La semana pasada iba a una reunión con unos amigos, allá por Calzada San Pedro. Obviamente a esas horas de las 6:30 de la tarde me tocó un tráfico bestial, en todo lo que era Vasconcelos, incluso hasta di vuelta por donde no debía dar y terminé en Ricardo Margain, y tuve que buscar un retorno que me llevó otros veinte minutos encontrar.
San Pedro Garza García es un municipio que difiere del resto de todo Nuevo León, incluso difiere de Monterrey. Se le considera el municipio de los ricos. Y se nota en el afán que le han puesto en cambiar su imagen. Hay grandes edificios de arquitectura vanguardista, todos ellos oficinas de consorcios corporativos. Hay camellones con jardines minuciosamente cuidados y arboles frondosos. Hay centros comerciales como el Palacio de Hierro que en las noches sus paredes de luces LED dibujan un arcoiris de luces. Hay restaurantes, cafeterías de lujo, boutiques, tiendas de muebles finos. Detrás de estas fachadas se esconden las colonias de la gente rica, sus mansiones, y si vamos más allá, rumbo al Chipinque, nos encontraremos con fraccionamientos privados a los que nadie puede accesar. Dicen que detrás de esos muros están unas residencias enormes, con grandes jardines, albercas privadas, un lujo que el mexicano promedio no puede imaginar y que solo esta limitado a unas cuantas familias. Por eso los de San Pedro se creen el centro del universo, solo superado por los ricos del DF.
Pero en medio de todo el tráfico, yo solo veo oficinistas, saliendo de esas grandes empresas, cansados y estresados para marcharse a sus casas en Santa Catarina, Monterrey, San Nicolás o Escobedo. En las paradas del camión están los más humildes, las secretarias, los cajeros, los vendedores, el personal de limpieza, que terminaron sus turnos de trabajo y esperan el camión que los lleve a sus colonias, lejos de San Pedro y sus luces y adornos de oropel. Y si uno levanta la vista a las grandes oficinas corporativas, uno que otro oficinista está ahí, trabajando a deshoras, levantando la riqueza de sus dueños.
Y no puedo evitar pensar cómo será el universo de los ricos...
San Pedro Garza García es un municipio que difiere del resto de todo Nuevo León, incluso difiere de Monterrey. Se le considera el municipio de los ricos. Y se nota en el afán que le han puesto en cambiar su imagen. Hay grandes edificios de arquitectura vanguardista, todos ellos oficinas de consorcios corporativos. Hay camellones con jardines minuciosamente cuidados y arboles frondosos. Hay centros comerciales como el Palacio de Hierro que en las noches sus paredes de luces LED dibujan un arcoiris de luces. Hay restaurantes, cafeterías de lujo, boutiques, tiendas de muebles finos. Detrás de estas fachadas se esconden las colonias de la gente rica, sus mansiones, y si vamos más allá, rumbo al Chipinque, nos encontraremos con fraccionamientos privados a los que nadie puede accesar. Dicen que detrás de esos muros están unas residencias enormes, con grandes jardines, albercas privadas, un lujo que el mexicano promedio no puede imaginar y que solo esta limitado a unas cuantas familias. Por eso los de San Pedro se creen el centro del universo, solo superado por los ricos del DF.
Pero en medio de todo el tráfico, yo solo veo oficinistas, saliendo de esas grandes empresas, cansados y estresados para marcharse a sus casas en Santa Catarina, Monterrey, San Nicolás o Escobedo. En las paradas del camión están los más humildes, las secretarias, los cajeros, los vendedores, el personal de limpieza, que terminaron sus turnos de trabajo y esperan el camión que los lleve a sus colonias, lejos de San Pedro y sus luces y adornos de oropel. Y si uno levanta la vista a las grandes oficinas corporativas, uno que otro oficinista está ahí, trabajando a deshoras, levantando la riqueza de sus dueños.
Y no puedo evitar pensar cómo será el universo de los ricos...