miércoles, 3 de junio de 2009

Ecología y economía

Que onda? Estaba pensando en qué tema sería bueno para comenzar este blog. Pues bien, voy a comentar sobre un programa que están haciendo en mi empresa, de intercambiar botellas y latas por semillas de hortalizas.

Me puse a pensar, ¿cuantos en la primaria hicimos el experimento de hacer germinar una semilla de frijol? Estabamos emocionados por ver los primeros brotes de nuestro frijolito en un frasco vacío de gerber o nescafé, sobre un pedazo de algodón húmedo. Al final, lo sembrábamos y... sí, nos olvidábamos de regarla... claro, la regábamos en otras cosas pero no regábamos a la planta.

El hecho de vivir en grandes ciudades, nos aleja del contacto con la naturaleza. Las casas en Monterrey, (ciudad en donde vivo, situada al norte de México) son una especie de cajas de zapatos, donde muy apenas cabe lo básico: el refri, la estufa, la cama y la tele. Olvídate de tener un jardín, porque cada metro cuadrado te cuesta un ojo de la cara, y prefieres usar ese mísero espacio verde en hacer una cochera o ampliar la casa.

Así que vivimos entre puro concreto. Envidio las casas de E. U. y Canadá, que tienen metros y metros de jardines al frente y en los patios traseros. Aquí tener un jardín significa un lujo que sólo los ricos se pueden dar.

Ahora, si no tenemos jardín en nuestra casa, difícilmente podemos tener nuestro propio huerto. En esta época de crisis económica, creo que nos vendría muy bien poder sembrar nuestras propias verduras, aparte de que tendremos la certeza de que no tendrán químicos, nos ahorraríamos un buen de dinero que gastamos en el súper. ¿Se imaginan si cada uno sembráramos diferentes verduras y luego intercambiáramos las que no sobran con nuestros vecinos? Wow, esa sí sería una manera de economizar y solidarizarnos entre nosotros.

Además, la jardinería es una actividad física, donde hacemos ejercicio, y como beneficio adicional, también nos relaja y nos libera del estrés.

A mí en lo personal, me gustaría tener un jardín y caminar descalza sobre el césped húmedo, como lo hacía de niña.

Pero bueno, ese es uno de mis sueños guajiros. Por lo pronto me conformo con sentarme bajo la sombra de un árbol.

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