martes, 26 de febrero de 2013

Bruno

Hace muchos años, cuando yo iba a una academia de bailes latinos, entre los instructores había uno que se llamaba Bruno. Bruno era un gay prieto, chaparro y extremadamente flaco que tenía la apariencia de lombriz. Le gustaba usar shorts de lycras tan pequeños y tan ajustados que parecía que los había sacado de la sección de niños (aunque me pregunto si existen niños que usen shorts de lycra).

De todos los instructores, Bruno era el que causaba más terror, no nada más por su vestimenta loca, sino más bien porque era el más canijo y el más estricto instructor de baile. Una rutina de una hora con él era más cansado que todo un día de entrenamiento en el campo militar, terminabas con el corazón golpeando las paredes de tu pecho y los pulmones como globo desinflado. Así de intensa era la clase de Bruno. A diferencia de Richard el instructor cubano con quien te deleitabas bailando al son de la salsa mientras soñabas que estabas en la playa de la Habana tomando una piña colada, con Bruno terminabas arrastrándote en el suelo y preguntándote por qué fregaos habías ido a la clase.



Como toda "diva", Bruno era cruelmente sarcástico con el cuerpo femenino. Supongo que porque tenía envidia de que él no era mujer. Así que no dudaba en resaltar que teníamos lonjas, o muslotes o que éramos nalgonas cada que decía "Este ejercicio es para bajar las llantas que tienen". Otra de sus excentricidades es que antes de empezar la clase, se estiraba como culebra, sin pudor alguno, y terminaba haciendo splits en el suelo cada vez que veía al novio o al esposo de alguna de las clientas.

Pero lo que más recuerdo de Bruno, fue una vez que una chica le dijo:
"Tengo una boda próximamente. ¿Qué me recomiendas para que no me cuelgue la piel de los brazos?"

Y Bruno, impávido respondió:
"Ponte un vestido con mangas, mi reyna".


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El blog se alimenta de los comentarios de los lectores. Dale de comer.