La siguiente anécdota ocurrió hace dos años. No la conté en el blog porque, lo admito, lo he descuidado mucho. Pero ahí les va.
Hace algún par de años empezó en Monterrey un negocio que organizó citas express, de esas donde van hombres y mujeres a un restaurante y cada quien platica con una persona por cinco minutos y luego se rolan.
Yo tenía mis reservas de ir. Ya antes una amiga me había comentado de otro evento parecido, que incluía una cata de vinos. En esa ocasión, mi amiga me comentó el costo de la cata de vinos costó 800 pesos, y que hubo más mujeres que hombres, y que con ninguno hizo clic.
Pero esta vez el evento era más casual y más barato. Solo 200 pesos. No sonaba mal. 200 pesos por encontrar al amor de tu vida.
Total, que ella y yo nos apuntamos. Nos fuimos bien arregladas, era en un restaurante allá por Valle Oriente, así que el perfil de los asistentes era de clase media, media alta.
Total, que llegamos, y pagamos y nos dieron una tarjeta para que anotáramos nuestro nombre y calcomanías de colores, cada una significaba qué buscabas. Verde era para amistad, amarillo era diversión, y rojo era pareja. La mayoría de las mujeres ponía roja (o de todos colores) y los hombres escogían la amarilla (solo buscaban diversion). A mi me dio oso poner la calcomanía anunciando que quería pareja, así que opté por la verde: amistad.
Y apenas pasé al lugar, oh decepción, había 9 mujeres por cada hombre.
Me senté en una mesa rodeada de mujeres, donde para colmo encontré a una ex compañera del colegio que no veía desde hace 25 años, no manches. Pero bueno, cada quien a lo suyo ¿no?
Y cuando tocaron la campana para dar inicio a las citas, se hizo el desmadre. Todas las mujeres se pusieron de pie en busca de algún incauto a quien ligar (me incluyo jaja), pero eso era como el juego de las sillas. ¿Si lo han jugado? Seguramente sí. Ese juego donde hay pocas sillas y muchos niños y cuando la música para, cada quien se sienta en una silla y el que no alcanzó se queda fuera. Algo así sucedió esa noche. Todas las mujeres buscaban llamar la atención. Todas querían tomar la palabra.
Y los hombres, pues encantados de la vida, se sentían la última coca en el desierto.
Así que no me fue muy bien que digamos, al menos no en un principio.
Mi amiga, en cambio, ese día andaba de malas, toda enojada, ya ni me acuerdo por qué, pero andaba medio neurótica. Así que se sentó lejos de la multitud, con la pierna cruzada y con su jeta de enojada.
Después de un rato, la perdí de vista. No fue sino hasta una hora después que ella se me acercó y me dijo: "Vino fulanito por mi". El tal fulanito era un tipo que ella había llamado por teléfono y que había conocido en un antro días antes.
"¿Y?", le pregunté. En parte medio sacada de onda porque se suponía que veníamos a hacer nuevas amistades, y ella había llamado a su pretendiente por teléfono.
"Pues ya está aquí y nos besamos"
"¿Qué?" pregunté. O sea, en qué momento ocurrió que ella, que andaba con toda la jeta, con la vibra negativa, había conseguido en un tronar de dedos que llegara un hombre por ella y que encima la besara...
"Ya te nefasteé la noche ¿Verdad?"
No respondí. ¿Qué debía decir? ¿Vete con tu novio y yo ahorita tomo un taxi?
Bueno, total que ella se regresó con el fulano y yo me quedé ahí sola en medio de la gente, sin saber qué hacer. Y pensé en salirme y tomar un taxi para irme a mi casa, cuando en ese momento, alguien se acercó a mi.
"¿Te apuntas conmigo para la rifa de la botella?"
Era un muchacho cuyo nombre empezaba con la misma letra que el mío. Le dije que sí y nos anotamos en la rifa de la botella de tequila.
Y como ya no podía irme, porque ¿qué tal si ganaba la botella?. Así que le hice plática. Y no estuvo tan mal. Platicamos toda la noche y nos metimos al restaurante a cenar pizza y nos olvidamos del evento.
Y bueno, no conseguí novio esa noche, pero conseguí un amigo.
