El domingo el Chapo Guzmán nos dio una noticia digna de una película: se escapó de una cárcel de alta seguridad a través de un túnel de 1.5 km de largo que conectaba una obra en construcción con nada más y nada menos que el área de duchas del penal de máxima seguridad.
No entraré en detalles porque todo eso ya se han encargado los periodistas en desmenuzar paso a paso la noticia.
Tampoco hablaré de la corrupción del gobierno mexicano y sus instituciones porque eso es pan de todos los días. Desde que aprehendieron al Chapo era una profecía cumplida que lo iban a dejar libre. El cómo, no se sabía. Podía escapar a través de procesos legales y triquiñuelas de sus abogados o podía hacerlo como de película, a través de un túnel. Y él eligió lo último, lo cual es peor que si lo hubieran soltado porque ahora el hombre pasó a ser un anti-héroe, tan de moda que están en la sociedad actual.
En la literatura y el cine, el antihéroe es ese protagónico, un hombre o mujer (generalmente hombre) comunes, que van cometiendo actos poco éticos, hasta convertirse en una figura delictiva a quien todos aman y respetan y admiran (incluidos los propios espectadores). Ejemplo de esta figura es Walter White, de la serie Breaking Bad, precisamente un narcotraficante. La serie, contra todo pronóstico, rompió récords de audiencia que ahora otras series intentan emular. También están las telenovelas de El cártel de los sapos, por ejemplo, donde el público adora seguir las andanzas de los capos de la droga y hasta desean que escapen de la justicia, en lugar de que sea al revés.
Por eso las películas de super-héroes han tenido que cambiar sus formatos. Ya nadie admira al Superman, al hombre perfecto e intachable, con alto sentido de la moral y la justicia porque prácticamente en la sociedad no existen hombres así (y si los hay, no son tan populares). Por eso Marvel y DC Comics han transformado a sus super-héroes volviéndolos más "humanos", más trastornados, dispuestos a asesinar y a cometer delitos en pos de sus fines. Por eso Batman ya lo equiparan con Joker, porque Joker resultaba más seductor que Batman. Por eso Disney le ha apostado a Maléfica, porque ninguna niña quería ser Bella Durmiente.
Y el cine y la televisión han tratado de justificar lo injustificable. Han tratado de explicar los motivos por los cuales los malos se volvieron malos, cuando en realidad no hay vuelta de hoja. Los malos son malos porque eligieron ser malos. Así de simple.
Estoy segura que hay muchos mexicanos con el mismo coeficiente intelectual y las condiciones económicas que tuvo el Chapo en su niñez. Hay muchos mexicanos que nacieron en la pobreza y tienen un IQ elevado y don de gentes. Pero de esos mexicanos casi no se habla. Porque sus hazañas no se comparan con las del Chapo. Algunos de esos mexicanos han ganado medallas olímpicas. Otros han sobresalido en la música y en el arte. Otros más han ganado becas para estudiar en el extranjero y otros han presentado proyectos en ciencia que hasta han recibido propuestas para trabajar en la NASA.
Y todos ellos lo han hecho con su propio esfuerzo, a base de tesón y disciplina. Pero de ellos no se habla y nadie los toma en cuenta. No son material de noticia. Es más emocionante ver cómo un delincuente evade la justicia que un chico estudie en medio de la pobreza y salga adelante.
Por otro lado ¿qué hace más seductor al anti-héroe? Que ayuda a la gente, a su manera claro. Mientras que los políticos solo se acercan a las clases bajas cuando buscan el voto y una vez que ganan ni siquiera se dignan a mirarlos, los delincuentes como el Chapo hacen todo lo contrario. Es bien sabido que el Chapo se distingue por apoyar económicamente a los pobres. Si a alguien le hacía falta unos lentes, o una operación quirúrgica, o un empleo, el Chapo los ayudaba como un Robin Hood. Claro que sus favores tienen tarifas. A veces el precio consiste en hacerse de la vista gorda y quedarse callado, otras veces implica ayudarlo en sus fechorías. Pero la gente se lo agradece con gusto. Porque el Chapo ha hecho por ellos lo que ni el gobierno ni la iniciativa privada han hecho: ayudar a los pobres.
Así que es muy difícil desterrar al Chapo del pedestal en que se encuentra. Se harán corridos en su nombre, se le inmortalizará en películas y series y libros. Se le convertirá incluso en un "santo". Pero mientras no haya un verdadero líder carismático y fuerte que le haga pelea al Chapo, México seguirá en las mismas: gobernado por anti-héroes.
