Me causa curiosidad por qué la figura del diablo es más popular que la de Dios. Hay más películas dedicadas al diablo, series de televisión, canciones, y en general, mucha gente lo idolatra como si se tratara de una estrella de rock.
Pienso que mucho tiene que ver el concepto que las distintas religiones han manejado sobre Dios y sobre el diablo. A Dios siempre lo ponen en un papel de juez, de castigador. Alguien que siempre te está observando, hasta en tus pensamientos, y si te portas mal, te castiga. Y si quieres obtener su perdón, debes cumplir con una serie de rituales que purifiquen tu alma. Con Dios no se puede jugar, no puedes jurar ni decir su nombre en vano ni en broma. Y dependiendo de cada religión, hay una serie de restricciones a los placeres de la vida mundana, lo que conlleva que si quieres ser una persona buena, tienes que cumplir con todas estas normas, mandamientos y rituales.
En cambio, la figura del diablo representa lo opuesto, la libertad de hacer lo que se te de la gana, sin remordimientos de conciencia. La industria del espectáculo lo dibuja como un tipo atractivo y seductor, (o a veces como mujer sexy, dependiendo del contexto). Generalmente nos lo muestran como alguien lleno de poder y riquezas, ambicioso y muy sexual. Básicamente, todo lo que cualquier humano anhela.
Pero ¿que tan ciertos son estos conceptos tan radicales? ¿De verdad Dios es un ser duro y castigador? ¿De verdad el diablo es chido y buena onda? Después de todo, nosotros como seres humanos comunes y corrientes no tenemos acceso a la verdad.
Hay personas que han muerto en el quirófano y que las han revivido. Y lo que narran sobre Dios es totalmente opuesto a lo que las religiones nos han hecho creer. Dios es un ser lleno de luz, bondadoso, y sobre todo, al estar junto a él las personas sienten una felicidad y una dicha inconmensurables, que desearían quedarse allá con Él que regresar a la Tierra.
Por otro lado, hay testimonios de personas que han tenido su encuentro con entes oscuros, y coinciden que en todos esos casos han sentido un miedo terrible, una especie de oscuridad que les provoca pánico.
Así que, en mi opinión, el diablo que nos muestra el mundo del espectáculo no deberíamos tomárnoslo como si fuera la verdadera imagen de éste. Más bien como un entretenimiento, un bufón, y ya. Porque al morir, lo que querremos es estar en la luz, con Dios, y no en la oscuridad.
Pienso que mucho tiene que ver el concepto que las distintas religiones han manejado sobre Dios y sobre el diablo. A Dios siempre lo ponen en un papel de juez, de castigador. Alguien que siempre te está observando, hasta en tus pensamientos, y si te portas mal, te castiga. Y si quieres obtener su perdón, debes cumplir con una serie de rituales que purifiquen tu alma. Con Dios no se puede jugar, no puedes jurar ni decir su nombre en vano ni en broma. Y dependiendo de cada religión, hay una serie de restricciones a los placeres de la vida mundana, lo que conlleva que si quieres ser una persona buena, tienes que cumplir con todas estas normas, mandamientos y rituales.
En cambio, la figura del diablo representa lo opuesto, la libertad de hacer lo que se te de la gana, sin remordimientos de conciencia. La industria del espectáculo lo dibuja como un tipo atractivo y seductor, (o a veces como mujer sexy, dependiendo del contexto). Generalmente nos lo muestran como alguien lleno de poder y riquezas, ambicioso y muy sexual. Básicamente, todo lo que cualquier humano anhela.
Pero ¿que tan ciertos son estos conceptos tan radicales? ¿De verdad Dios es un ser duro y castigador? ¿De verdad el diablo es chido y buena onda? Después de todo, nosotros como seres humanos comunes y corrientes no tenemos acceso a la verdad.
Hay personas que han muerto en el quirófano y que las han revivido. Y lo que narran sobre Dios es totalmente opuesto a lo que las religiones nos han hecho creer. Dios es un ser lleno de luz, bondadoso, y sobre todo, al estar junto a él las personas sienten una felicidad y una dicha inconmensurables, que desearían quedarse allá con Él que regresar a la Tierra.
Por otro lado, hay testimonios de personas que han tenido su encuentro con entes oscuros, y coinciden que en todos esos casos han sentido un miedo terrible, una especie de oscuridad que les provoca pánico.
Así que, en mi opinión, el diablo que nos muestra el mundo del espectáculo no deberíamos tomárnoslo como si fuera la verdadera imagen de éste. Más bien como un entretenimiento, un bufón, y ya. Porque al morir, lo que querremos es estar en la luz, con Dios, y no en la oscuridad.
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