lunes, 17 de diciembre de 2012

Masacres

Hay dos temas que los gobernantes estadounidenses jamás se atreven a intervenir: la compra de armas y el consumo de droga. Presidentes van y vienen, pero en sus campañas políticas nunca se interesan por regular o prohibir el acceso de armas de fuego y el consumo al menudeo de drogas.

Sin embargo, la gente se acuerda de estos temas cuando ocurre una masacre de gran magnitud, como la que acaba de suceder en la escuela primaria donde un muchacho asesinó a 27 personas, entre ellas 20 niños de edades entre 6 y 7 años. También no olvidemos aquella masacre en un cine donde un tipo disfrazado del Guasón mató a varios de los asistentes.

Si estos asesinos tenían problemas mentales, o personalidades oscuras con tintes de psicópatas, pues eso lo definirá la corte. Lo alarmante aquí es el hecho de la facilidad con que cualquier persona obtiene un arma, amparado en las enmiendas de la Constitución americana, que les permitía contar con ellas para matar a los ingleses en una guerra de independencia que hace siglos terminó.

Estados Unidos se da muchos baños de pureza al condenar a países como México, o al Medio Oriente, donde señalan el alto índice de homicidios y muertes. Sin embargo, cuando un asesinato de ese calibre ocurre en su territorio, cometido por uno de los suyos, lo califican como un hecho aislado y lamentable.

¿Qué pasará en ese país que orilla a algunos de sus habitantes a disparar contra multitudes de personas inocentes e indefensas? Porque si bien en México hay asesinatos, siempre tienen un móvil. En algunos casos ajustes de cuentas por crimen organizado, en otros por riñas o por el influjo del alcohol, o crímenes pasionales. Pero en el caso de las masacres estadounidenses, son cometidos por jóvenes inteligentes, nacidos en buenas familias, pero aislados e introvertidos, y con un fácil acceso a armas de fuego y a las drogas.

La verdad es digno de analizarse  y reflexionarse.




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