Ayer manejaba por la tarde y me daban ganas de seguir manejando por una hora más, sin rumbo fijo, simplemente por el placer de manejar. Y es que la tarde estaba deliciosa, de esos días de Febrero cálidos con poco tráfico (al menos por Garza Sada, ya que Lázaro Cárdenas era un peregrinar a vuelta de rueda). Y me puse a pensar en las personas que aprecio, en los amigos que tengo, presenciales y a distancia y me sentí agradecida de tenerlos conmigo. Porque de alguna u otra manera, ellos me han acompañado y ayudado a su modo, algunos haciéndome reír, otros consolando y secando mis lágrimas, otros haciéndome crecer espiritualmente. Algunos han trascendido en mi vida incluso. Me pregunto si yo en algún momento cambié la vida de alguien para bien. Espero que sí.
Tengo pocos amigos, muy pocos, pero me da gusto saber que los que tengo son valiosos.
Tengo pocos amigos, muy pocos, pero me da gusto saber que los que tengo son valiosos.