A las seis de la tarde, llegamos al punto de reunión, en uno de los muelles, para esperar el barco que nos llevaría de regreso. En ese momento, un grupo de negros africanos vendedores de bolsas piratas se nos acercaron, y de manera insistente, empezaron a ofrecernos su mercancía. Varias mujeres españolas de las del grupo, les compraron varias bolsas. Yo en cambio, permanecí aparte, haciéndome la sordeada, para que no me vieran. Pero en una de esas que volteé, uno de los negritos me vio, y pa pronto que viene hacia mí.
-Hola. – me dijo en español. Hasta eso los canijos sabían varios idiomas - ¿Quieres una bolsa?
-No, gracias.
-Ándale, tengo de varias. Escoge.
-No.
Y ahí estaba, friegue y friegue y friegue, de que le comprara una bolsa, y yo le decía “No, no, no”.
-¿Por qué no?
-Porque no quiero.
-Ándale, están muy bonitas.
Total, se alejó. Pero al cabo de un minuto estaba gritando:
-¡Martha, Martha, Martha!
Yo volteé. Y me di cuenta que me hablaba a mí. ¿De dónde creyó que yo me llamaba Martha?
Otra vez el negrito se acercó a mí, intentando venderme una bolsa. Y luego me dijo:
-¿Dónde está tu marido?
-No, no tengo. – respondí.
-¿Cuántos años tienes? ¿Dieciocho, veinte?
-Sí, tengo veinte. – dije siguiéndole la corriente.
-¿Y tu marido? ¿Dónde está?
-No tengo. A mí nadie me mantiene. – dije.
Pero él entendió “Tengo amante”. Y exclamó:
-¡Amante! ¡Martha! ¿Tienes amante? Oh, no, no. Amante muy caro…
Todos los del grupo empezaron a reírse a carcajadas, y los españoles empezaron a echarme carro diciendo:
-Vale, que ahora Rocío tiene amante.
Yo me puse roja, y todo por culpa del nche negrillo vendedor de bolsas que a huevo quería venderme una bolsa.
Finalmente, llegó el bote (¡gracias a Dios!), y nos subimos. Todavía ahí algunas parejas de españoles seguían recordando el incidente. De pronto, una señora me dijo:
-Hija, pero mira qué quemada estás. ¡Ya te has puesto toda morena!
Me miré. Tenía razón.
-Ahora puedes decir que te has bronceado con el sol de Venecia. – dijo su esposo.
Miré por la ventana la laguna de Venecia, cómo un par de jóvenes salían a dar el rol en un bote. De pronto, la compañera uruguaya me dijo:
-¿Te has fijado? Mira. – me señaló al que manejaba nuestro barco – Es buen mozo. ¿No? Se ve lindo.
-Ah. ¿Sabes qué? Tómame ahorita una foto con él, ya cuando nos bajemos.
Y así fue. Apenas atracó el bote, yo saqué la cámara, y le pregunté al muchacho si podía tomarme una foto con él. Éste no me entendió al principio, como que creía que yo quería tomarme una foto en el timón, pero después captó lo que le quería decir.
Se puso junto a mí, mientras mi amiga nos tomó la foto. Su compañero le echó carro, y exclamó:
-¡El sex symbol de Venecia! Jajajajajajaja.
Llegamos al hotel, y como quedaba tiempo libre, me puse mi traje de baño y fui a la playa. Fue algo que disfruté mucho. Metí los pies en la arena, y luego caminé por la orilla del mar. Recogí conchitas, metí los pies en el agua fresca. Después me senté en un camastro, teniendo frente a mí el mar azul oscuro, el cielo de la tarde, la arena. No quería irme. Me sentía muy bien, muy contenta, muy relajada. Al estar ahí, pude disfrutar la soledad, estar conmigo misma, apreciar y sentir todo lo que estaba a mi alrededor.
1 comentario:
UIUIUIIIIIII!!!
se ve galan el chico..
Publicar un comentario
El blog se alimenta de los comentarios de los lectores. Dale de comer.