Me abstuve de opinar sobre las elecciones y la política de mi país, porque me considero apolítica. Nunca he tenido fe en ningún partido, y en las pasadas elecciones voté por el que yo consideré el menos peor. Porque admitámoslo, todos son corruptos, algunos más que otros, y todos vienen a robar, a ninguno le interesa mejorar el país. Pero ya que pasó todo este relajo y bombardeo electoral, vienen mis reflexiones, que seguro aplicarán a cualquier país que se encuentre en una situación similar a la de México.
“La culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre”, reza el dicho. Se ha desatado el escándalo de la compra de votos, el cual a estas alturas ya será muy difícil de demostrar y de anular la elección. En todos estos meses se hizo una intensa campaña televisiva de que si alguien quería comprar votos, fuera denunciado. Nadie lo hizo. Todos los que recibieron esas tarjetas de despensa o monederos electrónicos, sólo dijeron “vénganos tu Reino” y se las quedaron. Claro que ahora rezan al revés “Danos el pan de cada día!” porque las tarjetas resultaron un fraude, y algunos arrepentidos rezan “Perdona nuestras ofensas” o “Líbranos del mal, señor” al darse cuenta que quien quedó en el poder es la corrupción en sí misma. Si los ciudadanos al menos no cayeran en esas trampas electorales, si no se vendieran por $500 pesos, no estaría México así. Pero si el mismo pueblo está corrupto ¿cómo esperan que los gobernantes sean honestos?
Y el problema no está en votar por tal o cual partido. El problema es que cuando queda en el poder un partido cuya corrupción ya quedó demostrada por décadas, es cuando le toca al ciudadano lidiar con esas autoridades. Ahorita no lo vemos. Pero el día que un ciudadano quiera interponer una denuncia y le den largas y le exijan un soborno para acelerar el proceso, el día que descubra que dieron de baja sus placas para asignárselas a un carro robado que le vendieron a un tercero, el día que descubra que los despachadores de boletos del metro no funcionan para obligarlo a comprarlo en la taquilla y que ese dinero va a bolsillos de funcionarios, el día que descubra que le están cobrando impuestos excesivos para solventar lujos de diputados y senadores, el día que le expropien un terreno para que un alcalde se lo quede y construya una mansión de lujo, ese será el día que lamentará que tal partido esté en el poder. Y no podrá luchar, porque el sistema de justicia, integrado por los amigos, compadres y /o amantes de los gobernantes en turno, está viciado.
Esas son las consecuencias de venderse a un partido. Y también son las consecuencias de nuestros valores. Hay quien dice que esta generación no tiene valores. Se equivocan, sí los tiene. Esos valores son el dinero, la belleza, el lujo, el placer, y en base a eso, los mexicanos regimos nuestras vidas y nuestro gobierno.
3 comentarios:
ME ENCANTA TU COMENTARIOOOOO!
sabes que todo mundo ahorita se anda "desgarrando las vestiduras" sobre todo por eso de la compra de votos... yo les digo.. mira.. si la persona DECIDIÓ aceptar 500 pesos o lo que sea y votó pues por mucho soborno y lo que sea tenemos la obligación de proteger esa decisión... nadie los obligó a aceptar el soborno así es que ni modo... y estoy contigo.. como quieren que un gobierno sea honesto si el pueblo es corrupto... como q no checa...
saludos!
Exactamente, yo opino que la persona que vende su voto mejor deberían retirarle la credencial de elector. el voto es un privilegio, no una mercancía.
¡Mi papá usa ese dicho taaaaan seguido! ¡jajaja! Me siento tan feliz de haber encontrado a una mexicana entre bloggers; me hacía falta recordar un poco. Aunque siempre intento evitar la política, creo que está bien pensar por lo que pasa mi país por solidaridad y amor a la patria. No deseo opinar más del tema :) ¡Pero buena entrada! ¡Saludos!
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