jueves, 16 de septiembre de 2010

Alimentos transgénicos




Mi nutrióloga siempre me insiste en que consuma comida orgánica, es decir, alimentos que no han sido tratados con hormonas, pesticidas ni químicos de ninguna clase. He cambiado de hábitos alimenticios, sin embargo, debo decir que es muy caro comer sano. Si para mí, que soy soltera, sin hijos, me duele el codo comprar una cajita de lechuga orgánica en 50 pesos, cuánto más será para un padre de familia, comprar una despensa de comida orgánica para alimentar a su esposa e hijos.

Sin embargo, es necesario. Me acaba de caer el veinte. Hoy vi una pelicula que me recomendó un amigo, la película se llama Food Inc. y habla precisamente sobre lo que ocurre verdaderamente en la industria alimenticia.

¿Alguna vez han leído las etiquetas nutricionales? ¿Han visto esa leyenda que dice: "este producto contiene trazas de maíz y de soya"? Pues bien, porque en realidad casi todos los alimentos procesados están hechos de esos granos. En efecto, el maíz se ha convertido en el oro de los gringos y las grandes corporaciones multinacionales, pues usan el grano (modificado genéticamente por cierto) para procesarlo y convertirlo en una variedad de alimentos chatarra. Tan es así que el maíz se usa para alimentar a pollos, cerdos y vacas ¡vacas! Si las vacas comen pasto, dirán ustedes. Pues no, eso sólo lo vemos en las caricaturas. Las vacas actualmente comen maíz. Por eso están tan obesas, por eso los cortes de carne grandes y gruesos, porque son vacas engordadas con maíz transgénico.

La cosa es que el maíz, al ser un carbohidrato, el organismo humano lo almacena como glucosa y por eso tantos casos de diabetes, que en México es una de las enfermedades con más incidencia entre la población.

Y ya que menciono a México, desafortundamente aquí no hay tanto control sobre los alimentos que consumimos. Vas a un súper y ves papotas, tomatotes, manzanotas, fresotas. Ves pechugas de pollo grandotas, huevos enormes, charolas de carne colorada y gruesota. Ves galones y galones de leche que parece agua coloreada de blanco. Y estoy hablando de la comida que es "sana". Ahora imagínense la variedad de comida chatarra que hay.

Una vez cuando era niña, que fui a visitar a mis abuelitos qepd, al rancho, me dieron de comer gallina. Yo, niña urbana, que estaba acostumbrada a comer pollo, la gallina me pareció muy desagradable. La carne se sentía muy "elástica", difícil de masticar, y sin sabor. Los huevos también eran diferentes, eran pequeñitos, con manchitas. (No como los huevos blancos inmaculados que venden en las tiendas). Ahora qué no daría yo por encontrar productos sanos y baratos.

Uno de los anhelos de Emiliano Zapata (héroe revolucionario mexicano) era que cada campesino contara con su propia parcela para sembrar y volverse autosuficiente. Anhelo que se perdió cuando durante la administración de Carlos Salinas de Gortari se privatizaron los ejidos. Se educó al país para ser un consumidor, y que las grandes transnacionales se ocuparan de sembrar y producir. Pero qué bueno hubiera sido que efectivamente en cada hogar cada quien tuviera un espacio para sembrar. Imagínense, ya no habría pobreza. Si yo sembrara naranjas, y el vecino sembrara frijol, y otro sembrara cebollas, y que los sobrantes nos lo repartiéramos en nuestra comunidad... Porque siempre sobra alimentos. ¿No se han fijado? Casas donde la gente siembra un árbol frutal, la fruta siempre se cae del árbol porque nadie la cosecha. En mi casa tenemos un naranjo que nos da abundantes y jugosas naranjas cada año, pero he visto en Monterrey muchas casas donde las naranjas se caen porque nadie las agarra.

Por otra parte, no se si han notado sobre los sabores. Cuando era niña yo era más receptiva con ese punto. Por ejemplo, a veces comía paletas sabor fresa o tomaba frutsis sabor fresa. Pero cuando consumía fresas, no me sabían igual. Me sabía como pulpa ácida y que le faltaba azúcar. Lo que yo no entendía era que los dulces y refrescos "sabor fresa" eran sólo eso, "sabor". La verdadera fruta tiene una textura diferente. Y eso pasa con el resto de los alimentos. Hace años vi un documental sobre una industria europea que se encarga de fabricar sabores. Ese es su negocio. En el documental mostraban que todos los sabores que conocemos en los alimentos procesados en realidad son hechos en laboratorios. Y así como para los gringos su oro es el maíz, para los europeos su oro era la vainilla, ya que era un sabor muy versátil. En el documental se mostraba que ellos querían igualar el sabor de un tomate orgánico que se producía en una pequeña parcela familiar del sur de Italia. Un equipo de investigadores fue a comprarles una caja de los mejores tomates de esa familia. Eran tomates pequeños, rojitos, jugosos, aromáticos y dulces (porque según esto, el tomate es dulce ¡yo no sabía! a mí siempre me ha parecido ácido, pero me imagino que es porque como puro tomate transgénico). Pues bien, los científicos y degustadores se encargaron mediante múltiples pruebas a igualar ese sabor, para venderlo como salsa de tomate "como hecha en casa". El sabor lo igualaron con vainilla mezclada con otros químicos.

Algo que me parece muy alarmante, según la película y otros blogs especializados con el tema, es que las corporaciones estén patentando las semillas e impidan mediante leyes y severas penas de cárcel a los campesinos seleccionar las mejores semillas para almacenarlas y usarlas en las siguientes siembras. ¿Por qué es preocupante?

La naturaleza ha evolucionado para adapatarse a los nuevos cambios climáticos. Cada alimento contiene propiedades que ayudan al ser humano a protegerse contra enfermedades. Si una planta o un vegetal es devastado por alguna plaga, los que lleguen a resistir significa que tienen propiedades que nos beneficiarán. En cambio, al usar semillas modificadas, no sólo se pierden las propiedades naturales, sino que se impedirá que la propia planta desarrolle nuevas propiedades nutritivas.

Aquí en México está prohibido patentar variedades vegetales. Sin embargo, esto parece letra muerta ya que según mi nutrióloga, México es uno de los países que más permite la venta y producción de vegetales transgénicos.

En fin, pues así está la cosa. Por lo pronto, terminé con naúsesas después de ver la película, ya no se me antoja comer comida procesada...