Cada que voy a EU batallo al pagar con centavos, porque allá cuentan las monedas de hasta 1 centavo. A veces en Monterrey me he encontrado tiradas esas monedas americanas, como si fueran piedras. Aquí no valen nada, ni siquiera las aceptan en casas de cambio, pero apenas cruzo al otro lado, esas monedas adquieren valor. Con ellas puedo comprarme dulces, chocolates, o completar para comprar perfumes o ropa. Y es que allá hasta el último centavo vale.
En México muchos precios están expresados en centavos. Sin embago, en realidad no hay monedas de a centavo. En un tiempo, no hace mucho, se acuñaron unas minúsculas moneditas de 5 y 10 centavos. (La de 1 nunca llegó a existir). Eran tan pequeñas que se caían constantemente del monedero y se perdían. También había otras más manejables, como las de 20 y 50 centavos. Sin embargo, hoy han desaparecido. Sin darnos cuenta, esas monedas han sido retiradas de la circulación, o sólo permanecen en las tienditas de barrio. La gente desprecia a las monedas de centavo. Una vez hace años me tocó ver un paqueterito que recibió unos centavos de propina, y prefirió arrojarlas al suelo del estacionamiento que guardarlas. Los choferes de camiones también hacen muecas de fastidio cuando las reciben. Es más, ni siquiera los pordioseros las quieren. Lo más absurdo de todo, es que los precios siempre están marcados con centavos, incluso con centavos que no existen. Si vamos a un supermercado, vemos precios como "$5.99 el kilo" o "$10.25", etc. No obstante, como la mayoría de nosotros ya no manejamos monedas de centavo, y las tiendas tampoco, éstas aprovechan para pedirle al cliente el famoso redondeo, a lo que el cliente por comodidad o por lavado de cerebro, responde que sí. Lo que ignora el cliente es que si sumamos todos esos centavitos redondeados al año, fácilmente le dan a la tienda cerca de 3 millones de pesos, que ésta aprovecha como donativo para deducir impuestos, así que la única que sale beneficiada de la estrategia es la tienda.
Está para pensarse ¿no?