sábado, 26 de noviembre de 2011

Crónica de un viaje a Italia


Seguimos caminando, por más calles de Florencia, hasta que llegamos a una construcción donde había estatuas a nuestra diestra y siniestra, en un largo pasillo. Estábamos en el Palacio de los Uffizi, hoy una galería de arte, a la cual no entramos. Contiene una colección de obras de arte de los Medicis. Esta galería, en la parte superior tiene un pasillo que se conecta sobre los puentes para llegar al otro lado del río. Por ahí los Medicis utilizaban este corredor para ir de su palacio donde vivían (el Palacio Pitti) hasta el Uffizi, sin tener que ver a la chusma.

Y hablando del puente, éste tiene la particularidad de que tiene casas encima de él. En realidad son comercios. En un principio eran rastros y carnicerías, y arrojaban la sangre y desechos al río. No fue sino hasta que Ferdinando I ordenó que se quitaran las carnicerías, y en su lugar, entregó los locales a las familias de joyeros más reconocidas de Florencia ¡las cuales hasta la fecha continúan! Interesante. ¿No creen?

Por cierto, en esta parte del puente, a lo largo de las cadenas que circundan el borde del río, las parejas suelen venir a colocar candados, para jurarse amor para la eternidad, y tiran la llave al río. Hay tantos candados que cuelgan como racimos. Otra de esas curiosas tradiciones italianas que llaman la atención.

Y hablando de tradiciones italianas, aquí les va otra. Luego de dar un breve recorrido por el Puente de los Orfebres, regresamos al centro de Florencia, y llegamos al mercado, en el cual había fuente de un jabalí. Nos explicaron desde hace siglos, los comerciantes que buscaban prosperidad en sus negocios y puestos, iban y ponían una moneda en la boca del jabalí, para la buena suerte. Varios compañeros hicieron eso. Yo no pude, pues era tanta la gente arremolinada alrededor del jabalí, y la sobaban como si fuera la panza de Buda, así que perdí la paciencia de esperar y me fui.

El calor de la tarde fue lo que nos iba agotando nuestras energías. Era una cantidad tremenda de turistas que a veces era todo un reto seguir a nuestra guía Alejandra, que de tan chaparrita se me perdía entre la gente, y lo que menos quería era perderme, ya que ella tenía mis accesos para entrar a los museos.

No había ni una sola banca en Florencia, nada en donde sentarse, a menos que me quisiera sentar en el suelo, pero pues como que no. Me preguntaba cómo le harían sus habitantes para ir a trabajar sorteando a miles de turistas, puesto que las calles son muy estrechas para los coches. Además, no podían faltar los puesteros, la mayoría de ellos inmigrantes africanos, chinos o del medio oriente, que colocaban su mercancía en la calle, obstaculizando el paso a todos, tanto a coches como a peatones.

Entre los puntos nice, podría citar que había muchas tiendas de grandes diseñadores y joyeros. Alejandra nos explicó que en otros siglos, Florencia había sido la cuna de la moda, pero después eso se trasladó a Milán. En las pinturas donde se observaban las fiestas medievales y las mujeres con sus vestidos y brocados, cada una representaba a un diseñador de la época. Hoy cualquiera está familiarizado con firmas como Salvatore Ferragamo, Dolce & Gabbana, Gucci, Versace. Pues también existieron los diseñadores famososo de aquellas épocas que ya pasaron a la historia.

En los puestecitos de souvenirs, aproveché para comprar recuerditos para mi familia. Llaveros, postales, y para mí me compré figuras de resina del David de Miguel Angel.

Llegamos a la iglesia de Orsanmichele. Alejandra nos explicó que originalmente era un granero, donde se almacenaban semillas y trigo, etc. Después fue convertido en iglesia. Aún conserva entre sus relieves figuras de un sembrador. Fue usado por los poderosos gremios de comerciantes y artesanos (recuerden que en Florencia se movía mucho dinero en aquel entonces). En su interior hay un techo abovedado, con pinturas hermosas y relieves. En contraesquina, se encontraba el Palacio de la Lana, erigido por los que se dedicaban al comercio de lana.

Después pasamos por la Plaza de la República, donde había un pintoresco carrusel. Seguimos caminando, pues todavía no terminaba nuestro recorrido.