miércoles, 3 de octubre de 2012

Intangible

La primera vez que vi un dispositivo de música digital, yo tendría unos 21 años de edad. Un compañero que era fanático del Internet y de los gadgets, lo mandó traer de Japón. Tenía el tamaño de una caja de cerillos, y le cabían mil canciones. En un lapso de diez años, yo ya había presenciado muchos cambios en cuanto a formatos de música. Los discos de vinil eran de la época de mi infancia, y más bien colección de mis papás. De puberta, tuve mi walk-man, con mis cassetes, muchos de ellos grabados directamente del radio a veces con las canciones cortadas o con comerciales. La piratería no existía, porque no era viable.

Ya cuando entré a la prepa y principios de la universidad, conocí los disc-man y los CD's. Ahí sí me hice de una colección más grande que incluía los grupos y cantantes de moda. Muchos de estos CD's yacen en el olvido, o los he perdido, pues conforme pasan los años, uno se va cansando de escuchar las mismas canciones, pero todavía hay algunos que son valiosos para mí, como la antología de hits de Lenny Kravitz, o el de música brasileña de Putumayo.

Pero con la llegada de los ipod, me di cuenta que la venta de música ya no iba a ser como lo había conocido.

En ese tiempo empezaba el Napster y el Hades. Yo nunca fui buena en artimañas de computación, mi conexión de internet era dial y se tardaba horas en descargar una canción, así que desistía de bajar música de esa manera. Prefería los CD's, porque eran tangibles, porque podía cargarlos en mi mochila, oírlos en un reproductor de discos compactos, o en el carro, o en la computadora. Y si mi computadora era formateada a causa de borrar algún virus, no perdía mi música, porque tenía mis CD's.

Sin embargo, las disqueras creyeron que eso iba a durar para siempre, y jamás bajaban los precios de los discos. Siempre costaban por encima de 100 o 200 pesos, y a veces sólo una canción valía la pena. Yo esperaba que llegara un momento en que las tiendas de música, te quemaran un CD a tu gusto, con tus canciones favoritas. O que te las descargaran en una memoria. Pero mi idea quedó obsoleta ante lo que se vino, y fue lo del i-Tunes y muchas otras páginas para bajar música.

La música se convirtió en algo intangible, en un archivo que sólo puede ser reproducido en computadoras o celulares. Incluso el radio está perdiendo su utilidad, porque no lo usamos para reproducir las canciones que tenemos almacenadas en discos duros o USB's. Tengo en mi casa al menos tres radios empolvados porque usamos la laptop para oír música.

¿Y cuál es el problema de que la música sea intangible? Que nunca somos dueños de ella. Recientemente salió una nota de que el actor Bruce Willis está evaluando la posibilidad de demandar a Apple cuando se dio cuenta en los términos y condiciones de uso que la música que compró vía iTunes no podrá a transferirla a sus hijas cuando él muera. al darse cuenta que los términos y condiciones de uso de la música comprada vía iTunes indican que este no podrá transferirla a sus hijas cuando muera. Y es que no tenemos la costumbre de leer las letras chiquitas de los contratos de aceptación de Términos, en donde dicen que la música adquirida no puede ser compartida o transferida a terceras personas, y cuando el usuario fallezca, pasa a ser propiedad de Apple nuevamente. Es como si iTunes te rentara la música por el tiempo en que vivas.

Así que si nuestros padres o abuelos nos heredaban sus discos de vinil, y nosotros poseíamos colecciones de cassetes o CD's que podríamos transferir a nuestros hijos, esto no será posible con la música que compremos en línea. Poco a poco, todo se va volviendo intangible. El correo tradicional cedió ante los e-mail.  La música en CD's ante las descargas digitales. Dicen que los siguientes en desaparecer son los libros en su formato físico. No sé que más vaya a desaparecer, pero yo extraño mandar y recibir cartas, y sentir la emoción de abrir un sobre y leer una hoja de papel; o abrir un CD, contemplar su portada y su diseño. Son cosas, quizá insignificantes, pero eran pequeños placeres que fueron devorados por lo digital.

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