No entraré en detalles porque todo eso ya se han encargado los periodistas en desmenuzar paso a paso la noticia.
Tampoco hablaré de la corrupción del gobierno mexicano y sus instituciones porque eso es pan de todos los días. Desde que aprehendieron al Chapo era una profecía cumplida que lo iban a dejar libre. El cómo, no se sabía. Podía escapar a través de procesos legales y triquiñuelas de sus abogados o podía hacerlo como de película, a través de un túnel. Y él eligió lo último, lo cual es peor que si lo hubieran soltado porque ahora el hombre pasó a ser un anti-héroe, tan de moda que están en la sociedad actual.
En la literatura y el cine, el antihéroe es ese protagónico, un hombre o mujer (generalmente hombre) comunes, que van cometiendo actos poco éticos, hasta convertirse en una figura delictiva a quien todos aman y respetan y admiran (incluidos los propios espectadores). Ejemplo de esta figura es Walter White, de la serie Breaking Bad, precisamente un narcotraficante. La serie, contra todo pronóstico, rompió récords de audiencia que ahora otras series intentan emular. También están las telenovelas de El cártel de los sapos, por ejemplo, donde el público adora seguir las andanzas de los capos de la droga y hasta desean que escapen de la justicia, en lugar de que sea al revés.
Por eso las películas de super-héroes han tenido que cambiar sus formatos. Ya nadie admira al Superman, al hombre perfecto e intachable, con alto sentido de la moral y la justicia porque prácticamente en la sociedad no existen hombres así (y si los hay, no son tan populares). Por eso Marvel y DC Comics han transformado a sus super-héroes volviéndolos más "humanos", más trastornados, dispuestos a asesinar y a cometer delitos en pos de sus fines. Por eso Batman ya lo equiparan con Joker, porque Joker resultaba más seductor que Batman. Por eso Disney le ha apostado a Maléfica, porque ninguna niña quería ser Bella Durmiente.
Y el cine y la televisión han tratado de justificar lo injustificable. Han tratado de explicar los motivos por los cuales los malos se volvieron malos, cuando en realidad no hay vuelta de hoja. Los malos son malos porque eligieron ser malos. Así de simple.
Estoy segura que hay muchos mexicanos con el mismo coeficiente intelectual y las condiciones económicas que tuvo el Chapo en su niñez. Hay muchos mexicanos que nacieron en la pobreza y tienen un IQ elevado y don de gentes. Pero de esos mexicanos casi no se habla. Porque sus hazañas no se comparan con las del Chapo. Algunos de esos mexicanos han ganado medallas olímpicas. Otros han sobresalido en la música y en el arte. Otros más han ganado becas para estudiar en el extranjero y otros han presentado proyectos en ciencia que hasta han recibido propuestas para trabajar en la NASA.
Y todos ellos lo han hecho con su propio esfuerzo, a base de tesón y disciplina. Pero de ellos no se habla y nadie los toma en cuenta. No son material de noticia. Es más emocionante ver cómo un delincuente evade la justicia que un chico estudie en medio de la pobreza y salga adelante.
Por otro lado ¿qué hace más seductor al anti-héroe? Que ayuda a la gente, a su manera claro. Mientras que los políticos solo se acercan a las clases bajas cuando buscan el voto y una vez que ganan ni siquiera se dignan a mirarlos, los delincuentes como el Chapo hacen todo lo contrario. Es bien sabido que el Chapo se distingue por apoyar económicamente a los pobres. Si a alguien le hacía falta unos lentes, o una operación quirúrgica, o un empleo, el Chapo los ayudaba como un Robin Hood. Claro que sus favores tienen tarifas. A veces el precio consiste en hacerse de la vista gorda y quedarse callado, otras veces implica ayudarlo en sus fechorías. Pero la gente se lo agradece con gusto. Porque el Chapo ha hecho por ellos lo que ni el gobierno ni la iniciativa privada han hecho: ayudar a los pobres.
Así que es muy difícil desterrar al Chapo del pedestal en que se encuentra. Se harán corridos en su nombre, se le inmortalizará en películas y series y libros. Se le convertirá incluso en un "santo". Pero mientras no haya un verdadero líder carismático y fuerte que le haga pelea al Chapo, México seguirá en las mismas: gobernado por anti-héroes.