La chica del aseo siempre nos cuenta historias. Cosas que pasan en su familia y en su barrio. Esta vez nos contó la historia de un chavo.
Este muchacho tuvo un papá golpeador y borracho. Siempre estaba golpeando a la mamá por cualquier excusa. Un día la mamá no lo soportó y lo dejó y se llevó a su hijo. Cuando el hijo creció y se volvió adolescente, se arrejuntó con una niña de 14 años. La embarazó, tuvieron un hijo. Y ¿qué hace ahora este muchacho? Pues repetir el mismo patrón de su padre. Se emborracha y golpea brutalmente a la madre de su hijo. Día a día, por cualquier excusa. Que porque la sopa estaba fría, que porque la tortilla está muy caliente, que porque es una floja que no hace nada... La chica aguanta, sumisa. No habla, no sale. Lo tiene prohibido. Si alguien se dirige a ella, ella no mira a los ojos. Desvia la mirada y mantiene la cabeza agachada. Justifica sus moretones diciendo que se cayó. Si alguien le dice que deje al muchacho, ella se niega y dice: "¿y qué voy a hacer? No tengo trabajo y no puedo mantener a mi hijo." Y el niño a sus dos años se muerde las uñas de nervios. Imagínense, un bebé mordiéndose las uñas. Nadie sabe lo que habrá presenciado este niño a su corta edad.
Y lo más curioso, si eso puede decirse, es que este muchacho repite la misma historia de su papá. En vez de decirse a sí mismo "voy a ser diferente a mi papá, voy a tratar a mi mujer diferente de lo que mi papá trató a mi mamá", no, hace exactamente lo mismo.
Los seres humanos tenemos muchas oportunidades para hacer las cosas diferentes. Pero en los barrios bajos la gente sigue con la misma línea. Repite la historia generación tras generación.
Este muchacho tuvo un papá golpeador y borracho. Siempre estaba golpeando a la mamá por cualquier excusa. Un día la mamá no lo soportó y lo dejó y se llevó a su hijo. Cuando el hijo creció y se volvió adolescente, se arrejuntó con una niña de 14 años. La embarazó, tuvieron un hijo. Y ¿qué hace ahora este muchacho? Pues repetir el mismo patrón de su padre. Se emborracha y golpea brutalmente a la madre de su hijo. Día a día, por cualquier excusa. Que porque la sopa estaba fría, que porque la tortilla está muy caliente, que porque es una floja que no hace nada... La chica aguanta, sumisa. No habla, no sale. Lo tiene prohibido. Si alguien se dirige a ella, ella no mira a los ojos. Desvia la mirada y mantiene la cabeza agachada. Justifica sus moretones diciendo que se cayó. Si alguien le dice que deje al muchacho, ella se niega y dice: "¿y qué voy a hacer? No tengo trabajo y no puedo mantener a mi hijo." Y el niño a sus dos años se muerde las uñas de nervios. Imagínense, un bebé mordiéndose las uñas. Nadie sabe lo que habrá presenciado este niño a su corta edad.
Y lo más curioso, si eso puede decirse, es que este muchacho repite la misma historia de su papá. En vez de decirse a sí mismo "voy a ser diferente a mi papá, voy a tratar a mi mujer diferente de lo que mi papá trató a mi mamá", no, hace exactamente lo mismo.
Los seres humanos tenemos muchas oportunidades para hacer las cosas diferentes. Pero en los barrios bajos la gente sigue con la misma línea. Repite la historia generación tras generación.
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