No sé si ya lo he mencionado antes, pero cuando yo tenía 21 años tenía un crush o amor platónico con un compañero de trabajo, que ni sé si se dio cuenta de lo mucho que me gustaba. (Vaya, yo era muy obvia, me brillaban los ojos cada vez que lo veía y escuchaba su voz).
Para que se den una idea... se parecía mucho a Miguel Bosé cuando era joven.
Recuerdo que la primera vez que lo vi fue como escena de película, yo estaba esperando el elevador, y cuando las puertas se abrieron, vi a aquel hombre rubio de ojos verdes de traje de saco y corbata y lo primero que pensé fue: "¡Qué guapo! Me gustaría trabajar con él".
Y pues sí, ese mismo día que me contrataron, me di cuenta que sería mi compañero de trabajo.
Y aunque sí salimos dos veces, al final no se dio nada de nada. No sé. Supongo que yo no era su tipo. Además se hizo mucho del rogar. Y para colmo, la historia no terminó muy bien que digamos, gracias a cierta mujer que se entrometió en el camino. Pero bueno, no voy a ahondar en detalles.
Hoy sé que de esa guapura que tenía mi crush ya no quedó nada. Al final el tiempo hizo estragos y siendo sincera, cuando lo vi hace algunos años en un canal de televisión porque lo entrevistaron, quedé desencantada. Ahora está calvo, sin cejas, con los dientes amarillos y los ojos hundidos. Nada que ver con la época en que lo conocí.
Ya pasaron muchos años de esto. Pero a veces cuando veo videos de Miguel Bosé no puedo evitar acordarme de él.
Y bueno, no sé si el crush se acuerde de mí. Sí se acuerda de mí y por casualidad del destino lee este blog, le tengo un mensaje: CHINGA A TU MADRE, CABRÓN.
jajajaja.
Fin de la historia.