Ayer estaba viendo el programa "Mi boda gitana". Es un programa que pasan por Dish y que retrata la vida de los gitanos en Estados Unidos, en el siglo XXI. Son una etnia de rumanos estrafalarios, fiesteros y que les gusta hacer gala de la ostentación aunque vivan en casas remolque. Las chicas su única aspiración en la vida es casarse a los 15 años, pues ese día es cuando las tratan como reinas. Sus vestidos de novia son pomposos, enormes, llenos de lentejuelas y piedras y usan corona. Los chicos también se toman muy en serio eso de buscar esposa. Sus costumbres son... excéntricas para el resto de la sociedad, por lo mismo son discriminados en muchos lugares, eso y porque también tienen fama de peleoneros y buscapleitos.
Pero el programa que vi ayer me enterneció de cierta manera. Un joven papá gitano, de 31 o 32 años a lo mucho, estaba orgulloso de su hija de 14 e iba a organizar una fiesta de Halloween para que la chica se luciera y los pretendientes se le acercaran y ella escogiera de entre esos pretendientes a su futuro marido. Así que el señor echó la casa por la ventana. Aunque eran de clase humilde, el señor sacó sus ahorros y le compró a su hija el vestido que quería. Rosa, lleno de cristales y corazones. Muy ostentoso y estrafalario, como los que les gustan mucho a los gitanos.
Y el señor hizo que su hija caminara por las calles luciendo tamaño vestido, y gritaba con orgullo. ¡Es mi hija! ¿a poco no está tan bonita?
Y después de muchos problemas para reservar un salón (ya que todos les negaban el servicio por ser gitanos), por fin encontraron uno y el señor hizo la fiesta para su hija. Se veía muy orgulloso, muy contento, por ver a su hija feliz y todos los chicos pretendiéndola, hasta que ella eligió a su "príncipe azul" y el los coronó como el rey y la reina de la fiesta.
Me enterneció mucho, porque ahora que se acerca el día del Padre me pongo a reflexionar en cómo muchos hombres han despreciado el regalo de la paternidad, dejando a mujeres embarazadas y olvidándose de sus hijos, haciendo como que no existen. Se pierden de verlos crecer, de sus triunfos, de sus besos, de sus abrazos, de su cariño. Y pienso yo que cuando a un hombre le toca ser papá de una niña, algo cambia dentro de él, se vuelve más cariñoso y tierno, se vuelve a enamorar, pero de una manera más pura y más limpia, más sublime y más intensa, porque su niña será su princesa. Tal como este gitano, que siempre decía con una sonrisa y casi con lágrimas en los ojos, cuánto amaba a su princesa.
Pero el programa que vi ayer me enterneció de cierta manera. Un joven papá gitano, de 31 o 32 años a lo mucho, estaba orgulloso de su hija de 14 e iba a organizar una fiesta de Halloween para que la chica se luciera y los pretendientes se le acercaran y ella escogiera de entre esos pretendientes a su futuro marido. Así que el señor echó la casa por la ventana. Aunque eran de clase humilde, el señor sacó sus ahorros y le compró a su hija el vestido que quería. Rosa, lleno de cristales y corazones. Muy ostentoso y estrafalario, como los que les gustan mucho a los gitanos.
Y el señor hizo que su hija caminara por las calles luciendo tamaño vestido, y gritaba con orgullo. ¡Es mi hija! ¿a poco no está tan bonita?
Y después de muchos problemas para reservar un salón (ya que todos les negaban el servicio por ser gitanos), por fin encontraron uno y el señor hizo la fiesta para su hija. Se veía muy orgulloso, muy contento, por ver a su hija feliz y todos los chicos pretendiéndola, hasta que ella eligió a su "príncipe azul" y el los coronó como el rey y la reina de la fiesta.
Me enterneció mucho, porque ahora que se acerca el día del Padre me pongo a reflexionar en cómo muchos hombres han despreciado el regalo de la paternidad, dejando a mujeres embarazadas y olvidándose de sus hijos, haciendo como que no existen. Se pierden de verlos crecer, de sus triunfos, de sus besos, de sus abrazos, de su cariño. Y pienso yo que cuando a un hombre le toca ser papá de una niña, algo cambia dentro de él, se vuelve más cariñoso y tierno, se vuelve a enamorar, pero de una manera más pura y más limpia, más sublime y más intensa, porque su niña será su princesa. Tal como este gitano, que siempre decía con una sonrisa y casi con lágrimas en los ojos, cuánto amaba a su princesa.
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