jueves, 6 de septiembre de 2018

El calvario de andar a pie

Hace mucho que no andaba en camión, prácticamente desde que compré mi carro hace 10 años. Pero de repente ocurre que te quedas sin carro, y tienes que salir, y es ahí donde te das cuenta (o recuerdas) el calvario que se sufre al andar a pie y tomar el transporte público.

Sucede que yo tenía una cita médica a las 7 de la tarde, allá por el Hospital San José. Entonces salgo de mi casa a las 6, para irme con tiempo porque amenazaba con llover. Aquí en Monterrey llueve sólo un mes al año, pero cuando llueve, es como si Dios mandara el diluvio. Todo se inunda, las calles se convierten en una Venecia naca, los carros flotan, la gente muere ahogada.... bueno, ya me salí del tema.

Como les decía, iba a salir, y que me voy dando cuenta que una llanta de mi coche está ponchada. Ya no había tiempo para cambiarla, así que pedí un uber.

Y sí, llegó el uber, todo bien. El chofer hasta hizo el trayecto muy ameno contando anécdotas como comediante tipo Franco Escamilla. El viaje aparentemente estaba en 130 pesos, pero a la mera hora resultó que 200. (ya ven que uber cambia tarifas cada dos segundos).

Ni hablar.

Como ya no quería gastar otros 200 pesos de regreso, se me ocurrió que podía irme en camión. Rayos, ya estaba lloviendo. Y sólo a mí se me ocurrió usar sandalias ese día, así que me mojé los pies con el agua cochina que bajaba del cerro.

Después de estar cerca de veinte minutos entre el tumulto esperando el camión, por fin apareció un ruta 17 y lo abordé. El camión se fue por Morones Prieto a vuelta de rueda, debido al intenso tráfico que ya es muy común en la ciudad a esas horas.

Luego me bajé y caminé varias cuadras, y volví a tomar otro camión, un 206. Ah que ruta tan más fea, es un camión que parece que no tiene amortiguadores porque cada bache se siente como si estuvieras en el monte. Todos los huesos de la columna vertebral se te desvían de tanto zangoloteo.

Después de bajarme del camión con una escoliosis (sarcasmo), otra vez caminé por la banqueta inexistente que está cerca de mi cuadra, esa banqueta de la que ya les he hablado que a los automovilistas les encanta treparse para ganarle el paso a otros automovilistas, y donde les vale madre si va pasando gente caminando. La falta de luminarias le pone la cereza al pastel.

Y sí, ahora recuerdo por qué prefiero usar carro... 

1 comentario:

Olga Santillán dijo...

Sí, aunque el transporte público es una alternativa económica y ecológica, la realidad es que en ésta ciudad termina costando más, cuando consideras todos los aspectos. Él transporte público está rebasado por mucho y la infraestructura vial es peor que inexistente.

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