martes, 22 de octubre de 2013

Amar está en chino II

El otro día fui a una cafetería, al Peace and Love, una de esas cafeterías gourmet de decoración entre vintage y contemporánea, con música chill out.

Estaba sentada en uno de los sillones cuando de repente llegó una pareja que se sentó en una de las mesitas pegadas al ventanal. Él, un muchacho de veintitantos, moreno y flaco, un poco nerd. Ella una china de largo cabello lacio, espigada, de movimientos elegantes.

Se sentaron uno frente al otro. Él fue y trajo cafés para ambos. Todo estaba listo: un ambiente romántico, la música chill out, el aroma del café...

Pero de pronto él sacó de su mochila una laptop y la plantó como un muro entre ellos. Ella por su parte sacó su tablet y su iphone. Se conectaron a Internet y ya no se volvieron a mirar en toda la noche. Él estaba platicando por facebook con una tercera persona. Ella con otro. En ocasiones ella se aburría y le hablaba, intentando romper el silencio entre ambos. Pero él no la miraba, sus ojos solo estaban puestos en la pantalla de su laptop. Con resignación, ella volvía a su tablet o a su teléfono. Así estuvieron por tres horas, encorvados, aislados, callados.

Al final él cerró su laptop. Ella guardó su tablet. Se despidieron rutinariamente y se fueron.

Sentí cierto rencor a este siglo, en el que las relaciones de pareja se quedan en un segundo plano después de la tecnología. No me gustaría llegar a mi vejez y ver que mis principales recuerdos tienen que ver con imágenes y caracteres. Me gustaría recordar más bien la caricia de una mano, el aroma de un café, el timbre de una voz, el sonido de la música, los colores que me rodean, los rostros y las miradas.