En otro post les contaré más sobre esas citas express.
Hace algún par de años empezó en Monterrey un negocio que organizó citas express, de esas donde van hombres y mujeres a un restaurante y cada quien platica con una persona por cinco minutos y luego se rolan.
Yo tenía mis reservas de ir. Ya antes una amiga me había comentado de otro evento parecido, que incluía una cata de vinos. En esa ocasión, mi amiga me comentó el costo de la cata de vinos costó 800 pesos, y que hubo más mujeres que hombres, y que con ninguno hizo clic.
Pero esta vez el evento era más casual y más barato. Solo 200 pesos. No sonaba mal. 200 pesos por encontrar al amor de tu vida.
Total, que ella y yo nos apuntamos. Nos fuimos bien arregladas, era en un restaurante allá por Valle Oriente, así que el perfil de los asistentes era de clase media, media alta.
Total, que llegamos, y pagamos y nos dieron una tarjeta para que anotáramos nuestro nombre y calcomanías de colores, cada una significaba qué buscabas. Verde era para amistad, amarillo era diversión, y rojo era pareja. La mayoría de las mujeres ponía roja (o de todos colores) y los hombres escogían la amarilla (solo buscaban diversion). A mi me dio oso poner la calcomanía anunciando que quería pareja, así que opté por la verde: amistad.
Y apenas pasé al lugar, oh decepción, había 9 mujeres por cada hombre.
Me senté en una mesa rodeada de mujeres, donde para colmo encontré a una ex compañera del colegio que no veía desde hace 25 años, no manches. Pero bueno, cada quien a lo suyo ¿no?
Y cuando tocaron la campana para dar inicio a las citas, se hizo el desmadre. Todas las mujeres se pusieron de pie en busca de algún incauto a quien ligar (me incluyo jaja), pero eso era como el juego de las sillas. ¿Si lo han jugado? Seguramente sí. Ese juego donde hay pocas sillas y muchos niños y cuando la música para, cada quien se sienta en una silla y el que no alcanzó se queda fuera. Algo así sucedió esa noche. Todas las mujeres buscaban llamar la atención. Todas querían tomar la palabra.
Y los hombres, pues encantados de la vida, se sentían la última coca en el desierto.
Así que no me fue muy bien que digamos, al menos no en un principio.
Mi amiga, en cambio, ese día andaba de malas, toda enojada, ya ni me acuerdo por qué, pero andaba medio neurótica. Así que se sentó lejos de la multitud, con la pierna cruzada y con su jeta de enojada.
Después de un rato, la perdí de vista. No fue sino hasta una hora después que ella se me acercó y me dijo: "Vino fulanito por mi". El tal fulanito era un tipo que ella había llamado por teléfono y que había conocido en un antro días antes.
"¿Y?", le pregunté. En parte medio sacada de onda porque se suponía que veníamos a hacer nuevas amistades, y ella había llamado a su pretendiente por teléfono.
"Pues ya está aquí y nos besamos"
"¿Qué?" pregunté. O sea, en qué momento ocurrió que ella, que andaba con toda la jeta, con la vibra negativa, había conseguido en un tronar de dedos que llegara un hombre por ella y que encima la besara...
"Ya te nefasteé la noche ¿Verdad?"
No respondí. ¿Qué debía decir? ¿Vete con tu novio y yo ahorita tomo un taxi?
Bueno, total que ella se regresó con el fulano y yo me quedé ahí sola en medio de la gente, sin saber qué hacer. Y pensé en salirme y tomar un taxi para irme a mi casa, cuando en ese momento, alguien se acercó a mi.
"¿Te apuntas conmigo para la rifa de la botella?"
Era un muchacho cuyo nombre empezaba con la misma letra que el mío. Le dije que sí y nos anotamos en la rifa de la botella de tequila.
Y como ya no podía irme, porque ¿qué tal si ganaba la botella?. Así que le hice plática. Y no estuvo tan mal. Platicamos toda la noche y nos metimos al restaurante a cenar pizza y nos olvidamos del evento.
Y bueno, no conseguí novio esa noche, pero conseguí un amigo.
En otro post les contaré más sobre esas citas express.