Me dicen la semilla porque siempre me plantan.
jeje
Bueno, me río de mí misma ¿qué mas puedo hacer? El sábado pasado unas amigas andaban con que querían que nos juntáramos para ir a comer, así que fui. Pero, oh sorpresa, en el mundo de Rocío todo sucede al revés, no vinieron ninguna de las dos. Una porque se sintió mal y la llevaron con el doctor, la otra porque salió a pasear con su marido. Así que como ya estaba en el Neuken (un restaurante de comida argentina) pues me quedé ahí. Así que les voy a dar mi reseña.
Estaba lloviendo, y el aire estaba fresco, raro en Mayo pero ideal para pasar el rato disfrutando de una buena comida. El restaurante es pequeño, un local diminuto, elegí la planta baja, porque también tiene terraza. Bajé por unos escalones, y sentí como si entrara a una cueva, dado que en las paredes tienen rocas tipo estalactitas. Pasé al área de bar, un espacio pequeño, muy íntimo, iluminado a la luz de las velas, escuchando música de Cerati.
Tomaron mi orden, y elegí lo típico: empanadas argentinas que tenían nombres curiosos: Che, Milonga, etc., acompañado de un agua de jamaica. Después me lamenté de no haber ordenado un vino tinto, pero ya ni modo.
Me senté junto a una ventana, para apreciar la calle. El cielo nublado, las casas de estilo antiguo, un árbol grande, la gente que caminaba bajo la lluvia. Se tardaron en traer mi orden, pero finalmente trajeron las empanadas, que estaban muy ricas, crujientes, calientes, de queso y carne.
Había grupos de amigas, o de amigos, y también parejas que se sentaban juntas, casi abrazadas, para compartir el espagueti como la Dama y el Vagabundo. Miré por la ventana, intentando apreciar mi soledad, intentando sentirme bien a pesar de no tener compañía. Y bueno, no estuvo tan mal después de todo. Hace mucho que no pasaba tiempo conmigo misma. Miré por la ventana. Las llamas de las velas danzaban en la calle. Era tan sólo un reflejo, pero me gustó cómo bailaban bajo la lluvia.
Al final, después de pagar la cuenta, salí, a mojarme yo también.