miércoles, 5 de diciembre de 2012

El olvidado arte de la caligrafía

El otro día escribí algo a mano, y me dolió mucho la muñeca. Parecía como si fuera la primera vez que agarrara un lápiz. Y es que aunque yo aprendí a escribir a la vieja usanza haciendo planas y planas y planas de caligrafía manuscrita y posteriormente de letra de molde, y a pesar de que mi primer contacto con las computadoras fue hasta finales de la preparatoria, debo decir que la mano es como los otros músculos del cuerpo: si no se usa se atrofia.

Hace poco leí un reportaje sobre un maestro local que imparte clases de caligrafía. ¿Clases particulares de caligrafía? Hace unos veinte años eso habría sonado absurdo, pues la caligrafía era una asignatura obligatoria en todas las escuelas y colegios. Pero hoy en día se le ha dado más importancia al uso de la computadora, al grado de que incluso en los kinders ya se les presiona a los padres de familia para que adquieran una, ya no digamos una de escritorio, sino laptops o ipads para los pequeñines.

Estoy consciente de que las nuevas generaciones deben adaptarse a los cambios tecnológicos, sin embargo, yo aprendí a usar una computadora hasta los 18 años y sin necesidad de capacitación alguna, fue mi misma curiosidad la que me impulsó a aprender a usarlas. En cambio, aprender a escribir a mano sí requiere de dedicación, constancia, y de un maestro que te guíe. No siempre tendremos computadoras a la mano. La tecnología no es perfecta, nunca falta que de repente pueda ocurrir un apagón o se vaya el sistema o entre un virus que borre toda nuestra información. Escribir a mano te ayuda a organizar y poner en orden tus ideas, pues a nadie le gusta una hoja tachada o borrada. Escribir a mano te ayuda a ver la dimensión de lo que realmente dices, ¡refleja incluso tu personalidad! Los grafólogos son capaces de descifrar la psicología de una persona dependiendo de su tipo de letra. Y es que escribir a mano es algo tan íntimo, tan único, que son como las huellas digitales: no hay dos iguales. Cada quien escribe diferente, aún y cuando alguien se esfuerce por falsificar una letra, siempre salta a la luz las diferencias, desde el modo en que presiona el lápiz hasta las curvaturas y verticales. Escribir a mano es en cierta manera un arte. No hay nada más gratificante que tener una pluma elegante y escribir en una hoja en blanco. El olor casi imperceptible de la tinta, del papel, la textura de la hoja. Todo eso son detalles que no se vivencian o experimentan en un teclado digital. Tomar un bolígrafo o lápiz es lo que nos diferencia de los primates, pues usamos los pulgares. Y si tienes todavía la fortuna de escribir con letra manuscrita, te da ese aire romántico que ya se ha perdido con el tiempo.

Quizá me tome un tiempo para dedicarle a la caligrafía, y así ejercitar mi mano. Al final de cuentas, yo cuento historias a través de mis manos.