, cuando en ese momento, alguien se acercó a mi.

"¿Te apuntas conmigo para la rifa de la botella?"

Era un muchacho cuyo nombre empezaba con la misma letra que el mío. Le dije que sí y nos anotamos en la rifa de la botella de tequila.

Y como ya no podía irme, porque ¿qué tal si ganaba la botella?. Así que le hice plática. Y no estuvo tan mal. Platicamos toda la noche y nos metimos al restaurante a cenar pizza y nos olvidamos del evento.

Y bueno, no conseguí novio esa noche, pero conseguí un amigo.

En otro post les contaré más sobre esas citas express.


martes, 10 de mayo de 2016

Ser mamá y trabajar

No tengo hijos, pero he notado lo difícil que es ser mamá y trabajadora al mismo tiempo. Aunque los libros y la televisión lo hagan ver como que es sencillo compaginar estos roles (sumado al de esposa) y que solamente basta con que hagas "un equilibrio" entre estas tareas, para las que son mamás es prácticamente imposible.

El otro día fui a una reunión de emprendedores, en donde unas conferencistas dieron una serie de estadísticas, de cómo la mujer desaparece del plano laboral una vez que se convierte en madre. Cientos de mujeres que estudiaron carrera universitaria y que lograron altos promedios y menciones honoríficas, (por encima de sus compañeros varones), al llegar al mundo laboral no figuran ni como directivas ni presidentas corporativas.

Esto se debe a que cuando la mujer tiene hijos, simplemente los horarios ya no le funcionan. No puede trabajar una jornada de 10 u 12 horas diarias, y al mismo tiempo atender a la familia. Por lo tanto, o aceptan trabajos de bajo perfil, muy por debajo de sus conocimientos y capacidades, o bien, renuncian y se convierten en amas de casa.

Lamentablemente nuestro sistema económico y social no da cabida a las mamás. Casi la mayoría de los trabajos exigen a los empleados una jornada que debe cumplirse a rajatabla, no hay horarios flexibles ni de medio tiempo (y los empleos que ofrecen esas facilidades generalmente ofrecen salarios muy bajos).

Día a día, todas esas niñas que estudiaron y se esforzaron por ser los primeros lugares en la escuela, se convierten en mamás invisibles y anónimas que sacrifican todo por los hijos. Esto al mismo tiempo, y aunque no lo crean, afecta también a los hombres, pues les asignamos toda la carga de ser los proveedores y mantener a la familia. Ellos también ultimamente sienten que es una responsabilidad demasiado grande (no en vano muchos arrojan la toalla y se divorcian o de plano ya no se quieren casar).

Es una lástima ver que una mujer deserta, cuando todavía es joven y tenía mucho potencial. Pero insisto, nuestra sociedad actual no da cabida a las madres trabajadoras. Cierto, hay algunas que a pesar de los obstáculos, siguen trabajando. Tengo una amiga que tiene un puesto directivo, pero a cambio ha tenido que sacrificar las horas en las que convive con sus hijos. Se levanta a las 6:30 de la mañana y se va a trabajar y a veces tiene que quedarse trabajando tarde y llega a las 9:30 de la noche. Otras veces, la mandan de viaje a otras ciudades. Ella no podría estar haciendo todo esto sin el apoyo de su esposo y de su suegra, pero de todas maneras, ella se está perdiendo valiosos momentos con sus hijos. ¿Y hay salida? No. Muchos dirían que renuncie, pero eso no es una opción. No cuando de su sueldo depende sacar adelante muchos gastos. Hoy en día, un solo sueldo no es suficiente para mantener una familia. A menos que te cases con un millonario, no sucede así.

En todo el mundo hay historias así. Aquí encontré un video de una mexicana viviendo y trabajando en Japón que le sucede lo mismo. Resulta increíble que aquí y en el otro lado del planeta, la problemática sea igual, que no hay oportunidades para las madres trabajadoras.

Mis respetos para todas esas mujeres que se parten el lomo para ir a trabajar y no descuidar a los hijos. Sé que todo lo hacen a medias. Como dice el dicho "no se puede repicar y andar en la procesion". Descuidarán a veces su trabajo, cada vez que un hijo se enferme. Descuidarán a los hijos, cada vez que tengan que quedarse en el cierre de mes o trabajar jornadas extras. Descuidarán a su marido por atender las otras dos cosas. Se descuidarán a sí mismas como mujeres, pues no tendrán tiempo para relajarse ni divertirse.

Está cabrón.






domingo, 1 de mayo de 2016

Coeur Christian Boltanski

Ayer fui al museo MARCO. Hace mucho que no iba y me dieron ganas de ir.
Llegué muy temprano, así que no había mucha gente y prácticamente tenía el museo para mí sola. De las tres exposiciones que hay, la que más me impactó fue la de Christian Boltanski.
¿Por qué? Bueno, es que fue una visita muy... surrealista. Ahora les cuento por qué...

De entrada, la sala está en penumbras. Hay varios nichos de fotos de gente desconocida iluminados por focos, amarillos, rojos, verdes, azules.

Todo estaba en silencio (lógico, es un museo). Y yo era la única persona en ese momento ahí en la sala, porque era súper temprano. Así que estar ahí, a oscuras, en silencio, era como descender a las profundidades, no sé.

Los rostros en blanco y negro de esas personas desconocidas resultaban cotidianos, pero a la vez inquietantes. Algunos estaban borrosos, es como cuando tienes miopía y ves borrosas las caras.

Seguí caminando, escuchando mis propios pasos sobre la duela de madera. Entonces encontré una cortina de hilos en la cual se reflejaba otro rostro. Me asomé.
Según el folleto, se trataba de una obra titulada "Coeur" o "el corazón".

Era una sala más oscura que las anteriores, iluminada por un solo foco. Se escuchaba el sonido de los latidos del corazón del artista, y el foco estaba sincronizado para parpadear en cada latido.
La sensación fue intrigante y abrumadora. Estar en ese cuarto, escuchando únicamente ese sonido, aislado de todo lo demás, me provocó una serie de emociones y sensaciones: claustrofobia, miedo, no sé...

Escuchar latidos del corazón hace que la adrenalina del cuerpo se prepare para algo que va a ocurrir. Como si algo o alguien fuera a atacarte (no en vano ponen ese sonido en las peliculas de terror).

Pero también ocurre otra sensación, es como si tu corazón se sincronizara con esos latidos, como si te conectaras y latieras al mismo ritmo.

Me quedé varios minutos ahí, porque a pesar de lo inquietante, resultaba atractivo y surrealista. Era como estar dentro de un sueño, de esos sueños extraños donde nada tiene coherencia y al mismo tiempo, el subconsciente es el que habla. Traté de grabarme esa sensación en la memoria porque creo que me dará inspiración para alguna novela en algún futuro.

De las 3 exposiciones que están ahorita en MARCO, esta es la que más me impactó, por el recorrido y la experiencia.

Si van, les recomiendo que vayan muy temprano, para que la aprecien solos, sin interrupciones.

(pd. Después me enteré que hay un módulo que graba tus propios latidos del corazón, pero no lo supe hasta hoy, de haber sabido me hubiera gustado que me los grabaran).