jueves, 30 de octubre de 2014

Rancho-rey

Siempre me preguntaba por qué los escritores del DF eran más populares que los de Monterrey. Porque en Monterrey hay muchísimos escritores, muchos nacidos aquí, otros tantos que por diversos motivos han emigrado a esta ciudad, pero todos se topan con el mismo problema de que no venden libros. El escritor regio se enfrenta a la total apatía de los lectores, a un desinterés por la literatura y el arte, a pesar de que pone mucho de su parte en estrategias de venta, de publicidad, de promoción y de hacer sinergia con otros escritores para sacar adelante las ventas.

Sin embargo, en el DF el panorama es completamente diferente, tanto que hasta parece difícil creer que se trate del mismo país. Allá en el DF es común ver a gente en las librerías, hay puestos ambulantes de libros nuevos y usados, la gente está más sensibilizada en el arte y la historia. Allá sí compran libros y hay presentaciones literarias y los jóvenes participan más activamente en eventos culturales. Entonces comprendí por qué en el DF los escritores son más famosos, porque allá la gente sí consume libros. Al menos esa fue mi percepción.

Y en Monterrey es bastante desesperante llevar tu caja de libros cargada al lomo cual piedra del Pipila y regresarte con la misma caja, casi intacta.

Tengo muchos amigos escritores que están invirtiendo su capital en hacer estrategias basadas en las redes sociales y en conseguir distribuidores para vender en el DF. Hasta ahorita sus cuentas están en números rojos. O sea, que prácticamente pagan por vender.

En un principio el panorama regio me causaba mucho coraje, yo tenía ganas de sacudir a las personas de los hombros y casi gritarles que no fueran tan apáticos. Pero hoy me doy cuenta que Monterrey es así, ranchero, grosero e inculto, y que eso no va a cambiar. Que uno lo que puede hacer es o buscarse un distribuidor que venda en otras ciudades o de plano no dedicarse a este oficio.

Lo que me da coraje es que cómo es posible que en Guadalajara, DF y todo el centro de México la gente tenga tantas tradiciones, tantos museos, tantas iglesias, tanto arte, tanta música, tanto amor a la cultura y a nuestras raíces, y en cambio aquí en este rancho desértico la gente sea tan indiferente y altanera, te gritan groserías en la calle y te mientan la madre por todo e idolatran la carne, el futbol y la cerveza como si eso fuera lo único por lo que valiera la pena vivir.

Eso me sucede siempre que salgo de viaje y descubro que el mundo está lleno de colores, sabores, sonidos y texturas, y apenas llego a Monterrey siento esa decepción porque mi ciudad no es así.



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