viernes, 30 de noviembre de 2012

Se ha perdido el sabor

Sin darme cuenta, de un tiempo para acá los sabores de las comidas y bebidas se han diluido. Lo que estaba hecho con azúcar, ahora está hecho con edulcorantes que al principio saben dulces pero al tragarlos queda una sensación de amargor en la lengua. La leche ahora es agua blanca e insípida, y antes era espumosa y cremosa, cuando la hervía se formaba nata que yo me comía con galletas marías.

Antes la fruta era más pequeña, pero tenía un sabor más intenso. Ahora son frutas de tamaños descomunales pero desabridas y agrias. Lo mismo sucede con la verdura. Los huevos eran pequeños, pero tenían las yemas casi anaranjadas. Ahora sus yemas son de un color amarillo pálido. Incluso hay restaurantes que cuando pido huevos me sirven más bien un batido de harina de huevo.

Antes encontraba chicles de sabores como tuti fruti o fresa. Ahora sólo encuentro tridents o clorets para evitar el mal aliento. Los refrescos de la Joya tenían sabores exóticos como Tamarindo, Raíz, Lima Limón, y Durazno. Ahora con suerte encontramos toronja, ponche y  manzana.

En la actualidad todo es light, sin calorías, Zero. Lo que antes era "casero" ahora se está transformando en productos "orgánicos" que cuestan muchísimo dinero y sólo se consiguen en tiendas de élite. Mi generación está transmutando a una generación light. Ya ni siquiera las conversaciones son en persona, ahora son por aparatos. Ya no existen las cartas ni las tarjetas. Nada es tangible, todo es digital. Inclusive los besos...

El mexicano quiere todo de a gratis II

Hace años cuando andaba en una de esas temporadas sin trabajo, una amiga mía me pidió de favor que le llevara un juicio, ya que ella aunque siendo abogada, trabajaba para el Poder Judicial Federal y no podía llevarlo por sí misma. Yo me negué en un principio, porque nunca había litigado, y se lo hice saber. Mi experiencia legal derivaba de otras instancias muy diferentes.

Aún así, mi amiga me suplicó tanto, que terminé por aceptar.

El juicio parecía "sencillo". Era representar a su hermano, un panadero que fue demandado por un vival que sólo trabajó un día para él. El demandante exigía su indemnización por despido injustificado, salarios caídos, tiempo extra, aguinaldo, vacaciones y prima vacacional, incapacidad por maternidad, etc. Bueno, todo lo que se les pueda ocurrir. Ya ven que ese tipo de juicios son rarísimos en México.... uu sí.

Y a cambio de mi representación legal en todo el juicio, recibiría la fabulosa, extraordinara, megajugosa cantidad de........ (sonido de tambores) ....trrrrrrrrrrrr......... ¡Quinientos pesos! (o sea, 37 dólares americanos).

o_O

¿Por qué chingaos acepté? Porque yo era una veinteañera que se condolía de las desgracias ajenas, porque ella era una buena amiga, etc. Pero ya el día que me presenté ante la Junta de Conciliación y Arbitraje y entré a esa jungla de coyotes, víboras, hienas, zorros y zorras del desierto, alacranes, escorpiones y todo tipo de animal ponzoñoso, me arrepentí de no haberle cobrado más.

El día de la audiencia fue bastante estresante, me pasé ahí toda la mañana, me acabé mi saldo del celular, y tuve que sacar copias con mi propio dinero.

Al final del día, le pedí al panadero que me diera un adelanto de la cantidad (para poder reponer el saldo del celular y las copias). Y se indignó. Fue con el chisme a su hermana, y ésta me llamó para decirme "que $500 pesos era muchísmo dinero y que yo no había hecho nada".

WTF!!!!!!

Entonces le dije que en primer lugar, ella fue la que insistió con que la representara, pero que si iba a empezar con desconfianzas, que se quedara con su dinero, que yo ya no le iba a llevar ningún juicio y que recogiera sus papeles. La chava se peleó conmigo, me dijo mala amiga, avariciosa, usurera, etc. La amistad se perdió, obviamente.

Yo me desistí de la representación, y días después llegó el panadero por sus papeles y a regañadientas me pagó la mitad, y dijo que después me pagaría la otra mitad. Nunca volvió.

Así que si pensaban que los abogados son  los hijos del diablo, se equivocan. Los abogados también tenemos nuestro corazoncito, snif.